56 años del accidente nuclear de Palomares

José Herrera: "Decir que no hay riesgo es dotar al plutonio de presunción de inocencia”

  • El investigador almeriense, autor de varias publicaciones y el documental Operación Flecha Rota, no cree que la que la emisión de la última serie vaya a cambiar "el desdén y la indolencia política”

José Herrera acaricia el lomo de la bomba entera que apareció junto al río, expuesta en el Museo Nacional Atómico de Albuquerque, Nuevo México. A su lado Juan Carlos Romera graba imágenes para el largometraje documental “Operación Flecha Rota”

José Herrera acaricia el lomo de la bomba entera que apareció junto al río, expuesta en el Museo Nacional Atómico de Albuquerque, Nuevo México. A su lado Juan Carlos Romera graba imágenes para el largometraje documental “Operación Flecha Rota” / Jara Venegas

Sin pertenecer a ningún organismo científico, José Herrera Plaza se ha convertido en una de las voces más autorizadas para difundir la realidad del accidente nuclear de Palomares. Así queda demostrado en sus publicaciones, exposiciones, en el documental Operación Flecha Rota (2008) y en sus repetidas reivindicaciones ante las administraciones para que tomen conciencia de un problema real.

Después de haber realizado durante años varias publicaciones, un documental y una colaboración reciente en la serie de Movistar. ¿Hasta qué punto cree que se conoce la verdad de todo lo que ocurrió en Palomares durante y después del accidente? ¿Siguen existiendo secretos, falsos mitos y leyendas?

No se conoce la verdad de todo, ni siquiera una buena parte. La labor oscurantista de la dictadura y de los gobiernos democráticos, 56 años más tarde, ha sido muy efectiva en la construcción de la ignorancia sobre lo acaecido. Eran años de Guerra Fría, de máximo secreto militar, con arsenales nucleares de locura. Donde además se movían cifras astronómicas de muchos miles de millones en juego en la industria nuclear incipiente con tecnología de las grandes multinacionales norteamericanas (General Electric, Westinghouse…). Toda publicidad negativa sobre el tema era silenciada.

Siguen existiendo secretos, así como falsos mitos y leyendas varias que permanecen indelebles en la memoria colectiva. La inmensa mayoría no lee la reciente historiografía, con los descubrimientos que contradicen la faceta legendaria del accidente.

Sabemos que la historia la escriben los vencedores. En aquel episodio, los vencedores fueron los Estados Unidos (EE.UU.) y la dictadura de Franco; los perdedores: los vecinos de Palomares y Villaricos. El relato de lo sucedido fue confeccionado como un traje a medida de sus intereses. Tanto por las personas que vivían a 500 km., como por EE.UU., siempre ajenos a los riesgos a la salud de los afectados y a su derecho a vivir en un entorno libre de radiactividad.

Las investigaciones del Ciemat reiteran que el nivel de radiación es insignificante y no existe ningún riesgo en Palomares. ¿Está de acuerdo?

Ese estribillo, esa cantinela, viene repitiéndose miles de veces desde hace 56 años. El que no existe ningún riesgo para la población está dentro del protocolo de todo accidente nuclear, de toda área radiactiva conocida. Es lo que se dijo en el accidente de Moncloa en 1970; lo que repetían las autoridades rusas en Chernóbil y lo que se dijo a los que vivían alrededor de Fukushima. Es de manual. Según sus usuarios, es por nuestro bien; para no sembrar el pánico.

El privar a los ciudadanos de una información veraz sobre su entorno, de participar en las decisiones, como está legislado (Convenio Aarhus), el mantenerlos en la ignorancia, construyendo una historia impostada, es por el bien de los vecinos, no por los intereses de los poderosos, de la industria nuclear, ni por su comodidad y permanencia.

