Almería

La aventura de un almeriense centenario que hizo las Américas

  • Francisco Pérez nació en 1907 en La Huelga y con 103 años aún conserva una memoria y una salud inquebrantables

¿El Presidente de Italia? "Berlusconi; pregunte más". ¿De Alemania? "Wulff; pregunte más". La memoria prodigiosa de Francisco Pérez, nacido el día 8 de septiembre del año 1907 en la barriada de La Huelga, término municipal de Sorbas, es tan portentosa como la analítica que le acaban de hacer en el consultorio médico: se corresponde con la de un niño de diez años, cuando él acaba de cumplir los 103. De zagal, Francisco Soler faenaba en el campo, no había tiempo para la escuela ni suficiente economía. Ya de mozo, hala, a Barcelona, a buscar un medio de vida más holgado, con menos penas. Trabajaba en una empresa con una hormigonera y en la hora de fumar, del bocadillo, el capataz le enseñó a leer y escribir.

En el año 1925, Carlos Gardel embarcó en el 'Conte Verde', el mismo barco en el que cinco años más tarde, en 1930, Francisco Pérez sacó pasaje de polizón porque no tenía papeles, cosas de la vida. Él partió de Barcelona mientras que el resto de la familia, excepto su padre que no quiso marchar, lo hicieron desde Almería. Tras incómoda y larga travesía arribaron al puerto de Mar del Plata, ciudad en la que Francisco encuentra trabajo en Bunge & Born, una importante firma de cereales considerada como la corporación más poderosa e influyente del país, donde pasó dieciocho años manejando una máquina limpiadora de cereal, "fue la época cuando mandaban el cereal para acá" . ¿El Presidente de Francia? "Sarkozy; pregunte más". ¿El de España? "Zapatero; pregunte más".

Con unos cuantos ahorros, Francisco y uno de sus cuñados compraron una panadería en la ciudad General Juan Madariaga, provincia de Buenos Aires. "Antes de contarle lo que hice después, déjeme que le explique por qué aquí hablaban mal del trigo argentino, le decían trigo en malas condiciones y no. Resulta que los galpones estaban repletos, no cabía un grano más, y hubo que hacer almacenes provisionales afuera, en el campo. En alguno de ellos cayó agua y el que enviaba los sacos mezcló los secos con los húmedos y llegaban aquí estropeados. El trigo argentino es, si no el mejor, uno de los mejores del mundo. Una vez que se dieron cuenta de aquello, todo el trigo que llegó era bueno, muy bueno." Francisco Pérez se hartó de la quemazón en la frente que provocaba el horno de la panadería, así que dedujo que aquello no era lo suyo "entonces puse autos de alquiler, también compraba y vendía coches o camiones". Así discurría su vida de comerciante, hasta que cumplidos los 42 años contrajo matrimonio con una joven argentina, Juana Elías, cuyo padre era libanés. "Ya me quedé allí y no salí más pese a que todos los días uno piensa en regresar a España". Cuatro varones y dos hembras: Susy, Mirta, Berta, Alejandro y Francisco, la descendencia argentina de un nativo de La Huelga, municipio de Sorbas, provincia de Almería.

"De Lubrín a Zurgena/ hay una laguna clara/ donde lavaba las penas/ cuando de ti me acordaba. Qué se yo, este era un refrán que decíamos cuando éramos chicos. Siga no más preguntando". ¿El de Venezuela? "Chávez; pregunte más". ¿El de Bolivia? "Morales; pregunte más". De General Juan Madariaga, Francisco viajaba ida y vuelta a Mar de Plata "con una camioneta traía marisco, pescado, y salía a venderlo a Miramar y Villajesel, ¿lo conoce usted?". Francisco luce un elegante jersey de rombos, atornilla la mirada de sus ojos ágiles en los de su interlocutor. Parece querer encontrar una respuesta, a la par que busca en la memoria. "Le voy a contar una cosa que parece no venir al caso: nosotros, mi madre, mi hermana y yo, vivíamos ¿conoce usted Antas?, pues el doctor de Antas, en su casa servía mi madre, compró un cortijo en Las Zorreras y entonces allí vivíamos todos porque el médico ya estaba jubilado. El médico estaba por escriturarnos la propiedad. En Almería, cerca de la plaza de toros, tenía una manzanita entera que me mandaba a mí a cobrar el alquiler. La cosa es que el hombre estaba a punto de pasarnos todo eso a nosotros, pero cuando cayó muerto no habló nada. Entonces vino un hermano y se hizo cargo; no sabíamos qué iba a hacer el hermano, nos llamaban a Buenos Aires y ahora parece que el cortijo pasó al municipio porque el hombre se murió sin tiempo de escriturar y capaz que las casas la quedaron los que vivían en ellas".

¿El Presidente de Estados Unidos? "Obama; pregunte más". ¿El de Paraguay? "Lugo; pregunte más". ¿Y de Brasil? "Lula, pero ahora será Dilma; pregunte más". Pilar, hija de Francisco incorporada a la conversación, apunta que "mi padre tiene una foto de su padre, Agustín Pérez Navarro, en un cuadro. Se llevó la fotografía en un viaje anterior; todas las noches, antes de acostarse, la mira un rato". Francisco hijo, también presente en la charla dice "el GPS es él, ayer salimos y nos guió por dónde íbamos". En el entretanto, Francisco Pérez ha hecho cuentas "Argentina es cinco veces España en extensión; Argentina es el granero del mundo, manda cereales a muchísimos países, tiene tierra fuerte, rica. Lo del trigo que vino feo lo digo para que el Gobierno español sepa que la culpa fue del que lo embarcó y que aquello pasó y pasó".

Ahora le pregunto yo, dígame ¿cómo ha encontrado después de tantos años a Almería? "Cuando estábamos con el médico de Antas en Huércal de Almería teníamos un charré de caballos y nos íbamos a Almería, cerca de la iglesia había una posada que le decían 'Los Álamos' y yo me paseaba por la Puerta Purchena, no recuerdo que hubiera ninguna casa como rascacielos en aquella época. Ahora es una cosa que no tiene comparación. Torrecárdenas y todo eso era campo, y por la ramblilla iban los carros cargados de barriles de uva al puerto". Francisco Pérez nota cambiada la agricultura, dice el buen hombre que se ven muchos olivos, que aquí el terreno es muy cortado, que en zonas de Argentina hay miles de kilómetros lisos como la palma de la mano, llanos".

A ver, ¿el Presidente de Uruguay? "Mújica; pregunte más". Francisco Pérez se pone la gorra que le cubre la cabeza del sol al salir al zaguán. Pasos cortos, pero firmes; figura erguida; mucha vida vivida; nadie apostaría un peso a que este hombre tiene 103 años. Que Dios le guarde otros tantos.

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