CRÓNICAS DESDE LA CIUDAD

El Cataollas y Chirigotas

  • Morapio. Aparte de la denominación de origen, color y graduación, Cataollas jamás le hizo ascosa un vaso de vino. Aunque siempre en sus bares de referencia: Tonda, El Comercial o La Campana

EL domingo anterior dejábamos al popular y eficiente Manuel Montoya <Cataollas>en su cuchitrilmaloliente y peor ventilado de la plaza San Sebastián, reparando todo tipo de utensilios domésticos: loza, barro o metálicos. Sigo con el relato, pero antes -a imagen de una costumbrista y antañona escena urbana- déjenme rememorar en detalle el entorno presidido por la iglesia a extramuros que cobija a la Patrona de lasHuertas; edificada sobre el solar que fuemorabitomusulmán y posterior de la Orden Trinitaria. Plaza que durante la II República llevó el nombre del eminente bacteriólogo español Doctor Ferrán.

Allí, un centenario árbol de hoja perenne, circundado de mínimo parterre florido, sombreaba el pedestal rematado por La Inmaculada; imagen regalada por un canónigo de la catedral urcitana que llegó a ser obispo de Cádiz.

CATÁLOGO DE NEGOCIOSEn la fachada lateral, partiendo de Puerta de Purchena, se suceden (o sucedían) la Casa de las Mariposas, Hostal Comercio (anterior Posada de los Álamos), colchonería del Pellejero, Bodega Tonda, la casa familiar de los Batlles y, esquina aGonzálezGarbín, el taller del relojero encargado de “dar las cinco de la tarde” en el cosode laAvda.deVilches; además de la consulta delDr. Paco PérezRodríguez. En la otra acera, se alineaban varias viviendas de planta baja, una tienda de cerámica, otra de cordelería, alpargatería y velas, el obrador del talabartero y el negocio de Cataollas, cuyamediana limitaba conelPorche delHerrador, sustituido porunremedo de fuente que daba el “pego” ya que jamás manó agua nib calmó la sed de ningún cristiano.

En esta confluencia de las callesGranada yMurcia, hacia 1924 abría sus puertas la dicha herrería, en la que a diario aguardaban recuas de caballerías a la espera de “calzar” convenientemente las herraduras.Derribado el porche, el chaflán fue cercado por alta tapia y una pretenciosa puerta arábigo churrigueresco y reconvertido en bazar con amplio surtido de macetas, jarras, porrones, cántaros, lebrillos y variopintas piezas de loza. El negocio era harto floreciente como consecuencia de las posadas, fondas ymesones de los alrededores, al servicio del personal desplazado desde distintos puntos de la provincia en tartana, carromatos o galeras: Los Arcos, La Estrella, Parador de Martínez, Huerto Berenguel, El Pilar, La Rosa, El Príncipe, etc.

En la cercana calle dedicada al alcalde AntonioMuñoz (antes de Las Huertas o Santa Rita), desta- caba la Tienda Asilo y la trasera del Parador deMartínez, al que se ac cedía por la c/. Juan Lirola. La Casa de Socorro instalada ya en la posguerra en el sanatorio del Dr. Sobaco Monroy (proyectado por el arquitectoGabriel Pradal), aún no se había trasladado desde la primitiva de calle Murcia. En la zona también tuvieron sus oficinas y redacción diversos periódicos, en distintas ápocas: El Urci- tano, Revista de Almería, El Eco, El Faro, El Mediterráneo, El Diablo o Emancipación.

CANTE POR SAETASQue JuanMontoya era un guarro que no se lavaba ni por prescripción facultativa, no admite discusión. Y que le gustaba el vino sin distingos de color o graduación, tampoco. Y que frecuentaba Casa Tonda, templo donde adorar al Dios Baco,menos Ahí, además de Valdepeñas, Albuñoz o manzanillas sanluqueñas (antes con mayor demanda que ahora), el gaznate no le hacía ascos a cualquier caldo con “denominación de origen almeriense”, de Adra (el del Trell ya lo cantaba Concha Piquer) al Alto Almanzora. El Cataollas no era derrochador, nimucho menos, aunque pudiera permitirse trasegar tintos y claretes sin medida. Cosa que solía hacer al dar demano amediodía. Y por lasnoches -fuesenono finesde semana- enElComercial, al comienzo de Rambla de Alfareros.Omejor aún, en la Plaza del Carmen, donde Manuel Sánchez regentaba La Campana y fidelizaba a la clientela con una radiogramola de alta gama donde se escuchaba gratuitamente a los grandes del Flamenco. Sin sospechar que casi un siglomás tarde el ArteAndaluz por excelencia sería declarado Patrimonio Inmaterial Cultural de la Humanidad por la UNESCO. Ni la Niña Dormida lo habría predicho:-En los dos se está fresquito en su terraza -comentaba el ínclito personaje- y la radiogramola es fetén, además me ha dicho mi amigo Manolo que ha recibido nuevos discos de Marchena, Angelillo y la Niña de los Peines. No sé hasta qué puntoCataollas sería buen cantaor (no confundir con el Mediaolla, un camarero fenomenal por seguiriyas y fandangos), pero me aseguraban que al llegar Semana Santa su voz se escuchaba poderosa “por saetas” frente al bar LaMacarena, del rejoneador Fermín Cañadas, en la calleReal con puerta al Lugarico.

EL CHIRIGOTAS

Para conocer en detalle las andanzas del jovial Chirigotas (mote debido posiblemente a sus escarceos carnavaleros) es preciso leer <AquellaAlmería>, curioso,enriquecedor y delicioso libro del Dr. Francisco Giménez Fernández, conlaboratoriodeanálisis clínicos en Puerta Purchena, junto al barrestaurante Imperial.Noobstante, metomolalibertaddeponderar su amistad con nuestro personaje central. En los chateos cotidianos, Cataollas se hacía acompañar de un colega (El Chirigotas) que bien podría ocupar un capítulo aparte.

Décadas atrás, al caer sobre la vertical de la ciudad unas de aquellas tormentas con las que lameteorología nos “obsequiaba” inmisericorde por elmes de septiembre, la Puerta de Purchena se hacía intransitable, un auténtico lodazal.

Cruzar de una acera a otra eramisión imposible salvo que te embarraseshastalacintura.Yahí surgió la visióncomercialdenuestrosimpático tipo: montó un servicio de calzada a calzada para peatones, a pie enjuto. Para ello se valió de un carro tirado por un pollino tan poco entrado en carnes como élmismo, famélicoy sinunpiensode cebada que llevarse a la boca. Cobraba una “perra gorda” (el que tenga curiosidad por la periclitadamoneda derivada de la peseta otro día se lo explico) y en el precio se incluía el cachondeo del personal.Variosmendas se sentaban en la parte trasera, haciendo tal contrapeso que el borrico no podía soportar tamaño desequilibrio. Asno, carro y auriga se levaban del suelo al tiempo que el concesionario del transporte exclamaba a grito pelado,mientras aleteaba con los brazos y exclamaba con pavor: Que me rimonto, que me rimonto…Y desde entonces al sobrenombre artístico se le añadió este apéndice, ahora con nombre compuesto: Chirigotas -que me arrimonto.

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