Opinión invitada

Pedro Parias

Una planificación hidrológica a la altura

El autor demanda proyectos que no sean "política ficción" y presupuestos acordes.

EL regadío andaluz aporta más del 65% de la producción final agraria y más del 60% del empleo agrario. Se calcula que unos 200.000 empleos (entre directos e indirectos) dependen de su actividad. Se trata, con toda seguridad, del principal subsector económico de Andalucía: no hay ninguna industria en nuestra comunidad con esa capacidad de generación de riqueza y empleo, ni tampoco tan internacionalizada, con más de 5.000 millones de exportaciones anuales en productos agroalimentarios.

Andalucía, que es vagón de cola europeo en casi todos los indicadores económicos, es sin embargo líder en producción y exportación de aceite de oliva y aceituna de mesa. También es líder en fresa, y en fruta de hueso temprano (melocotones, nectarinas…), en subtropicales (aguacate, chirimoya, mango…) y en cultivos de invernaderos. Andalucía, que desgraciadamente no puede sacar pecho de muchos otros sectores, sí puede o podría hacerlo de su agroindustria, que es competitiva, innovadora, internacionalizada, sostenible y todos esos adjetivos que tanto gustan sacar a relucir a los gestores públicos cuando hablan de los sectores productivos.

Por eso se comprende muy mal que representando lo que representa la agricultura para Andalucía -incluso para eso tan de moda que se llama la imagen de marca- nuestras administraciones pongan recurrentemente bajo sospecha y en jaque a la agricultura de riego, con políticas que lesionan sus intereses.

En estos momentos se está desarrollando el proceso de nueva planificación hidrológica de las cuencas andaluzas, tanto la del Guadalquivir, que depende del Estado, como la de las cuencas litorales, que dependen de la Junta de Andalucía, y nos llama enormemente la atención que en todos proyectos de planes, las administraciones estén contemplando para mucho de los cultivos emblemáticos de nuestro regadío unas dotaciones completamente deficitarias que cercenarán por completo sus posibilidades de futuro. Cultivos como el olivar, la fresa, el almendro, o los frutales, entre otros, están recibiendo en los planes hidrológicos de las principales cuencas andaluzas un tratamiento insensato que los condena a la pérdida de competitividad y quién sabe si la desaparición.

Un viejo sabio de mi pueblo decía que si al burro no le das pienso, a la semana deja de trabajar y a las dos semanas se muere. Si a una industria, a cualquier industria (por ejemplo, a la minería o a la de generación de energía, ambas tan de moda), no le aportas los recursos de energía y agua que necesita, se detiene y termina cerrando, o simplemente no abren. Y eso es exactamente lo que las administraciones están haciendo con el regadío andaluz, al planificar unas dotaciones que no cubren las necesidades hídricas reales de los cultivos.

Asimismo, echamos de menos en los planes unos programas mucho más contundentes y concretos para luchar contra especies invasoras como el mejillón cebra, presente en el Guadalquivir y en las cuencas atlánticas y mediterráneas andaluzas y con un potencial de daño incalculable. Las administraciones se están durmiendo en este tema, y lo que hemos tenido hasta ahora son promesas, palabras huecas y marketing.

La planificación tampoco está siendo consecuente con la importancia estratégica del regadío para Andalucía en el abordaje del problema, problemón, eléctrico, que sigue pesando como una losa al regadío. Mientras soluciones esperadas como el IVA reducido para las comunidades ó la reducción de los insoportables e injustos costes fijos regulados no llegan, la planificación debería al menos contribuir a mejorar la eficiencia energética del regadío, incentivando las auditorías energéticas, la eficiencia energética y la generación de energía renovable en el medio rural.

Igualmente, tampoco recoge la planificación un programa concreto para aumentar la regulación a través de microembalses y balsas laterales que ayudarían a regular mejor nuestras región y serían complementarias de las obras tan esperadas como la culminación de la presa de Alcolea, en la cuenca Tinto-Odiel-Piedra, el recrecimiento del Agrio en la cuenca del Guadalquivir, o la presa de Guadalmedina en el mediterráneo andaluz. Embalsar agua en Andalucía es igual a llenar un tesoro para hacer frente a las sequías y además ayuda a laminar las avenidas cuando llegan las inundaciones.

Creemos que el proceso de planificación de las cuencas andaluzas está fallando de forma general en estos temas y tememos asimismo que los programas de medidas que los acompañan están siendo presupuestados sin la más mínima verosimilitud, a través de un ejercicio de política ficción con pocas posibilidades de cumplirse, ya que los presupuestos no están garantizados. Y estamos cansados de papeles que lo aguantan todo y que acaban siendo papeles mojados que no comprometen nada. Pedimos una mayor y mejor cooperación entre las administraciones y una relación leal y no basada en la oportunidad política. Definitivamente, hay que elevar la altura de la planificación hidrológica, para que sea un proceso útil que responde a las necesidades e inquietudes de los usuarios y ciudadanos de las cuencas andaluzas, y por lo que a nosotros respecta, de los regantes andaluces.

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