Coronavirus Almería

  • Los enfermeros de los centros de salud se despliegan desde hace días por los pueblos de toda la provincia en la vacunación a domicilio con la primera dosis para los grandes dependientes, inmovilizados y convivientes mayores de 80 años

Cuando la inmunidad llama a tu puerta

Equipo de vacunación en Huércal Equipo de vacunación en Huércal

Equipo de vacunación en Huércal / Javier Alonso

Escrito por

· Iván Gómez

Redactor Jefe

A las ocho y media de la mañana parte del centro de salud de Benahadux un Toyota C-HR con un equipo móvil de vacunación formado por Liliane López Sánchez, Fernando Pérez y Rocío Quijano. La banda sonora del híbrido de tono grisáceo podría ser “cuando la vacuna entra por la puerta el virus salta por la ventana”, una versión pandémica del inolvidable primer álbum de El Último de la Fila. Encajaría a la perfección con una intensa jornada, la del martes, en la que dieron una veintena de saltos por los municipios del Bajo Andarax para inyectar a domicilio la primera de las dos dosis de Pfizer-BioNTech a inmovilizados, grandes dependientes y convivientes mayores de ochenta años. Desde hace dos semanas la inmunidad llama a la puerta de cientos de almerienses que viven encamados, sin posibilidad de desplazarse a los consultorios y otros puntos fijos, gracias al esfuerzo de los enfermeros de los centros de salud de la provincia que ya se han unido a los equipos de vacunación iniciales para escribir una de las páginas más importantes de la historia sanitaria del siglo en la batalla de la humanidad contra el coronavirus.

Vivimos en un eterno presente sin futuro, sin planes por la pandemia y la ilusión por cambiar esta triste realidad brota también en aquellos que viven postrados en una cama ya sea por su avanzada edad, un accidente o una enfermedad. Entre achaques crónicos y medicamentos, reciben la vacuna con ilusión porque necesitan tranquilidad y dignidad después de un año de incertidumbre y, sobre todo, miedo a que una infección por la COVID-19 apague definitivamente la luz. Los enfermeros visitan a primera hora una casa en Benahadux, otra en Gádor, después hacen escala en Rioja. Sin pararse ni a desayunar para no retrasar la programación, prosiguen con la residencia de Pechina en la que inoculan una dosis del fármaco Comirnaty de Pfizer-Biontech a un interno de nuevo ingreso que permanecía hospitalizado cuando completaron los geriátricos y a continuación otros tres domicilios en Viator. A media mañana, en torno a las once, aparcan a las puertas del consultorio de Huércal para recoger al enfermero Manuel Alcaraz con el que recorrerán una decena de puntos a un ritmo frenético.

En cada localidad suelen recurrir a un profesional que les ayuda en la localización de los pacientes con los que, además, tiene una relación previa, conoce sus patologías y facilita la comunicación. En Rioja les acompañó Merichel y este lunes hicieron recorrido en Gádor junto a Manuel. Todos los vacunados son avisados previamente del día en el que recibirán la visita, si bien no se indica la franja horaria porque puede sufrir algún retraso. Cada día suelen realizar una veintena de pinchazos, siendo en torno a 150 los que llevan en menos de dos semanas en esta comarca en la que inmunizarán a poco más de 200 inmovilizados y grandes dependientes. En este segmento de la población se incluyen 95.000 personas en la comunidad, sin contar otras 25.000 que han sido previamente inoculadas en residencias o en los puntos de autovacunación por disponer de un mínimo de movilidad.

Los cuatro jinetes contra el apocalipsis (del SARS-CoV-2) cruzan la carretera frente al consultorio en dirección a la primera casa del término municipal huercalense al que volverían también el jueves. El equipo porta un maletín amarillo con medicación de urgencia por si se diera alguna reacción inusual al fármaco y una nevera blanca para los viales con un termómetro que se mantiene siempre entre dos y ocho grados. Allí en calle Las Palmeras los espera Pepe en su cama. Su señora, de 72 años, pregunta si también le toca para ahorrarse el viaje y los sanitarios le explican que todavía no, de momento sólo a convivientes que hayan soplado más de 80 velas. “En tres semanas regresamos”, le recuerdan al terminar. La siguiente ubicación en la calle Buenavista, donde la señora espera fregando el patio con abundante lejía, requiere volver al coche y desplazarse casi a paso de tortuga. Y no precisamente por la pericia o placidez de la conductora, sino porque así lo requiere la manipulación y traslado de viales.

