Cultivos de regadío

El algodón busca salida a su pérdida de competitividad

  • El sector pide que se autorice la siembra de transgénicos. Junto a Grecia, intenta lograr un "sello de calidad europea" que aporte valor añadido.

EL algodón pasa malos momentos. Se ahoga entre la presión "verde" europea que merma la productividad de los campos andaluces y la necesidad de competir en precio en los mercados mundiales. Entre las alternativas que se barajan -además de que se flexibilice la normativa UE en transgénicos y fitosanitarios- está la búsqueda de un "sello de calidad europea" que le de un valor añadido en función de las estrictas normativas medioambientales bajo las que se produce actualmente.

El margen entre ganancia y pérdida del algodonero español es tan estrecho que basta una plaga, o un calor como el de este verano -que merme la producción en unos cientos de kilos- para ponerlo en la tesitura de estar tirando entre los surcos la ayuda de la PAC que tendría que servir para mejorar su renta.

Unos 800 kilos menos por hectárea es lo que han cogido esta año los agricultores de la cooperativa Las Marismas de Lebrija, según su presidente, Juan Sánchez. Y con esa merma de la productividad, al agricultor ya no le salen las cuentas, pues si se obtiene una media de 3.000 kilos -en vez de los casi cuatro mil de una año normal- y el algodón se paga a unos 40 céntimos, obtienen unos 1.200 euros por hectárea frente a unos costes que Sánchez estima que son de entre 1.400 y 1.500 euros, de los que casi 600 euros se adjudican al riego. Con estas cuentas, es evidente que el algodonero sólo logra renta de las ayudas de la Política Agraria Común (PAC), que entre pago base y ayuda agroambiental -para quien se haya comprometido a ello- se sitúan en unos 1.200 euros por hectárea (950 de la ayuda específica más 290 de la agroambiental). En definitiva, de la ayuda de la PAC este año tienen que quitar 200 o 300 euros para sufragar las pérdidas que ha dado el cultivo.

Y sin embargo, en otros tiempos el algodón fue sumamente rentable. Se le llamó el "oro blanco". Y no es que las tierras donde se siembra ahora produzcan menos, si no que han cambiado muchas cosas: desde la normativa europea que restringe -por cuestiones ambientales- el uso de muchos instrumentos de lucha contra las plagas y las malas hierbas, hasta los mercados donde se vende la fibra que se obtiene del algodón y que en opinión de Juan Sánchez son "los especuladores de tres grandes multinacionales".

En definitiva, como señala Javier Fernández, responsable sectorial de UPA, el algodón andaluz se vende al precio que cotiza en las bolsas internacionales y compite directamente con los que se hacen en EEUU, la India, China o Egipto, en donde los agricultores no se tienen que someter a una normativa ambiental tan estricta como la que impone la UE. De hecho, en muchos de estos países se permiten productos fitosanitarios -para el tratamiento de las enfermedades de las plantas- que aquí están prohibidos e incluso a algunos se les acusa de usar mano de obra infantil, amén de que prácticamente en todos estos países se siembran semillas transgénicas, algo absolutamente prohibido en la Unión Europea y que merma la productividad.

Por el contrario, el algodón andaluz ha de seguir los estrictos controles ambientales que dicta la UE y que han quitado del mercado europeo muchos de los productos con los que antes se combatían las plagas del algodón. Además de estas reglas que rigen para todos los agricultores, quien quiera optar a la ayuda agroambiental -que supone 290 euros por hectárea- ha de adquirir otros compromisos ligados al medio ambiente, que en la nueva convocatoria se han endurecido hasta el punto de que muchos agricultores han optado por renunciar a ella y no pedirla. Juan Sánchez, el presidente de la Cooperativa Las Marismas es uno de los que ha preferido no cobrar ese dinero, que exige entre otras cosas el "enterrado en verde de una leguminosa" tras la cosecha. También exige -igualmente por un periodo de cinco años- una rotación del cultivo con cereales, oleginosas, leguminosas, proteaginosas u hortalizas en extensivo.

Con esta perspectiva, parece inevitable pensar que el algodón tiene poco futuro en Andalucía -donde se produce más del 98% del algodón español-. Sin embargo, la realidad es que a pesar de los pesares el algodón sigue siendo la mejor alternativa para algunos regadíos. Por ello, la principal reivindicación de los agricultores es que se permita producir con transgénicos y se autoricen fitosanitarios que permitan aumentar la producción.

En cualquier caso, en el Valle del Guadalquivir -donde se siembra la mayor parte del algodón nacional- no paran de buscar soluciones a esta escasa competitividad de su algodón que consideran que tiene una calidad y unos valores que actualmente no se están destacando lo suficiente. En este sentido, hay un grupo de trabajo que está promoviendo en el seno de la CE apoyos para que el algodón europeo sea objeto de promoción -algo que, según el experto de Asaja Sevilla Emilio Gutiérrez, ya es posible con la nueva PAC-. En concreto, y junto con el sector algodonero griego -el primer productor europeo con 250.000 hectáreas- se está buscando la puesta en marcha de una marca "algodón europeo" que se pueda promocionar en base a estas características de un cultivo de menor impacto medioambiental, no transgénico y respetuoso con los derechos de los trabajadores.

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