La otra cara de la historia

A propósito de Los Coloraos (2)

  • Almería era entonces una plaza fuerte protegida por un formidable sistema de murallas y baluartes frente a los cuales los coloraos podrían parecernos un pequeño grupo

Primer cenotafio a los coloraos en el cementerio de Belén

Primer cenotafio a los coloraos en el cementerio de Belén

Tras desembarcar cerca del rio, los “coloraos” y “auxiliares” (así es como llama Iglesias a los paisanos que se les unen) marchan en columna con los guías locales y la caballería en vanguardia, y mientras los cañones del baluarte de la Trinidad y del “Federico” mantienen su duelo, a las 3 de la madrugada los expedicionarios dejan la senda costera y atravesando las huertas que hoy ocupa el ensanche de Oliveros, llegan por el camino de la vega (cuyo último tramo es hoy Rueda López y Lachambre) hasta la Puerta del Sol (embocadura de Trajano con Conde Ofalia) que según lo previsto, les abriría uno de los conjurados del interior de la ciudad. Sin embargo y para su sorpresa, son rechazados con una cerrada descarga de fusilería por los soldados realistas. Decide entonces Iglesias retirarse al Bajo Andarax donde pasa el día 15 reforzando sus tropas con voluntarios liberales de la comarca.

En este punto hay que hacer una advertencia respecto a la verdadera relación de fuerza entre liberales y realistas porque de nuevo la leyenda ha suplantado a la realidad; Almería era entonces una plaza fuerte protegida por un formidable sistema de murallas y baluartes frente a los cuales los coloraos podrían parecernos un pequeño grupo, “David frente a Goliat” como un cronista escribió…sin embargo fue precisamente al revés ya que la guarnición era escasa y mal armada, la muralla tenía varios tramos en ruina, faltaba munición y los 4 cañones de la Trinidad y los dos de San Luis que fueron determinantes en el primer momento, eran venerables piezas napoleónicas; y lo más importante, la mayoría de los oficiales y de la burguesía comercial (los Vilches y Algarra entre los más notables) formaban parte de la conjura que tenia infiltrados a todos los niveles del gobierno militar y civil de la ciudad cuyos habitantes no resistieron por lealtad a Fernando VII sino por sus propias vidas ya que sabían muy bien lo que pasaría sí la plaza caía en manos de Pablo Iglesias y sus aliados.

Pero volvamos a los coloraos que divididos en varias columnas se aproximan a la ciudad durante la noche del 15 al 16 guiados por los hombres de “el Chato” a través de senderos de la Sierra de Gador, apareciendo por sorpresa al amanecer desplegados en tres puntos: ante las murallas de San Cristóbal y de la Hoya (donde hoy la “reserva de las gacelas”), apostados frente a la Puerta de Purchena entre las primeras casas del barrio de San Sebastián de las Huertas y en el arrabal extramuros del camino de la vega (calle Lachambre, cruce del Paseo, Rueda López) ante la Puerta del Sol (embocadura de Trajano a Conde Ofalia); a esta fuerza, en principio más numerosa que la escasa guarnición almeriense, hay que añadir los conjurados que emboscados dentro de la ciudad disparaban desde ventanas y terrados a los defensores.

Solo mantienen moral de combate los 45 coloraos y los 40 militares que se unieron

La acción se inicia repitiendo el fallido intento de la noche del desembarco, flameando banderas, cantando himnos y avisando a grandes voces a sus camaradas de la ciudad para que les franquearan el paso, pero de nuevo comprueban con angustia que nadie les abre las puertas y los realistas resisten bien el asedio y rechazan diversos intentos de asalto a la muralla hasta que tras más de 2 horas de tiroteo, la caballería fernandina hace una salida por la Puerta de Purchena e inicia el contra ataque cargando contra los sitiadores. Los voluntarios “auxiliares”, es decir los contrabandistas del “Chato” y el “Borrascas”, los bandoleros del valle del Andarax y los miembros de la antigua Milicia Nacional que estuvo activa en los años del Trienio Liberal (Riego, 1821-1823) huyen despavoridos hacia la sierra por el Quemadero y Barranco Caballar dejando a los auténticos “coloraos” y nunca mejor dicho, “a los pies de los caballos”.

La acción se inicia repitiendo el fallido intento de la noche del desembarco

Solo mantienen moral de combate los 45 coloraos y los 40 militares que se les unieron tras el desembarco, pero incapaces de resistir se retiran en dirección Cabo de Gata (¿acaso les esperaban los barcos en algún punto de la bahía?) aunque llegando al rio al rio son alcanzados por dos columnas realistas que les rodean “a pie de la sierra” (¿Alhamilla?) donde los liberales aguantan con muchas bajas hasta la noche en la que algunos supervivientes, entre ellos Pablo Iglesias y Cugnet de Montarlot, rompen el cerco y se dispersan tratando de salvarse. Lo que sigue es de sobra conocido ya que es la parte de la historia más repetida por las crónicas y panegíricos de la prensa almeriense posterior a los hechos, puede que porque es la más trágica de todo el disparatado episodio en el que solo algunos expedicionarios consiguen fugarse pero la mayoría terminan siendo capturados por los voluntarios realistas del Bajo Andarax, conducidos a nuestra ciudad, sometidos a distintos procesos según la condición civil o militar, cargos pendientes en algunos casos y demás circunstancias (al contrario de lo que la prensa posterior difundió, y aunque muy severos y sin garantías se les sometió a juicio) y finalmente, salvo dos menores de edad, ejecutados aunque no todos lo fueron en el mismo acto como sugiere la leyenda. Pero de eso y de lápidas, huesos y cenotafios, del primero de los cuales acompañamos una reconstrucción ideal, trataremos en el próximo y último artículo.

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