En 1966 la mentira era total: “No hay radiactividad”; “No existe ningún riesgo”. Incluso lo seguían repitiendo después de haber respirado polvo radiactivo, en los primeros 7 días, los guardias civiles, la población, la tropa estadounidense, sin haber tomado ninguna medida de radioprotección. Seguían con la misma frase cuando, tras hallar la bomba perdida en el mar, les dejaron varios kilogramos de plutonio y uranio, después de una descontaminación simbólica, o cuando los dos gobiernos firmaron un acuerdo de investigación sobre 1.200 personas, para ver cómo se transferían los isótopos radiactivos a sus pulmones al volver arar los terrenos, o cuando volvían los vientos, en el llamado “Proyecto Indalo” (1966-2009), o cuando aparecían niveles altos en los análisis, tanto en España como en EE.UU y estos –solo estos– eran invalidados.

No es maná del cielo lo que les cayó el 17 de enero de 1966. Quienes han afirmado y afirman la ausencia de riesgos, están de manera falaz, dotando al plutonio de presunción de inocencia, de inocuidad. Nos referimos a una de las sustancias más tóxicas y peligrosas conocidas por la humanidad. Capaz de contaminarnos con solo la décima parte de una millonésima de gramo, que es una partícula microscópica, imposible de ser observada a simple vista. El tener un cóctel de isótopos de plutonio (238, 239, 240 y 241), más americio y uranio enriquecido en 26 hectáreas de las 41 valladas, no es cuestión baladí.

La situación en Palomares está fuera de las leyes nacionales e internacionales. Es un hecho incuestionable. ¿Dónde está el Estado de Derecho para los afectados?. Es una vergüenza que arrastra esta democracia desde su constitución, un maltrato de los poderes centrales (Madrid, Sevilla) siempre lejanos, indolentes con la periferia. Mientras que exista esa radiactividad esturreada en Palomares, Villaricos y parte del término de Vera, existirán los riesgos para su población y el medioambiente. Los riesgos son insoslayables de su simple presencia. Lo único veraz es que, para quienes no existen riesgos para ellos ni para sus familias, son para los que lo han proclamado durante más de medio siglo, morando a 500 km. de distancia.

La descontaminación radiactiva requiere una inversión importante, pero nada del otro mundo. No sé si hay más freno político que económico. ¿Qué lo ha impedido? 

Existen en España 6 zonas radiactivas reconocidas. Excepto una, que se ha descubierto hace poco en Madrid y Toledo, el resto tienen varias características en común que permiten responder a su pregunta: todas están en la periferia peninsular, son zonas anteriormente pobres y se encuentran a varios cientos de kilómetros de Madrid. Andalucía ostenta el dudoso honor de la región peor tratada con 3 (2 en Huelva y 1 en Almería). España es una, grande y libre, pero solo para los actos institucionales y los soberanistas. La realidad es otra, basada en el déficit institucional de un poder central y autonómico centrípeto.

La excusa que ponen para su inacción es que hay que esperar al país causante; que no hay en España lugares donde almacenar el plutonio, cuando existen alternativas fáciles que se obvian de forma intencionada. Desde hace años, varias personas hemos dado otras soluciones, como la creación de un almacén temporal individualizado. Se situaría en el cementerio del Cabril, al igual que el que tienen todas las centrales para sus peligrosos residuos en forma de piscina. Estos residuos podrían llevar un rótulo: “Propiedad del Gobierno de los Estados Unidos”, a la espera de la devolución a sus legítimos dueños

La verdad es que a nuestros políticos no les importa lo que sucede a 500 km. Ellos tienen otras prioridades. El artículo 45 de la Constitución lo deja claro: Todos tienen el derecho a disfrutar de un medio ambiente adecuado para el desarrollo de la persona, así como el deber de conservarlo. Los poderes públicos velarán por la utilización racional de todos los recursos naturales, con el fin de proteger y mejorar la calidad de la vida y defender y restaurar el medio ambiente.

