Imagínense un pueblo de menos de mil habitantes. Ya es difícil encontrarse multitudes en sus calles. Pues piensen qué está siendo de ellos en una situación actual. El miedo provocado por el coronavirus está más que justificado, la mayoría de estas personas, al ser de avanzada edad, se encuentran en el rango de riesgo por contagio.
Así que es difícil ver a un mayor salir a la calle, pero aún así, muchos no tienen otra forma de hacerlo. Es el caso de Manuela, en Doña María, su marido, diabético y de 76 años. Son sus hijos quienes les abastecen de alimentos, pero sin entrar en casa, desde la puerta, pero no siempre es posible y en ocasiones deben ir a la farmacia para recoger sus medicamentos exponiéndose.
Se trata de municipios en riesgo de despoblación con pocos vecinos que durante este tiempo deben permanecer en cuarentena. Y si la única vida social de estos pueblos era cruzarse con un vecino, ahora no pueden hacer ni eso. Si la soledad en los mayores ya es triste de por sí, el mal es peor cuando no puedes salir a la calle aunque sea para charlar dos minutos con el vecino.En la Comarca del Nacimiento existe muchos pueblos que no llegan al millar de habitantes, así que desde hace muchos años, el pan llega en furgonetas procedente de otros pueblos mayores como Abla o Fiñana.
Uno de estos panaderos es Antonio del Rosal. Ese es el único momento en que los vecinos se juntan. Eso sí, Antonio tiene muy claro que se debe respetar la distancia de seguridad y hacer el reparto cumpliendo el protocolo, protegiendo el pan y con guantes puestos.De hecho, hay municipios que han pedido a la gente que tiene allí establecida su segunda residencia que no acudan, pues esta sí que puede ser una posible vía de contagio para los mayores de estos pueblos.
Seria una tragedia un contagio debido a su edad .Y mientras tanto, los que tienen tierras con hortalizas, realizan salidas cortas para atender sus tomates, pimientos o lechugas. Es una actividad permitida por el Gobierno dentro del Estado de Alarma. Eso sí, se debe hacer en solitario, evitando el contacto otras personas y en cortos espacios de tiempo, de lo contrario, podrían recibir llamadas de atención de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Hay municipios como el de Laroya que se adelantaron incluso a las medidas impuestas por el Gobierno.
Es el caso de Laroya, su alcaldesa, tres días antes de decretarse el Estado de Alarma, ya había cerrado cualquier posibilidad de que se siguiera adelante con la actividad del turismo rural. Le cerró las puertas a la actividad para evitar que sus vecinos se contagiaran de esta forma.
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