Crónicas desde la Ciudad

Casa-Palacio de José Jover (II) sale mañana

  • El señorial edificio que ocupa actualmente el Archivo Municipal, consta de planta baja y principal, con fachada a las calles Arráez, La Reina y Milagro. Fue construida en 1840 a expensas del hacendado José Jover y Giral

PESE a los problemas heredados del anterior siglo XVIII, la incipiente burguesía almeriense nacida alrededor del comercio interior y exterior, vía marítima, se ve notablemente fortalecida durante el cada vez más convulso s.XIX (asonadas militares, cambios de Gobierno, guerras civiles) gracias al descubrimiento de esperanzadores ricos filones de mineral de plomo en Sierra Almagrera y a la demanda creciente de nuestra uva de mesa. Familias -de sonoros apellidos autóctonos o de origen extranjero- emparentan entre sí obedeciendo a patrones endogámicos y de las que surgen nuevos miembros con acusado sentimiento de clase social. Una burguesía superadora del Anciano Régimen, es decir, de los antiguos propietarios y terratenientes agrícolas de la Vega y localidades cercanas a la capital. Entre ellas la muy versátil familia Jover.

Mariquita Jover

María Jover y Greppi, segunda hija habida del matrimonio José Jover y María Greppi Fernández de Nalda (esta a su vez hija del comerciante Bartolomé Greppi), nació en 1832 y fue bautizada en la parroquia del Sagrario. Por razones de estudio, familiares u otras que ignoro, residía en la Corte isabelina durante el Decenio Moderado (1844-1854) y allí conoció a Martín Belda Mencía, a la sazón funcionario del Ministerio de Gobernación y diputado a Cortes por Cabra (Córdoba). La joven se enamoró perdidamente de él y la pareja hizo planes de boda en contra de la opinión de su padre que veía en el pretendiente, más allá del amor que decía profesarle, un desmedido afán por administrar la fortuna de la bella y joven Mariquita (18 años). Finalmente el matrimonio se consumó una vez superada la oposición paterna. José Garrido, biógrafo del ambicioso político egabrense, nos cuenta:

"Martín Belda había cumplido treinta años y permanecía soltero. Sintiéndose seguro en su carrera política y disfrutando de una posición económica desahogada se propuso contraer matrimonio. A mediados de 1850 se había prendado de María José Jover y Greppi, de la que apreciaba su belleza y su dinero. Mariquita, pues así la llamaba cariñosamente, era hija de José Jover Toro (equivoca Toro por Giral), rico hacendado de Almería, quien recelaba de las intenciones de Belda, pues lo consideraba un advenedizo no apropiado para su jovencísima hija de dieciséis años (tenía 18 cuando los esponsales).

A pesar de la oposición de los padres, el enlace tuvo lugar en Madrid el 14 de noviembre de 1850. Ofició la ceremonia el Cardenal de la Diócesis; la madrina fue la "Señora de Sevillano" y el padrino nada menos que el Conde de San Luis… Martín Belda pudo dejarse llevar al altar por puro interés crematístico, pero bien pronto quedó prendado de la belleza y simpatía de María. Desafortunadamente, la dicha conyugal no duró mucho. Después del nacimiento de un hijo, que murió infante, Martín y Mariquita rompieron sus relaciones, y aunque no se anuló el matrimonio de hecho, hasta el final de sus días mantuvieron vidas separadas".

El vínculo de derecho continuó aunque mantuvieron una distancia de cientos de kilómetros, uno en Madrid y la otra en Almería. Incluso al fallecer éste en 1882, María seguía ostentando el título de marquesa consorte de Cabra, concedido por Alfonso XII siete años antes; así figura en su Certificado de Defunción y en la esquela mortuoria publicada en prensa.

María Jover se refugió con su servidumbre en una casa de la calle Arráez, aledaña a la principal, que no ocuparía definitivamente hasta finalizar las obras de reparación tras su derrumbamiento. Vecina del convento de La Purísima (Las Puras insertaron una nota en los periódicos recordando los méritos de su amiga y benefactora, además de ofrecer misas por el eterno descanso de su alma), compartió horas de devoción con las monjas y llevó una vida austera. No obstante, al fallecer se encontraba, sorprendentemente, casi en la bancarrota económica. ¿Por qué?, en su desmedido altruismo y generosidad hallaremos las causas. Murió el día 28 de julio de 1907 a la avanzada edad de 75 años de edad como consecuencia de una "anemia perniciosa".

Testó antes el notario Francisco Rico, no dejó descendencia y fue enterrada en el panteón de su prima Carmen Jover. Así la despidió La Crónica Meridional:

"D.E.P. Ha fallecido en esta capital la distinguida señora Dña. María Jover y Greppi, marquesa viuda de Cabra, que entre todas las clases de la sociedad almeriense contaba con muchas simpatías".

Hundimiento y muerte

Del inmueble de planta baja y principal que ocupa un área de 835 metros cuadrados tras puntuales segregaciones de la finca matriz, no se conservan planos, proyecto ni nombre del arquitecto, aunque nos inclinamos por Juan Bautista Domínguez, quien por esas fechas reformó la Plaza de la Constitución. Por un memorándum de protesta de los herederos de José Jover y Giral ante el intento del Ayuntamiento de realinear la anchura de la calle Arráez (1872), sabemos que entre 1838 y 1840 se construyó "el edificio único de arte en la calle, de moderna construcción, valorado en más de un millón de reales", ya que este fue el plazo concedido a su propietario para "la alineación de su fachada".

Al amanecer del 9 de febrero de 1879 las campanas de la Catedral y del resto de iglesias y conventos de la ciudad tocaron a rebato. Pronto se comprobó que no era un incendio sino el hundimiento de la vivienda habitada por la viuda de José Jover. A las seis de la mañana la situación era dantesca. Un ruido ensordecedor, "como cuando se descargan varios carros de escombros; repitiéndose a los treinta segundo el mismo ruido que hizo levantarse de sus lechos a muchos de los vecinos", anunciaba la tragedia. Al ceder uno de sus pilares, la cúpula cubría el patio principal se desplazó, horadando el techo y cayendo en vertical sobre la habitación en que se hallaba gravemente enfermo el hijo mayor, y a su lado su madre, esposa y una criada. Cuando los extranjeros de los escombros vieron que los cuatro habían muerto prácticamente en el acto. Dos, horriblemente mutilados por los cascotes (la viuda de Jover y su hijo José) y otros dos por asfixia (Luisa Martínez Medinilla y Orozco, marquesa Vallmediana, esposa de aquel, y la moza a su servicio, Francisca Cózar Cortés; ambas naturales de Úbeda). Nuestra protagonista, entre alaridos, certificó la pérdida al completo de sus seres más queridos. Quedó como el suceso doméstico más horrible en los anales de Almería.

Una semana demoró el marqués de Cabra su consuelo a la afectada (en agosto regresó para unos trámites notariales):

(LCM, 15/02/1879). "Según vemos en nuestros colegas locales han llegado a esta capital los Sres. D. Martín Belda, D. Martín Botella y un hermano de la Sra. Doña Luisa de Medinilla, esposa que fue del señor D. José Jover y Greppi"

Si la casa había sido construida por D. José Jover y la hija, heredera, no hacía vida marital desde tres décadas atrás con Martín Belda ¿a qué viene llamarla de los Marqueses de Cabra, en plural?, ¿qué lo justifica, salvo el desconocimiento de nuestra propia historia?.

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