Almería

El pegamento del campo

  • Cajamar empuja al sector hacia la unión: a la financiación, I+D+i (Las Palmerillas) y formación (Escuela de Consejeros) se unen el posicionamiento estratégico de Molina en Faeca Andalucía y Góngora en Hortyfruta

Durante cincuenta años, Cajamar y la agricultura han crecido juntos, cogidos de la mano, reportándose beneficios mutuos durante este tiempo, desde el origen de uno y el del otro. La caja rural almeriense ha aportado financiación al sector hortofrutícola almeriense desde los tiempos del enarenado, cuando su fundador, don Juan del Águila, abrió la primera oficina en 1966 en la Calle Méndez Núñez. Y el campo ha confiado los ahorros de sus hijos a la entidad de la mancha verde.

El idilio fue creciendo año tras año, a medida que aumentaba el número de agricultores, de hectáreas cultivadas y, por tanto, de créditos de campaña para el funcionamiento de las explotaciones y llevar a cabo las operaciones de venta en el exterior, tramitando las operaciones y asegurando las transacciones. El tamaño de la agricultura almeriense siguió creciendo y sus necesidades lo hicieron con él. Ya no bastaba con producir pimientos y tomates echando productos químicos y fertilizantes prácticamente de oídas, mediante el método del boca a boca, como en el viejo oeste americano, basándose en el empirismo y en el método de prueba y error. Entonces comenzó a hacerse necesaria la investigación para mejorar los rendimientos, las producciones, optimizar el agua para riego, tan escaso, el suelo, las infraestructuras, el calor, el dióxido de carbono? Todo ello vino de la mano de la Estación Experimental de Las Palmerillas.

La entidad almeriense que evoca al Mar Mediterráneo ha sido siempre la luz que ha iluminado a un sector que ha tenido que enfrentarse a no pocas sombras a lo largo de su historia. Hoy tiene ante sí un reto que no es baladí. La aprobación del Acuerdo de Asociación comercial entre la Unión Europea y Marruecos, tan catastrofista para muchos, puede ser el punto de inflexión para un sector que lleva años adormecido y con una necesidad de dar un salto cualitativo, pues cuantitativamente, prácticamente, se ha tocado techo.

Las 28.000 hectáreas bajo abrigo han permanecido estables en los últimos años, prueba del estancamiento de una agricultura que no da más de sí cuantitativamente para dar salida a los más de dos millones de toneladas de kilos que cultiva. El boom inmobiliario supuso para algunos la oportunidad de dar el pelotazo, y apostaron por cambiar el plástico por el ladrillo. Sin embargo, es algo que se ha demostrado del todo equivocado y la horticultura continúa siendo el pilar fundamental socioeconómico de Almería. Hoy el campo tiene ante sí la oportunidad de dar ese salto cualitativo. Impulsado por otra situación límite (como ocurrió en 2006 con el isofenfos metilo), en la que le ha puesto lo ocurrido con el E. coli, en cuanto a imagen, y tras la aprobación del acuerdo marroquí, en cuanto a competencia, ahora le toca el turno a la cohesión, a la unión para optimizar la comercialización.

Sí o sí, no hay margen de maniobra. ¿Y quién mejor para ejercer de pegamento que Cajamar? Para ello, la entidad financiera viene sentando desde hace tiempo las bases para esta operación estratégica en lo económico y en lo social. El momento ha llegado y hoy la caja rural almeriense cuenta con todos los ingredientes para cocinar este desafío con absolutas garantías.

La principal cooperativa de crédito a escala nacional (lo es desde 1984), a punto de ganar aún más peso socioeconómico cuando en octubre culmine la integración de la valenciana Ruralcaja, no es sólo fortaleza económica. Ha sabido situar sobre el tablero hortofrutícola a sus mejores peones y está en condiciones de empujar al sector a estrechar lazos.

Cajamar ha colocado dos piezas claves en este proceso en el epicentro de las decisiones agroalimentarias de Almería y Andalucía. Jerónimo Molina, al frente de Faeca Andalucía; y Francisco Góngora, como presidente de Hortyfruta. Sobre ellos recae gran parte del éxito de este proyecto, el que debe servir para unificar el campo de una vez por todas. No se trata de obcecarse con fusiones, operaciones complicadas de llevar a cabo en lo burocrático y, más aún (el verdadero problema) llevan aparejadas demasiadas cuestiones personales en la mochila de los dirigentes de cada cooperativa o alhóndiga, reticentes a perder su pequeña (o grande, según se mire) parcela de poder.

Es momento pues de moverse de una forma más flexible, mediante acuerdos de comercialización que permitan vender lo mismo, pero hacerlo mejor, acometer proyectos de mayor envergadura en países y mercados emergentes, deslocalizar la producción en origen, mejorar la estrategia de distribución y la logística, reduciendo los costes, diversificar la producción y adentrarse en aquellos que tienen más margen de crecimiento por parte del consumidor (cuarta, quinta y sexta gama), sin olvidar, por supuesto, el fresco, que es la esencia de Almería, pero ganando terreno a la industria transformadora desde el origen, con inversiones conjuntas, a través de estas estrategias comerciales, que generarán más riqueza y puestos de trabajo.

Es la revolución verde 2.0. El momento de que la agricultura almeriense dé un paso adelante o pierda la batalla ante terceros países que hacen lo mismo por mucho menos precio. Faeca unifica el movimiento cooperativo agroalimentario en Andalucía y Hortyfruta, una vez lograda la integración de Ecohal, se perfila como la herramienta de interlocución estratégica con la gran distribución, a la que quiere integrar en su seno. La ley de mejora de la cadena alimentaria jugará para ello un papel determinante y ahí Hortyfruta debe defender los intereses de los productores para mejorar la transparencia en la formación de precios y que los márgenes comerciales entre el origen y el consumidor no sean tan sangrantes como hasta ahora, garantizando la rentabilidad del agricultor.

Además ha puesto en marcha, el pasado marzo, su Escuela de Consejeros Cooperativos, un proyecto que viene a cubrir las necesidades de formación existentes en el sector hortofrutícola, principalmente, en aquellas entidades de menor tamaño que no pueden afrontarlas con recursos propios. Una carencia reconocida por todos los agentes de esta industria y que ya no puede dejarse de lado por más tiempo. La competitividad almeriense ante países como Marruecos o Turquía pasa por estar mejor preparados.

La Estación Experimental continuará haciendo de laboratorio de ideas para el campo, mostrando las posibles mejoras, alternativas de cultivo y avances en materia de innovación. La caja rural ha dispuesto las piezas sobre el tablero de ajedrez de tal forma que ya no hay marcha atrás para ganar esta apuesta y poder garantizar la supervivencia del campo almeriense, a través de una óptima organización de la oferta. Las empresas ya están moviendo ficha. Un ejemplo: Agroiris, Unica Group y Femago negocian un acuerdo para comercializar de forma conjunta, ganando así poder a la hora de vender sus productos en los mercados.

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