Sevilla - Sporting | el otro partido

Triste pasito atrás al son de 'Amargura'

  • El Sevilla cede la tercera plaza con un juego al ralentí hasta la rabiosa reacción tras el descanso.

  • La actitud de cierta grada, de pasiva a perniciosa.

Monchi realiza un gesto de emoción junto a su mujer, antes del inicio del encuentro./ANTONIO PIZARRO

Monchi realiza un gesto de emoción junto a su mujer, antes del inicio del encuentro./ANTONIO PIZARRO

Primera defensa forzada del tercer puesto y primer paso atrás del Sevilla. La primera de las diez finales que restaban tuvo como resultado la cesión del tercer puesto al pujante Atlético de Madrid, que ha llegado como un tiro a la fase decisiva, todo lo contrario que un Sevilla que, de pronto, sufre todas las desgracias juntas. El primer día de la era tras Monchi fue una amarga decepción. Mientras sonaba Amargura en el Teatro de la Maestranza para anunciar la Semana Santa, el equipo de Sampaoli daba un pasito atrás. Muy significativo. El equipo, como la afición, fue de menos a más, pero terminaron con el pésimo sinsabor de un empate ante un candidato clarísimo al descenso. El apagón tuvo chispazos de luz.

En plena ebullición de equipo y grada, cierto sector enfrió aquello con insultos a Castro

Tras el ritual del himno, con sordina por la temprana hora y el poco sugerente rival, llegó la primera desaborición del día. En Gol Norte había consigna de buscar y señalar algún culpable. Bueno, en realidad, es la misma consigna que se repite desde que el club impide la entrada de la pancarta de Biris Norte por mandato gubernamental: "¡Pepe Castro, marioneta!". Inmediatamente, el obligado homenaje a Monchi: "León, León, León San Fernando…". Y silencio, demasiado silencio sólo roto por los murmullos de incertidumbre y por algunas palmas por sevillanas, tímidamente esbozadas por primera vez en el minuto 12. Mucho tiempo de silencio en un estadio que siempre ha presumido de ser una caldera de emociones. Cuán lejos está esa realidad… y eso que el equipo defendía la tercera plaza de la Liga y está viviendo su segunda época de oro de su era dorada. Cualquiera que, ajeno a estas circunstancias contextuales, estuviera ayer en el Ramón Sánchez-Pizjuán se tomaría a broma el apelativo de La Bombonera… Aunque en la segunda parte sí vibró el estadio, a ratos, hasta cierta irrupción de mal gusto.

El partido empezó frío en la tibia y luminosa mañana primaveral. La luz de la valentía que quería Sampaoli apenas se trazó al ralentí que emana del fútbol parsimonioso de Nasri, como si siguiera sonando Amargura sobre el césped de Nervión. Blandita y al pie, siempre al pie. Un amago, otro, y pase horizontal a un compañero. Y así una y otra vez, salvo en algún intento de balón interior demasiado previsible, demasiado difícil. Ante tanta luz, el estatismo era muy obvio. Entre murmullos al sol, y tímidas palmas, salvo en el sempiterno homenaje a Puerta, fue Vicandi Garrido el que más encendió a la desmayada grada. El recuerdo de su esperpento en Cornellá sobrevoló Nervión cuando pitó penalti de Lenglet sobre Carlos Castro y luego se desdijo para decretar fuera de juego. Hubo más pitos al vizcaíno, como en un codazo de Carmona a Vitolo sólo amonestado de forma verbal. Y al descanso, pitada del respetable.

Tras el receso, se animó el personal, al tiempo que Sampaoli intentó mover el árbol cambiando de banda a Vitolo. Fue como un resorte, hubo cascada emocional: del cántico de "vamos mi Sevilla, vamos campeón" a la gran ocasión del partido. Enorme balón de Correa y rápida contra de Vitolo, cuyo disparo a la cepa fue despejado por Cuéllar en un paradón. Sobre la una de la tarde aquello había cambiado de tono. Se desperezó el público y con él el equipo. Aparecieron los wings, Correa y Vitolo. Pero el fútbol tiene su lógica y la acción del Sevilla provocó la reacción del Sporting. Y el partido fue a un cuerpo a cuerpo, a una ida y vuelta por momentos crispada. Más crispada aún por el pésimo arbitraje de Vicandi Garrido y por las lógicas pérdidas de tiempo del Sporting.

Sobre el minuto 70, una gran combinación con centro de Mariano y cabezazo de Vitolo alto encendió el estadio. Ahora sí había vibración. Otro cabezazo de Iborra. Más vibración. Pero entre los imponderables del fútbol y el ventajismo lamentable de ciertos aficionados de Gol Norte, que aprovecharon la mecha encendida para arremeter contra el presidente del club, aquello volvió a enfriarse. Y el Sevilla se fue diluyendo en un quiero y no puedo preocupante. Ahora llega el Camp Nou. Luego, la despedida de Monchi ante el Deportivo, Sábado de Pasión. Vísperas amargas de Semana Santa… La catarsis aún no llega.

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