Feria de Abril · Novena de abono en la Real Maestranza de Sevilla

Manzanares, gusto y prestancia

  • El diestro alicantino, tras una gran faena y una estocada recibiendo desoreja al gran 'Encendido', de Cuvillo

  • Talavante consigue un trofeo del tercero

  • Castella, de vacío

José María Manzanares

José María Manzanares / Juan Carlos Muñoz

Llenazo de No hay billetes, cielo azul divino, albero brillante y cuidado y una gran expectación. Elementos suficientes para una gran tarde de toros. Por supuesto, si había toros. Y la corrida de Núñez del Cuvillo, de desiguales hechuras y comportamiento, ofreció fundamentalmente dos toros de muy buenas condiciones para el toreo caro.

Como punto de referencia y de lo que no se paraba de hablar antes del festejo era de la gran actuación de El Juli y del indulto de Orgullito, de Garcigrande. Pero ahora les tocaba a hablar en la plaza a Sebastián Castella, José María Manzanares y Alejandro Talavante.

José María Manzanares se alzó por derecho propio como triunfador en un festejo en el que cortó dos merecidas orejas al segundo toro, Encendido, negro, bajo, un ejemplar con muchísima clase y encastado -se resistió a morir-. Talavante, en un quite por delantales ya mostró esa mina de oro al propio Manzanares y al público. La faena, en las afueras y en la distancia media, estuvo enmarcada en la suavidad, el gusto y la prestancia, acompañada desde su inicio por Cielo Andaluz, que sonó bajo la bóveda celeste de La Maestranza a gloria.

Manzanares dibujó muletazos aterciopelados con la diestra en dos series. Con la izquierda mantuvo el ritmo hasta que acabó metiéndose el toro. Las tandas se cerraron con macizos pases de pecho. Y como aperitivo de lujo, un cambio de mano deslumbrante. La estocada en la suerte de recibir fue una rúbrica perfecta para coronar una gran obra que fue premiada con las dos orejas, entre tanto parte del público pidió la vuelta al ruedo para el toro.

El colorao quinto, bien hechurado, que por su escasez de fuerzas parecía que venía picado desde toriles y con el que se realizó un simulacro en el tercio de varas llegó a la muleta con nobleza, pero con tan escaso brío y por momentos echando la cara arriba que ni la templada muleta de Manzanares sirvió para que la labor tuviera hondura ni produjera emoción tras haberlo recibido el alicantino con una larga de rodillas junto a las tablas del 5, en una suerte inhabitual en él.

Alejandro Talavante consiguió otro trofeo del tercer astado, nobilísimo, con el que dibujó excelentes naturales. Una serie zurda, abrochada con un pase de pecho mirando al tendido fue rotunda. Por el derecho, también dibujó buenos pases. Por supuesto, como es habitual en este torero, hubo remates sueltos que fueron pura orfebrería. La obra se cortocircuitó en una tanda diestra en la que intercaló una arrucina deslucida por un enganchón. Cerró con unas manoletinas de compás abierto y fue a por todas en las suerte suprema, de la que salió cogido feamente, afortunadamente sin mayores consecuencias, a cambio de una estocada a ley. Merecidísima oreja.

Con el burraco que cerró plaza, incómodo, el trasteo de Talavante no cobró vuelo. Valentín Lujan estuvo a punto de ser corneado al perder pie; bien al quite Manzanares.Sebastián Castella, desafortunado, se marchó de vacío. Con el que abrió plaza, bajo, manejable y sin clase, el trasteo resultó insulso, con varios enganchones y un desarme tras un recibo a la verónica ganando terreno y un vistoso quite por chicuelinas.

Con el cuarto, noble, muy flojito y que se resistió a morir, Talavante se la jugó citando desde los medios con la diestra pasándose el toro en dos muletazos por la espalda que asustaron al personal. El trasteo, largo, fue a menos como el toro, cerrando el francés su labor con un arrimón entre los pitones.La expectación tuvo una respuesta muy positiva con un Manzanares, que con gusto y prestancia se alzó como merecido triunfador y un Talavante que brilló al natural.

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