El vehículo circula con cautela, a velocidad mínima, parando incluso cuando hay badenes y resaltos. Las instrucciones para un correcto transporte y conservación de las dosis recomiendan que se mueva lo menos posible cuando se ha reconstituido el vial que con las nuevas jeringas les permite administrar hasta siete vacunas que nunca pueden ir precargadas. Al principio eran cinco, pero se ha ido actualizando la estrategia que al ser dinámica requiere comunicaciones permanentes con Sevilla. Liliane López lleva media vida vacunando (21 años) y es una de las grandes especialistas y formadoras de la provincia en la inmunización frente a la COVID-19.

El vehículo circula con cautela, casi parando en badenes y resaltos, atendiendo a las recomendaciones para no remover los viales

Desde finales de diciembre ha venido suministrando cientos de dosis en el punto habilitado en el centro de salud Alborán, doblando turnos, y desde hace unas semanas mantiene la cruzada contra el virus en el consultorio benahaducense en el que trabaja habitualmente por las mañanas. Esta enfermera acreditada del Plan Estratégico de Vacunaciones de Andalucía (Andavac) explica que “vacunar no es sólo pinchar, tiene mucho trabajo detrás”. Y detalla la importancia de un equipo que participa en un proceso que comienza en el centro de salud. Médicos y enfermeros extraen los datos e historial de los inmovilizados, se estudian los casos y se concierta la cita. A partir de ahí se acude al domicilio en un proceso que está marcado, según reitera, por el “rigor”.

En la jornada del martes Liliane controla el registro informático con una tableta de la que no se separa. En algunos domicilios deambula buscando luz y cobertura, al tiempo que otro compañero, el enfermero de Huércal, subraya los nombres y direcciones con un marcador fluorescente. Fernando Pérez, uno de los referentes de la enfermería almeriense en ética asistencial y profesor asociado de la UAL, carga la dosis y vacuna con diligencia, después de enfundarse unos guantes azules antes de abrir la nevera. Y Rocío Quijano, en proceso de reciclaje, asume la labor informativa de educación sanitaria, explicando a los pacientes, cuidadores y familiares las posibles reacciones y cómo deben actuar.

Rocío Quijano, Fernando Pérez, Liliane López y Manuel Alcaraz en la vacunación de domicilios en Huércal de Almería Rocío Quijano, Fernando Pérez, Liliane López y Manuel Alcaraz en la vacunación de domicilios en Huércal de Almería

Rocío Quijano, Fernando Pérez, Liliane López y Manuel Alcaraz en la vacunación de domicilios en Huércal de Almería / Javier Alonso

Con la de Pfizer no hay mayor secreto que aplicar frío al brazo si tiene molestias, valdría hasta una bolsa de guisantes congelados, y tomar paracetamol si diera febrícula o malestar generalizado. Cuando se trata de algún alérgico requiere más tiempo de vigilancia y no contemplan la administración de dosis a las embarazadas. En los puntos fijos el procedimiento es más sencillo y ágil, cuando cogen ritmo pueden ir a dosis por minuto, pero ir a las casas requiere mayor capacidad de organización y logística. “Vacunar en domicilios es una actividad intensa y agotadora, cada día es una aventura, pero muy gratificante porque repartimos ilusión, la vacuna es la esperanza que tenemos todos”, comenta Liliane que no ha vivido ninguna campaña tan masiva como la de esta guerra contra la COVID-19.

Recuerda una macrovacunación en la Bola Azul cuando la ciudad sufrió un brote de sarampión hace casi veinte años. Destaca la receptividad de los pacientes y el agradecimiento que les empuja a poner toda la carne en el asador. Exhaustos pero comprometido ante el mayor desafío profesional que vivirán nunca no les importa estirar horarios ni vivir a la carrera desde que llegaron las primeras vacunas a finales de diciembre. Saben que pueden salvar vidas y están preparados para dispensar todas las dosis que lleguen en el menor tiempo posible. Han formado a compañeros de todos los consultorios y podrían desplegarse de inmediato cuando haya disponibilidad de viales. “No se va a perder una sola vacuna por no ponerla”, comenta Liliane López quien detalla que tienen un plazo de cinco días desde que llegan los fármacos desde el almacén de Granada en el que permanecen ultracongelados a ochenta grados bajo cero.

