Almería

Almería muestra sus carencias en la integración de los inmigrantes

  • Desde hace ocho años los incidentes que ponen en jaque una convivencia compleja, cuestionan las nulas aportaciones de las administraciones para adoptar soluciones eficaces

El Ejido, Roquetas y La Mojonera. En apenas 20 kilómetros y en menos de nueve años, las tres localidades han sido testigos de enfrentamientos interraciales, que tuvieron su origen en reacciones ante sendos crímenes. En los últimos días de enero y primeros de febrero de 2000, el asesinato de dos agricultores y de una joven en apenas una semana, desató los más violentos disturbios que se recuerdan hasta la fecha. El pasado mes de septiembre fue una discusión la que originó el asesinato de un senegalés y varias noches de destrozos en las 200 Viviendas. El pasado puente de la Inmaculada fue el municipio más joven de la provincia, La Mojonera, el que se sumó a esta lista; en esta ocasión fue un intento de robo, un nuevo crimen y unas imágenes ya conocidas. En el fondo de todos estos hechos, subyacen unas causas que tienen un resumen breve: la incapacidad de todas las administraciones por atajar los graves problemas de convivencia de unos colectivos que jamás se han integrado con la población autóctona.

En un primer momento, la falta de acceso a una vivienda digna de tal nombre, hicieron que se ocuparan cortijos impropios de seres humanos en las zonas donde se asentaban los invernaderos. En los últimos años, esa tendencia se ha cambiado por el alquiler de viviendas entre varios inmigrantes que, debido a sus escasos ingresos, se ven obligados a hacerlo en barrios determinados. Se crean guetos artificiales: los extranjeros acceden a unos pisos preparados para cuatro personas en los que se agolpan hasta veinte. La población almeriense abandona dichos lugares y de inmediato la carencia de los mínimos servicios públicos hace el resto por crear una atmósfera social que se haec difícil de respirar. Cualquier hecho que se origine en este entorno, prende una mecha que desemboca en incidentes como los que se han vivido en las últimas horas. La crisis y la falta de trabajo pueden hacer que la situación, ya de por sí compleja, corra el riesgo de empeorar.

Lo peor del caso es tratar de prever dónde surgirá el próximo: lugares como Níjar, uno de los más extensos de todo el país donde barriadas y pedanías han propiciado una mezcla explosiva de colectivos de subsaharianos, magrebíes y población de etnia gitana (con graves problemas de ocnvivencia entre ellos) o en menor medida Vícar, pueden protagonizar páginas similares en cuanto un hecho similar a los anteriores, origine un brote de violencia semejante.

Hace casi nueve años, en El Ejido, representantes políticos de uno y otro bando, se comprometieron a arbitrar las medidas para impedir hechos semejantes. Ninguna ha dado resultado, la integración sigue siendo una quimérica meta. Por cada actuación que organizaciones de inmigrantes o colectivos comprometidos con la multiculturalidad llevan a cabo, nada se hace por mejorar sus condiciones de vida y de aquellos lugares donde habitan. Lo más sencillo es apuntar al racismo, latente en cada colectivo, como causa principal de estos incidentes. Sin embargo, sus implicaciones se difuminan entre el caldo social donde se ponen de manifiesto. Es el rechazo al diferente, especialmente al que vive en una pobreza que no busca, es el que mueve a actitudes violentas que son imposibles de predecir.

Un político almeriense dijo: "a las seis de la mañana hacen falta todos los inmigrantes; a las ocho de la tarde sobran todos". Casi una década después de haber sido pronunciada, sigue tristemente en vigor.

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