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Cocinero de profesión y vocación y espeleólogo, por devoción

  • lAlain Thibault, francés afincado en Castell del Rey desde 1971, ha cocinado para Reegan, Nixon y Ford

  • La espeleología y las Cuevas de Sorbas son su otra pasión, con 74 años

Las ideas y proyectos sobre la exploración  y radiografiado de nuevas galerías bullen de forma incesante en la cabeza de este espeleólogo incombustible

Las ideas y proyectos sobre la exploración y radiografiado de nuevas galerías bullen de forma incesante en la cabeza de este espeleólogo incombustible / RAFA GONZALEZ

La cocina ha sido la vocación y profesión de Alain Thibault hasta el año 2000 cuando este francés, afincado en la barriada de Castell del Rey desde hace 46 años, decidió jubilarse. Su carrera entre los fogones de casas privadas alcanzó máxima notoriedad con los banquetes oficiales que llegó a preparar a tres presidentes de Estados Unidos, Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reegan. Su mujer Pilar, alcarreña de Guadalajara con la que ya ha celebrado las Bodas de Oro, y el inventariado y topografiado de las Cuevas de Karts de Sorbas, la "Capilla Sixtina" mundial de la espeleología en yeso, completan su triángulo sentimental y emocional.

El mundo de la cocina se despertó en Alain Thibault siendo un niño. Así, recuerda a Diario de Almería, que empezó a trabajar con 13 años y medio, en Orleans. Luego me fui a Suiza, a un restaurante muy famoso, donde aumenté mi formación en pastelería, en el trabajo del azúcar y chocolate, y progresé hasta ser jefe de cocina", rememora.

110 Comensales de lujo. Ford, Nixon y Reegan- ex presidentes USA- cenaron los platos creados por él

El país helvético le proporcionó una sólida formación que avaló su llegada a las embajadas de América y de Canadá. "Allí conocí a bastante a mucha gente rica y famoso. Tenía contactos fuertes. Quería conocer América y a sus gentes, y me fui a California con el ex-Embajador de América en Londres quien, en 1979, ya tenía una patrimonio personal de 800 millones de dólares".

La experiencia le resultó altamente positiva. "Fue muy interesante y me gustó mucho. Trabajar para este tipo de personas no es como hacerlo en un restaurante, que siempre se hace de la misma fórmula. Trabajaba con corbata y tenía todo a mi disposición", apunta con orgullo.

Inquieto y ávido de nuevas experiencias, Thibault recorrió otros estados americanos, lo que le permitió conocer a mucha gente, vivir en un montón de ciudades y disfrutar del lujo. "Me desplazaba en el avión privado o a los mandos de un Ferrari".

Llegó a conocer a gente muy famosa e importante. Es el caso del Sha de Irán. "Antes de proclamarse la Revolución Islámica y ser derrocado, salió de su país y estuvo viviendo en Estados Unidos. Y la casualidad quiso que se fue a a esconder a la residencia donde yo trabajaba. ¡Podía haber hecho una fortuna entonces si hubiera dicho dónde se encontraba!", comenta mostrando una sonrisa de resignación.

"No son excéntricos a la hora de comer - refiriéndose a los políticos y famosos que conoció y atendió. Están acostumbrado a vivir en Europa y conocían la cocina francesa. Entonces, no era la cocina moderna de ahora, con pinceles", comenta.

El servicio de cocina y el grado de distinción de sus comensales le sometían a un examen diario que alcanzó su máxima cota de responsabilidad en una cena oficial, con un total de 110 personas, entre las que se encontraban Ford, Reegan y el propio Nixon, quien oficiaba de anfitrión.

"Estaba el Jefe del Tribunal Supremo, muchos senadores y sus familiares. Recuerdo que yo había trabajado tres noches sin parar y tenía 20 cocineros a mi cargo, a quienes había que mover. Cuando todo había pasado, la Jefe de protocolo de Nixon me invitó a ir a la sala porque los comensales querían verme.Me cambié la chaquetilla y cuando llegué, mi mujer me comentó dónde estaban los tres presidente. No vi nada ni a nadie. Se levantaron todos y me aplaudieron por la cena que les había preparado. Yo me quedé en blanco y sin poder decir nada", rememora.

Interpelado por este periodista, accede a relatar un segund sucedido presidencia. "En una ocasión le pregunté sobreuna nueva máquina que le había llegado. Me comentó que había una fuera y él tenía la mía, y servía para recibir fotos dealgún agente un poco dudoso. Fue la primera vez que vi un scanner en funcionamiento, fuera del mercado"

Sobre Ronald Reegan recuerda que "era un militar, algo único, muy majo e interesante. Pero su mujer era muy piqui-piqui y con una mirada y una forma de ser muy diferente", evoca.

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