Una vez en la cámara frigorífica del Distrito Sanitario de Almería, la farmacéutica las distribuye a los centros de salud para su inoculación. Eso sí, una vez reconstituida la dosis tienen un máximo de cinco horas para administrarla. En su coche particular continúan con la encomienda por las calles de Huércal. En Viator contaron con un vehículo y conductor que les cedió durante la jornada de vacunación el Ayuntamiento. La tercera parada está en la calle Lignito del barrio de Los Pinos, un dúplex en obras en el que se ha adaptado la cochera para mantener en la planta baja al anciano impedido. El enfermero Manuel Alcaraz comenta que es una práctica habitual con las personas inmovilizadas, reformar el garaje para ganar una estancia junto al comedor, el baño y la cocina.

A las doce del mediodía comienza a chispear mientras la comitiva aparca y baja el instrumental y neveras en el número 1 de la calle Río Ebro. En el piso les espera Juan y su cuidadora que ya tiene el guiso sobre la vitro. “A partir de esta hora se complican las visitas, ya están los guisos y las sartenes en marcha”, ironiza. Y encima no han parado ni a desayunar, ni un café, lo que intensifica los olores provenientes de la cocina. “Vamos que nos quedan siete”, comenta Fernando. Con mirada seria casi imperturbable, tiene un manejo único de los viales que nunca pierde de vista. “¿En qué brazo quieres?”, pregunta a Paco, un paciente oncológico que tiene su cama en un salón diáfano de su vivienda en la calle Molineta. Los enfermeros entran con cuidado de no pisar el cable del oxígeno que cruza la puerta desde el pasillo. “Está acostumbrado a pinchazos”, comenta la mujer que tiene una butaca al lado con su ordenador y lecturas. Se interesan por la marca de la dosis y les explican que “hoy llevamos la buena, la de Pfizer”.

En la calle 28 de febrero tienen doble faena, hay que vacunar a una pareja de ancianos. La nieta recibe a los sanitarios y llama a uno de los hijos del vacunado que se ha infectado en dos ocasiones y lo ha pasado mal. “Ya no puedes coger el bicho”, le comenta Rocío al paciente que les agradece la visita. Liliane le recuerda que le faltan vacunas, la de la gripe entre otras, en una labor de captación proactiva mientras anota con una tableta electrónica los datos del lote. Al bajar al rellano un gitano con un sombrero de paja se les acerca: “¿A mí cuando me toca?”. Es la pregunta del millón. Y la respuesta es siempre la misma. Ya les llamarán del centro de salud cuando les corresponda.

El penúltimo destino se encuentra en la calle Luis Vives del barrio Mirador del Mediterráneo. También tienen dos receptores. Eva María que tiene síndrome de Down está en el salón y a escasos metros en otra habitación su padre Diego que sufrió un accidente y vive encamado. Dolores se encarga de que no les falta nada, una auténtica guerrera con una verdadera historia de superación sin salir de casa. Primero vacunan a la joven que se queja del pinchazo entre sollozos y resignación: Liliane se acerca y la tranquiliza. “Que bata más bonita llevas”. Intercambian impresiones sobre la pandemia y Eva María le espeta: “El bicho raro éste, a ver si se acaba pronto”.

Una enfermera realiza labor de educación sanitaria e informa sobre las posibles reacciones y tratamiento a pacientes y familiares

En la calle Salitre 23 se acaba el itinerario de la inmunidad, al menos ese martes. En el pasillo los recibe un loro con sus cánticos. “Es un mosquito de nada”, le dice Rocío a la señora que tiene una butaca en la cocina después de trasladarle a sus hijas las indicaciones en caso de malestar. También se muestran agradecidas, la sociedad es consciente del esfuerzo de los sanitarios en estos tiempos de conmoción y mascarillas. Y los enfermeros tampoco pierden la sonrisa ni la impecable cortesía con la que visitan a sus pacientes ni cuando más aprieta el estrés.

Los vacunadores no sólo se encargan de administrar las dosis. También son los responsables de la logística, conservación, vigilancia de los viales, registro de de inmunización en el sistema informático y la notificación de eventuales efectos adversos. Al día siguiente los sanitarios adscritos al consultorio de Benahadux (UGC Bajo Andarax) visitaron la residencia de Aspapros, el jueves repitieron en Huércal y el viernes Santa Fe y Fuensanta. Y esta semana continuarán con su cruzada para vacunar al mayor número posible de personas. Son los portadores de la inmunidad que estos días llama a la puerta de cientos de almerienses.

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