Los usos potenciales del polvo o los productos deshidratados es muy amplio, como reconoce Domene. Desde colorantes naturales en preparados alimenticios hasta aditivos o saborizantes. "Incluso, podríamos preparar formatos de menús personalizados en polvo para diferentes colectivos como la tercera edad, deportistas o niños", destinados a cubrir las necesidades diarias de nutrientes, además de ingerir "determinadas sustancias bioactivas que se encuentran en mayor concentración para potenciar el efecto preventivo o saludable de las mismas", convirtiéndose en una "auténtica gastronomía molecular".

Otra ventaja que observa Domene radica en que estos productos, gracias a su amplia vida útil, pueden servir para paliar el hambre en países desfavorecidos o en zonas que hayan experimentado catástrofes naturales, convirtiéndose en aliados perfectos de la OMS o la FAO. De los destríos también se pueden extraer los "diferentes compuestos de alto valor, pues determinadas sustancias muy valiosas se encuentran en la piel, la pulpa o la semilla del fruto".

Para elaborar estos nuevos formatos alimenticios "es fundamental estabilizar algunas de estas fracciones del fruto por separado para aditivarlas como productos individuales y así potenciar determinadas sustancias bioactivas o nutrientes, incluso buscar mezclas potenciadoras de salud o preventivas para prevenir enfermedades crónicas como las neurodegenerativas, cerebrovasculares o cardiovasculares. Pero, sobre todo, reducir la obesidad de la población mundial y configurar un mundo mejor a través de alimentación más saludable", destaca Domene, que insiste en la importancia de que el sector se ponga manos a la obra antes de que otros tomen la delantera: "Turquía ya está comercializando este tipo de productos en polvo y empresas como Nestlé llevan años trabajando en ello".