La otra cara de la historia

A propósito de Los Coloraos

  • La imagen popular que de ellos tenemos es la de una romántica tropa llegada desde Gibraltar con la intención de liberar nuestra ciudad del opresivo régimen absolutista

A propósito de Los Coloraos

A propósito de Los Coloraos / (Almería)

El tema de los coloraos y los cenotafios, lápidas y monumentos que en su memoria fueron alzados, reubicados, arrumbados y reinventados al compás de los cambios políticos y las transformaciones urbanas, ha entrado en un nuevo capítulo a propósito del anunciado traslado de la descomunal columna (una copia de 1988) al inicio del Parque, espacio históricamente asociado al rocambolesco episodio protagonizado en 1824 por un grupo de liberales luciendo las vistosas “casaquillas encarnadas” que los almerienses llamaron “colorás”.

El traslado debería ser solo una cuestión de índole urbanística incluida en la reforma de la Plaza Vieja como parte del proyecto de recuperación del entorno de la Alcazaba, la Hoya, San Cristóbal y la apertura de acceso directo a través de la calle Pósito a ese gran espacio histórico y paisajístico hasta ahora oculto y degradado. Sin embargo se ha convertido en motivo (¿o en excusa?) para la gresca política que bajo aparentes razones patrimonialistas han montado los partidarios de no tocar el famoso pingurucho y mucho menos el simbolismo ideológico que aún hoy lo okupa (con k), mas en línea con los planteamientos de la llamada “memoria histórica” que con el liberalismo constitucionalista de aquellos legendarios “coloraos”. La imagen popular que de ellos tenemos es la de una romántica tropa llegada desde Gibraltar con la intención de liberar nuestra ciudad del opresivo régimen absolutista, pero que traicionados y rechazados ante las murallas, huyen, son capturados y finalmente fusilados en el llano del Reducto (zona de la actual Plaza Pavía) por los serviles seguidores del nefasto rey felón Fernando VII “el Deseado”.

Sin embargo la historia no fue tan simple como se cuenta, ni los buenos eran tan buenos ni los malos tan malos como nos han hecho creer las invenciones novelescas de cronistas, leyendas populares y relatos politizados sobre lo ocurrido entonces y sobre los avatares de los sucesivos pinguruchos conmemorativos hasta hoy mismo. Incluso un detalle aparentemente secundario como eran las “casaquillas encarnadas con vueltas amarillas” y los morriones de la Milicia Nacional que lucían, se han convertido en la imaginación y relatos populares en elegantes uniformes británicos que le dan un aspecto de ejercito honorable a lo que en realidad era una variopinta tropa de militares exaltados y aventureros románticos ligados a la masonería, piratas y contrabandistas de Levante y del Estrecho capitaneados por “el Borrascas”, las partidas de contrabandistas y bandoleros de la taha de Marchena y Alboloduy a las ordenes de “el Chato” y algunos militares desertores de la guarnición de Almería. En total unos 600 hombres de muy diversos perfiles conformando lo que hoy popularmente calificaríamos como “la tropa de Pancho Villa”.

Los oficiales almerienses aconsejan a Pablo Iglesias que suspenda el ataque

Tampoco está claro que el único jefe de la expedición fuese el coronel don Pablo Iglesias González ya que actúan varios líderes, entre ellos el exaltado general francés Cugnet de Montarlot y por supuesto “el Borrascas” y “el Chato” cuyos objetivos eran recuperar un gran alijo que les fue confiscado por los aduaneros días antes y, como había ocurrido ya en Tarifa, liberar a los presos comunes de las cárceles y saquear la ciudad. Otro punto oscuro es la probable implicación de Gran Bretaña en las expediciones de Almería, Málaga (Torrijos) y Tarifa (Francisco Valdés) organizadas, equipadas y armadas todas en Gibraltar; no olvidemos que durante el convulso reinado de Fernando VII (1814-1833) los ingleses estimulan y apoyan sin disimulo los movimientos independentistas hispanoamericanos y revueltas internas con el claro objetivo de destruir el Imperio español.

En todo caso las autoridades gibraltareñas estaban bien informadas de los preparativos del centenar de coloraos que desde allí parten hacia Almería la noche del 6 de agosto a bordo del bergantín “Federico” (o “Fontana”) y cuatro polacras o jabeques contrabandistas dotados de artillería y cargando gran cantidad de dinero, armas y uniformes para medio millar de hombres. El día 13 el “Federico” fondea frente a Roquetas donde, al contrario de lo que esperaba Pablo Iglesias, son recibidos con frialdad y nadie se les une; por la tarde llegan unos oficiales desde Almería para advertirle que el plan ha sido descubierto, están detenidos o han huido parte de los conjurados almerienses y las autoridades realistas han organizado la defensa de la plaza con artillería y voluntarios armados de la propia ciudad, Roquetas y Gador que se unen a la pequeña guarnición junto a soldados de Marina, aduaneros e Inválidos de Guerra.

Rechazados ante las murallas, huyen, son capturados y finalmente fusilados

Los oficiales almerienses le aconsejan que suspenda el ataque, pero Pablo Iglesias decide seguir adelante al tiempo que comunica su intención de degollar a un centenar de realistas almerienses y a sus familias (unas 500 personas de los 15.000 habitantes que tenia la ciudad) cuyos nombres llevaba “apuntados en una lista”. A partir de ese momento los relatos coinciden a grandes rasgos pero dejando grandes dudas sí bien sabemos que la noche del 13 al 14 el “Federico” se aproxima a la rada de la Chanca con los embarcados cantando un himno, convencidos de que se les flanquearía la entrada por la Puerta del Socorro.

En cambio recibieron una inesperada descarga de fusilería desde el Baluarte de Marín y una segunda desde la plataforma artillera de San Luis (donde hoy el paseo de ese nombre). Aproximadamente a las 3 de la madrugada el “Federico” y un falucho fondean frente a la embocadura de la rambla botando lanchas, posiblemente para desembarcar ante la Torre del Obispo (situada donde hoy la antigua Comandancia de Marina y Plaza López Falcón) pero la artillería del Baluarte de la Trinidad (embocadura de Álvarez de Castro con Aguilar Martell) abre fuego iniciándose un largo duelo en el que el buque sufre varios impactos teniendo que retirarse hasta las proximidades del río donde desembarcan Iglesias y los suyos tomando contacto con los hombres de “el Chato” y los expedicionarios al mando de Cugnet de Montarlot que, sorprendentemente, no participaron en este primer y desafortunado intento de “liberar Almería”. De los siguientes acontecimientos a lo largo de los dos intensos días que siguieron, ya hablaremos en su momento.

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