Coronavirus Almería

Así ha cambiado la vida en un barrio de Almería tras el estado de alarma

  • Con los establecimientos cerrados, el día a día se limita a salir para comprar productos de primera necesidad 

  • El ajetreo de las calles muere en favor de un silencio sepulcral en el que los ciudadanos se separan al pasar junto al otro

  • La capital garantiza la atención a los más necesitados

Un establecimiento de la capital durante los primeros días de cuarentena.

Un establecimiento de la capital durante los primeros días de cuarentena. / Javier Alonso (Almería)

Despiertas, y si existe alguna necesidad imperiosa, sales a la calle, apenas te cruzas con alguien que se dirige a comprar productos de primera necesidad, otros que acuden al trabajo, alguien que saca a pasear al perro y unos pocos coches circulando, y desde hace unos días, con tan solo una persona en su interior. No queda otra, salvo algún alguna excepción, hacerlo acarrearía multa.

Todo ha cambiado en los barrios de la capital almeriense y en los del resto de España. Y nada será lo mismo hasta dentro de un buen tiempo, probablemente, ni aunque se haya superado el estado de alarma. Ya lo avisó el Gobierno anunciando que lo que queda no será menos complicado.Los padres ya no acompañan a sus hijos al colegio al son de canciones o de lloros ni los estudiantes ocupan las calles durante los recreos con el bocadillo o bollo en  mano. Ese soniquete se ha perdido. Se ha generado un ambiente de película. Una especie de ‘28 días después’ de espacios vacíos pero sin el temor desbordado que estas cintas proponen.

Cola para comprar tabaco en Calzada de Castro. Cola para comprar tabaco en Calzada de Castro.

Cola para comprar tabaco en Calzada de Castro. / (Almería)

Se respira un aire distinto, de hecho, al circular menos coches, metemos en nuestros pulmones la mejor calidad de aire desde que existen registros. Pero, ¿de qué vale si la mayoría de la población está confinada? Y si se sale, hay que cumplir con la normativa establecida por el estado de alarma.

Por ejemplo, acudes al estanco, que por ley también siguen abiertos, pues hay que entrar por turnos, tan solo una persona en el interior. Para que se consiga respetar, su puerta y cristalera tiene varios folios con el mensaje para que quede claro. Y dentro, los trabajadores llevan puestas mascarillas y guantes y han colocado un cordón para que nadie se acerque a menos de un metro: “No nos queda otra, estamos muy expuestos y no queremos que esto se pueda convertir en un lugar de contagio, pero respetando las señalizaciones estamos seguros de que no pasará nada”, explican en el estanco Calzada de Castro. 

Quioscos cerrados debido a las pocas ventas. Quioscos cerrados debido a las pocas ventas.

Quioscos cerrados debido a las pocas ventas. / (Almería)

Puedes decidir entrar a alguna tienda de alimentación de las de toda la vida. Sucede lo mismo, al inicio de la cuarentena obligada, la gente acudía en masa, pero conforma han ido pasando los días el tránsito hasta estos establecimientos se ha ido espaciando en el tiempo. Y la conversación siempre es la misma. “De que cada día hay más casos, de que no sabemos hasta cuando va a durar esto y preguntar por la familia, porque a muchos de los que venían antes a comprar ya no lo hacen, son mayores y se quedan en sus casas, así que los familiares más jóvenes son los que hacen la compra”, explica María, que tiene uno de estos establecimientos en Nueva Almería.

Te encuentras a algún trabajador de la limpieza y lo saludas, algo que seguramente no hicieras con anterioridad a no ser que lo conocieras. Pero ves tan poca gente por la calle que existe la sensación de vivir en un pequeño pueblo, y en los pueblos se saluda a todo el mundo. Y de repente piensas, ¿me hace falta algo para la casa? Y te das cuenta de lo que deberías estar haciendo, precisamente, es estar en casa. Y ahí se acaba tu paseo por la calle, ese que solo debería ser para acudir a comprar comida o medicinas. Almería está siendo responsable y el que no, pues multa. Ya son más de un centenar las faltas que ha impuesto la Policía en la ciudad. Este es un trabajo de todos porque estamos ante una enfermedad de un contagio máximo que puede poner en riesgo la vida de muchos seres queridos. De ahí que los barrios hayan perdido su esencia.

