Almería

El frenazo del ladrillo y las limitaciones del campo asfixian a los extranjeros

  • Este colectivo se ha multiplicado por cuatro en los últimos cuatro años en La Mojonera

El denominado 'milagro almeriense' que ha experimentado la provincia en las últimas cuatro décadas y que le ha valido pasar de la penúltima posición en el ranking nacional en Producto Interior Bruto a la vigésimo octava plaza se ha sustentado, en gran parte, en el auge que ha registrado la población almeriense en este periodo.

Y la realidad socioeconómica actual de la provincia tiene, como uno de sus pilares principales, la inmigración. Sólo en los últimos diez años, la población de nacionalidad extranjera censada se ha multiplicado por diez, pasando de los 13.260 contabilizados en 1998 a los 130.149 que registra el padrón del 1 de enero de 2008.

La progresión experimentada por La Mojonera en este sentido no le va a la zaga, pues el número de inmigrantes se ha multiplicado por cuatro entre 1998 y 2007, representando el 27,5% de la población local.

Además, hay que tener en cuenta que estos datos son los oficiales, recogidos en el Instituto Nacional de Estadística, a los que hay que añadir la población extranjera no censada porque carece de los pertinentes papeles.

Con esta base de partida, es justo reconocer el mérito que le corresponde a este colectivo poblacional para que la Almería que hoy conocemos se haya convertido en una de las provincias más dinámicas de Andalucía, consolidándose como uno de los motores económicos y ejemplo en exportación, sobre todo, gracias a que ya vende sus productos hortofrutícolas en la cuarta parte del mundo, concretamente, en una cincuentena de los 192 países existentes en el globo terráqueo.

La regularización que se puso en marcha en 2005 en toda España supuso el trasvase de alrededor de 18.000 trabajadores inmigrantes del campo a la construcción. Ahora, con el sector del ladrillo en caída libre, ese grueso de población activa ha buscado refugio en el invernadero. Pero el techo de esta actividad económica, que en principio está manteniendo el tipo frente a la crisis, se encuentra en unos 50.000 trabajadores en las épocas de máxima producción.

Una cifra que, aunque aún no se ha conseguido, sí supone que muchos parados se hayan quedado sin ese supuesto refugio. La situación se agrava cuando este colectivo laboral no posee una cualificación que le permita optar por otras alternativas de trabajo.

En un principio, los subsidios por desempleo, para aquellos con papeles, se situaba, en último término, como la salida para 'ir tirando' mientras buscaban otro empleo. Sin embargo, para quienes han cobrado sus peonadas en dinero contante y sonante, no hay opciones, salvo esperar o regresar a sus países de origen. Y el goteo de este éxodo ya ha comenzado.

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