La otra cara de la historia

A propósito de los Coloraos (y 3)

Almeria 1824

Almeria 1824

Concluimos nuestra aproximación al episodio de los coloraos recorriendo al escenario de los hechos a través de esta imagen construida en base al único plano conocido de la Almería de Fernando VII, una ciudad entre murallas (en color rojo) desde cuyas puertas parten “carreras” que atraviesan una feraz vega de huertas, acequias y norias, un paisaje inimaginable cuando transitamos por las calles que hoy ocupan su lugar. Para hacernos una idea, en un plano actual el extremo del sable del colorao dibujado a la derecha seria la plaza de Barcelona y el despoblado con ruinas de viejas murallas tras el voluntario realista de la izquierda, hoy lo ocupa la Avenida del Ancla y Pescadería; tampoco las ramblas conservan esos cursos que confluyen en “Y” donde ahora se localizan las embocaduras de Méndez Núñez y Minero con Javier Sanz.

En nuestro plano la “ruta de los coloraos” se inicia en el Baluarte de Marín (1) y la anexa Puerta del Socorro desde donde los soldados almerienses escucharon los himnos que cantaban los liberales embarcados en el bergantín “Federico” cuya ruta hacia levante vamos a seguir desde la orilla del mar (en la línea del parque actual) a pie de muralla, tras la cual identificamos las atarazanas y el hospital  (los edificios notables aparecen en rojo oscuro), pasamos ante el fuerte de San Luis (2), la Puerta del Mar y el convento de los Trinitarios en la embocadura de la calle Real, llegando al barrio de pescadores (gran parte del solar del parque nuevo) dominado por el imponente Baluarte de la Trinidad (3) y un poco más allá, cerca de la desembocadura de la rambla, la Torre del Obispo (4) coronada por un molino y otros restos de murallas en el espacio que hoy ocupa la Plaza López Falcón, Comandancia de Marina, Audiencia y Gran Hotel. Aquí, en la playa donde ahora la Fuente del Remero, intentaron desembarcar bajo el cañoneo cruzado entre la Trinidad y el “Federico”.

Volvamos al Baluarte de la Trinidad (3) reanudando el recorrido a pie de muralla hacia el norte, rodeamos el Baluarte de Santo Domingo (Pablo Cazard y parte del Teatro Cervantes y “plaza de los burros”) tras el cual identificamos el convento de los Dominicos (Escuela de Artes) y Virgen del Mar, y un poco más al norte estaremos ya ante la Puerta del Sol (5) en el arrabal extramuros que se extendía a lo largo del inicio del camino de la vega (Lachambre, cruce del Paseo y Rueda López hasta Reyes Católicos), paraje al que llegaron los coloraos a través de carreras y veredas tras el definitivo desembarco cerca del rio, siendo rechazados tras esperar inútilmente que unos conjurados les abrieran la puerta para internarse en la ciudad por la calle Trajano, la vía de acceso más rápida hasta la Catedral y Plaza Vieja donde se ubicaba el Ayuntamiento y el gobierno político de la ciudad. Otras posibles vías de penetración eran las calles Real y de las Tiendas cuyos accesos, la Puerta del Mar y la de Purchena (6), deducimos que estarían bajo control de los leales a Fernando VII.

Desde la Puerta del Sol reiniciamos nuestra ruta a pie de la cerca (calle de la Muralla, hoy Conde Ofália), Baluarte de San Francisco (Plaza del Educador y Paseo hasta embocadura de Ricardos) y seguimos la muralla por donde hoy la acera poniente del Paseo dejando tras ella el convento franciscano (actual San Pedro). Por fin desembocamos en lo que desde el último tercio del XIX se denomina “Puerta de Purchena” (6) aunque en tiempos de los coloraos este espacio era solo un anchurón de la rambla (Alfareros y Obispo Orberá) ante la verdadera puerta, un auténtico embudo entre murallas y torres cuya notable planta en cuadro es reconocible en el plano y, aunque corregida y desplazada, ha heredado la plaza del popular “Amalia”. Se conserva el vano de la puerta en la entrada a los refugios, también se ha recuperado en “El Rinconcillo” el tramo de muralla que cerraba el flanco sur.

Se conserva el vano de la puerta en la entrada a los refugios, también se ha recuperado en “El Rinconcillo” el tramo de muralla que cerraba el flanco sur.

Dominando todo, el Cerro de San Cristóbal (7) cuyo fuerte aparece en el plano donde ahora el monumento al Sagrado Corazón; ante esas murallas y las de la Hoya (8) fracasaron de nuevo los últimos ataques de los coloraos antes de ser abandonados por los piratas y bandoleros que dos días antes se les habían unido.

Los últimos puntos de la ruta son el cuartel de la Misericordia (9) donde permanecieron detenidos los 30 primeros capturados, el “llano del Reducto” (10) que en parte ocupa hoy la Plaza de Pavía donde 23 de ellos son fusilados y enterrados cerca de San Juan, el cementerio de Belén (11) construido por los franceses en 1812 entre la entonces carretera de Granada y rambla de Amatisteros, lugar de nuevas ejecuciones y enterramientos y donde tras la muerte de Fernando VII se erige un primer cenotafio conteniendo parte de los huesos de los ejecutados.

En 1841 la Corporación inicia los homenajes a los “mártires de la libertad” erigiendo en la fachada del Ayuntamiento en Plaza Vieja (12) una lápida laudatoria a Isabel II y el anagrama “L. o M.” (“Libertad o muerte”, lema de los coloraos) que se pica y cubre tras la caída del gobierno Espartero. En 1870 y a instancias de don Ramón Orozco, los restos se trasladan desde el cenotafio de Belén a uno nuevo alzado en la Puerta de Purchena, y ya a finales del XIX Trinidad Cuartara reubica el pingurucho en la Plaza Vieja aunque sin los restos de “los mártires”. Lo que sigue hasta hoy mismo son relatos contaminados por planteamientos ideológicos en los que no vamos a entrar.     

  

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