EL LADO OSCURO DE ALMERÍA

La muerte es cosa de niños

  • Descuidos mortales. En 1918 un trágico accidente tuvo lugar en la casa de un militar, donde un cúmulo de hechos desencadenó en un trágico final arruinando para siempre a una familia

La muerte es cosa de niños

La muerte es cosa de niños / D.A. (ALMERIA)

Según se comentaba hace bastantes años, aunque este dato no ha podido ser confirmado la madre de los niños Antonio y Josefa protagonistas involuntarios de este trágico suceso, acabó sus días ingresada en el manicomio de Almería. La infortunada mujer nunca llegó a superar el dolor.

Este dramático suceso tuvo lugar el 5 de marzo de 1918 en la modesta vivienda del joven matrimonio formado por José Gálvez Jimenez y Francisca Sánchez Zea, ubicado en la calle Silencio 24 de la capital, padres de un niño de siete y una niña cuatro años de edad muerta trágicamente de un disparo efectuado por su hermano cuando manipulaba un revolver.

Ese día como de costumbre, José Gálvez Jiménez, fogonero de la empresa Sur de España ubicada en la Estación de Ferrocarril se encontraba esa mañana trabajando en el servicio de mantenimiento de la máquina de reserva. Su mujer, Francisca Sánchez se había “escapado” unos momentos antes de la casa para ir a efectuar unas compras a la Plaza del Mercado para cocinar el almuerzo. Los dos niños se quedaron solos en la vivienda con la puerta cerrada y con la sempiterna advertencia de la madre de que se portasen bien y que llamase quien llamase no abrieran a nadie hasta que ella regresara.

Sobre las once y media de la mañana un vecino de la vivienda colindante escuchó una fuerte detonación que retumbó en toda la calle. El hombre, militar de profesión, de inmediato supo que se trataba de disparo efectuado por un arma de fuego. Salió de inmediato a la puerta de su casa sumándose a otros vecinos de la calle que coincidían en señalar el lugar donde se había producido la detonación.

Junto a la ventana de la casa del fogonero, su hijo Antonio gimoteaba llorando diciéndoles que su hermanita no se movía y que no hablaba. La puerta estaba cerrada, por lo que no les quedó otra alternativa que penetrar en la casa descolgándose por un patio interior compartido por ambas viviendas. Nada más entrar en el inmueble, los vecinos se quedaron aterrorizados ante el cuadro que se les presentaba ante sus ojos. La pequeña Josefa de cuatro años se encontraba boca arriba en el suelo del comedor desvanecida sobre un gran charco de sangre y su hermano sentado en un rincón llorando sin consuelo sin apenas poder articular palabras.

Dada la alarma a las autoridades, a los pocos minutos hizo acto de presencia en la vivienda el doctor Martínez Limones médico de guardia de la Casa de Socorro Municipal acompañado de su practicante sin que desgraciadamente pudieran hacer nada por salvar la vida de pequeña. Posteriormente los médicos forenses que integraban la comisión judicial, una vez practicada la autopsia, apreciaron en la pequeña una herida por arma de fuego cuyo proyectil le penetró por el mentón, le atravesó el cuello quedando finalmente alojado en el vértice del pulmón derecho.

Al inspeccionar la casa, los agentes de Policía advirtieron que los cajones de una vieja cómoda estaban semi abiertos y en uno de ellos, en su interior se localizó un revolver “Bulldog” calibre 12 con una vaina en el tambor.

Tras la enorme confusión provocada por la tragedia, horas después se pudo determinar que el niño el día antes había visto a su padre guardar el arma en los cajones de la cómoda, por lo que al quedarse solos y movido por la curiosidad cogió el revólver y cuando lo manipulaba se escapó un tiro que alcanzo de lleno a su hermanita que estaba a su lado mirando lo que hacía el hermano. El pequeño, asustado al ver a la niña llena de sangre e inmóvil, volvió a guardar nuevamente el arma en su sitio.

Una grave imprudencia del padre, por no ocultar el revolver en un lugar más seguro, descargado sin munición, provocó esta muerte inútil que destrozó para siempre a la familia. La madre vivió un autentico calvario y finalmente al no superar la terrible desgracia tuvo que ser internada en el manicomio hasta el final de sus días.

Curiosamente, dos días más tarde en el término municipal de Vélez Blanco, otro niño de ocho años de edad, Tomás Navarro murió trágicamente en el acto como consecuencia de un disparo cuando el pequeño manipulaba una pistola propiedad de su hermano mayor a quien se la había sustraído de la casa. El hecho ocurrió en una pequeña explanada frente a la misma puerta del cortijo donde vivía la familia. El arma se disparó de imprevista, cuando el niño junto a otro amigo de la misma edad golpeaban con una piedra la pistola para que saliese el proyectil. La bala le destrozó el pecho. La pistola cargada la tenía el hermano mayor guardada en uno de los cajones de la mesita de noche de su dormitorio.

Otro de los casos más resonantes -donde los niños, las armas y la muerte fueron aliados fatales- tuvo como protagonista involuntario a un niño de diez años. Fue el 11 de agosto de 1905 en un cortijo situado en la localidad de Huércal de Almería y en cuya finca murió trágicamente una joven de 19 años de edad alcanzada mortalmente por un disparo de escopeta. Los hechos ocurrieron alrededor de las dos de la tarde poco antes de que la familia se dispusiera a almorzar. El hijo del dueño, Camilo Ruiz de apenas diez años jugueteaba con una escopeta de caza, cargada con un cartucho que alguien imprudentemente había dejado a su alcance colgada de una percha.

Cuando el pequeño manipulaba el arma y simulaba hacer puntería, se fijó en la joven Antonia Rodríguez que trabajaba como empleada domestica en la finca y sin pensarlo apretó el gatillo. La joven se cruzó en la línea de tiro y todo el impacto lo recibió en la zona abdominal. Entre intensos dolores la joven muchacha falleció antes de que llegasen a tiempo las asistencias.

Desgraciadamente en aquellos primeros años del siglo XX las armas de fuego, especialmente escopetas de caza y pistolas o revólveres solían estar presentes -de forma ilegal- en numerosas viviendas. Existen más precedentes de niños o adolescentes fallecidos al manipular estas armas de sus progenitores,en casi todos los casos por imprudencia de ellos por no guardarlas en lugares seguros.

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