Imágenes casi diarias en distintos horarios junto a la estación de autobuses. Imágenes casi diarias en distintos horarios junto a la estación de autobuses.

Imágenes casi diarias en distintos horarios junto a la estación de autobuses.

El olor del café por las mañanas que rezuman los bares ya no existe. Aquellos que necesitan comprarse un camisa para salir a tomar algo en fin de semana no pueden hacerlo porque ni hay bares abiertos ni tiendas de ropa para comprarlos.“No es una situación deseada, nunca había vivido una situación así y cuesta acostumbrarse. El barrio ha cambiado pero volverá a ser como antes si todos cumplimos las reglas impuestas”, explica Antonio Ruiz, vecino de la Avenida de Montserrat.

Aun en estado de alarma, hay ciertos colectivos que se ven obligados a estar en la calle en pleno estado de alarma. El derecho a la información de los ciudadanos hace que medios de comunicación desarrollen su trabajo y, por ende, también deben abrir los quioscos, por ejemplo.Pero esta es una historia distinta a lo que está sucediendo con establecimientos como los de alimentación, abarrotados día tras día y con unas ganancias que superan a las que venían registrando. Muchos almerienses y el resto de la población en general entraron en un estado de histeria que les han llevado a vaciar supermercados enteros a pesar de las indicaciones tanto del gobierno como de las propias firmas insistiendo en que la entrega de alimentos y productos de primera necesidad está garantizada.

En el otro lado de la moneda se sitúan aquellos que realizan su trabajo pero sus ventas caen hasta el punto de que pueden llegar a tener pérdidas y, además, están expuestos al contagio del coronavirus: los quiosqueros.“En realidad nuestro sector está pasando una doble pandemia, porque estamos expuestos para ser contagiados y aunque estemos abiertos, las ventas están siendo muy escasas hasta el punto de llegar a tener pérdidas”, explica Juan Miguel, que trabaja en el quiosco situado entre calle Santiago y Blas Infante.

“Estamos muy expuestos, he puesto una mesa como referencia para que la gente no se acerque pero hay veces en las que no se respeta y se debe llamar la atención”, subraya. Antonia Olivares trabaja en el quiosco Olivares, en el barrio de Oliveros. Su situación no dista en nada de la de Juan Miguel. “No vendemos ni cromos”, explica. “Nosotros estamos autorizados a abrir, pero no estamos vendiendo prácticamente nada y si hay alguna ayuda yo no pillaría nada. Si dicen que no salga la gente, ¿a quién le vendemos?. En esta época van a ser gastos, no beneficios.

“Todo lo que sobra... la distribuidora machaca, machaca, machaca, han traído hoy dos albaranes de casi 200 euros en pasatiempos ¿Cómo vamos a facturar si no vendemos? Si lo poco que se vende son los periódicos y cada vez menos. Los primeros días sí se vendieron pero desde entonces se ha ido reduciendo”, argumenta Antonia. Y es que en un mundo donde la tecnología comienza a gobernar, los quioscos siguen resistiendo los fuertes envites de Internet y las redes sociales, la prensa sigue plantada en los quioscos de todo el mundo intentando aportar rigurosidad a la desinformación que surge en la red de redes. Todavía siguen habiendo miles de personas que se acercan diariamente para comprar su periódico o revistas y los más pequeños compran cromos para rellenar álbumes de fútbol, o están aquellos que prefieren una colección de libros o de cd’s físicos. Esto difícilmente se puede ir perdiendo.

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