¿Por qué crees que no se ha desarrollado el Plan de Rehabilitación de Palomares (PRP) que promovió Ciemat y aprobó el CSN en 2010? ¿Y por qué se cambiaron los criterios radiológicos en las posteriores propuestas?

Porque el Consejo de Seguridad Nacional no ha desarrollado el PRP, que era un plan preliminar. Era su obligación, como único organismo competente en materia de seguridad nuclear y protección radiológica, tal como reza el art. 1 de su fundación. También dice que es independiente en teoría, como el Constitucional, el Supremo… Pero en este santo país todo el tejido administrativo y social se halla invadido y controlado de manera metastásica por la partitocracia. Sus consejeros, con generosas prebendas, son nombrados por los partidos en el poder y nadie muerde la mano de quien le da de comer. Si no hay voluntad política, el CSN no se mueve. Si no, dejan de salir en las fotos.

La serie reciente de Movistar ha permitido crear más conciencia sobre el problema y la necesidad de pasar página 56 años después del accidente nuclear, ¿cree que estamos ante una oportunidad de conseguirlo que no se ha tenido antes?

Con sinceridad, no creo que vaya a cambiar el desdén y la indolencia política hacia este asunto. Mientras que siga este modelo y estos políticos, sin una nueva ley de financiación de los partidos, sin una mínima independencia de algunos organismos superiores del Estado de los poderes económicos, sin la vindicación y protagonismo de los propios afectados, la situación radiológica de Vera, Palomares y Villaricos estará sometida al ineludible quebranto del olvido. Pero tal convicción no va a evitar que sigamos señalando el abandono y la hipocresía de nuestros gestores, gritando que ya está bien, que esa área merece vivir sin radiactividad.

¿A qué cree que se debe el silencio reinante en el aérea afectada desde hace 37 años?. En caso de una descontaminación efectiva, ellos serían los principales beneficiarios, entonces ¿por qué no se movilizan?

El accidente que padecieron fue único en el mundo. Aunque no hubiese explosión nuclear, no había caído ninguna bomba en una zona habitada desde 1945. También ha sido única en el mundo la respuesta de los afectados en más de medio siglo, salvo las movilizaciones de 1967 y 1985-86. Casi siempre ha imperado la ley del silencio. La respuesta de todos los gobiernos desde 1945 ante los afectados por la radiactividad, ya sea de manera directa o indirecta, ha sido a medio y largo plazo de indolencia y abandono. Por ello la extensión del término japonés hibakusha a cualquier persona de cualquier parte del mundo que viva o haya vivido en esa situación.

Para luchar contra el olvido y desamparo de sus gobiernos, se crearon organizaciones de afectados en defensa de su salud. Así comenzaron en Japón a partir de los años 50. Después se creó la de miles de soldados que fueron usados como cobayas humanas en las pruebas nucleares de los EE.UU. (Nuclear Association off Atomics Veterans USA). Igual sucedió en Francia (Association des Vétérans de Essais Nucléaires), en Inglaterra, Maralinga (Australia), Ucrania (Chernóbil), etc. Incluso los veteranos soldados norteamericanos de Palomares se han movilizado y han conseguido apoyos suficientes para que les sea reconocida por la Justicia “la duda razonable” a muchos de sus cánceres, algo que no ha sucedido en España para los que se quedaron toda la vida en las zonas contaminadas.

Palomares es la excepción de los hibakushas. La pusilanimidad y el silencio son dos de sus constantes. Como los dos pilares de su economía: la agricultura y el turismo, son sensibles a la existencia de la radiactividad, pues en vez de atacar la causa y terminar de una vez con el problema, se silencia al que quiere levantar la voz. ¿Qué legado medioambiental se les está dejando a las generaciones futuras?. Del silencio e inhibición institucional, al silencio de la población, que huye de los daños a corto plazo de una vindicación popular, frente a los innegables, eternos, beneficios de una descontaminación completa y eficaz.

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