Almería

"En el ruedo me siento libre, cuando no puedes ver, hueles y sientes todo"

  • Eva Cabot ve cumplido su sueño de aprender a torear, un reto que afronta con encomiable ilusión y valor pese a haber perdido la vista hace tres años

Eva Cabot siente auténtica pasión por los toros y de ser un animal es el que le gustaría ser, "vivir como tal, que me cuiden y alimenten como a un toro". De madre almeriense y padre andorrano, vivió en Cataluña hasta 2008, sin que tuviera éxito el espíritu antitaurino que quisieron inculcarle. Huyendo del maltrato físico y psicológico al que había sido sometida por el padre de sus hijos durante once años, encontró al día siguiente de llegar a Almería a Marcos Moreno, otro joven apasionado por los toros con quien inició una nueva vida.

Después de la clase práctica de la pasada Feria, Eva se puso en contacto con Ruiz Manuel y con Juan José López Torres, director y coordinador respectivamente de la Escuela de Aficionados Taurinos y se ofreció para formar parte de la misma. "Sorprendentemente comprobé que no se me puso ningún impedimento, ni por ser mujer ni por mi falta de visión". Eva Cabot perdió la vista hace tres años, "literalmente, de la noche a la mañana. Un día me desperté sin ver y me diagnosticaron conjuntivitis y después de todo este tiempo ya saben que el problema está en el nervio óptico, la retina, una degeneración macular y una severa fotofobia".

Apenas conserva un mínimo de visión, sustituida ahora por una extraordinaria sensibilidad en la audición e incluso en el tacto, que le hacen percibir como corretea un perro en la lejanía o la serigrafía de unas letras en el capote. "En aquella clase práctica disfruté más que nunca, porque cuando no ves lo disfrutas más, porque hueles y sientes todo. Sentí como Ruiz Manuel se entregaba a los jóvenes de la escuela, como corría por el callejón dando instrucciones, cómo pasaban los novillos … y a partir de ese momento me dije que quería aprender a torear y sentir lo que ellos sentían".

Así fue como Eva llegó a la Plaza de Toros de Roquetas de Mar, en la que cada martes se dan cita un numeroso grupo de aficionados taurinos. "La sensación es inexplicable, afirma Eva. Aprovecho al máximo mi poquito resto visual, toco mucho, observo mucho aunque no vea y analizo". La primera vez que cogió un capote fue con Marcos, su pareja y compañero de pasiones taurinas que permanece fielmente a su lado y la ayuda con los trastos. "Marcos ha sido mi salvador, lo es todo en mi vida y por eso lo quiero con toda mi alma. Para mí es el verdadero padre de mis hijos, Andrea, a punto de cumplir 16 años, y Santi, con nueve".

Eva también sueña con poder regalarle un capote a Marcos y ya tenían una finca para casarse y un curso de toreo en Salamanca como regalo de una particular boda, pero todos esos sueños quedaron truncados. Ahora, los sueños y las ilusiones están puestas durante toda la semana en que llegue el martes y poder aprender a torear. En la escuela se ha sentido acogida desde el primer día como una alumna más, sin ninguna discriminación ni trato especial, recibiendo con especial atención e interés todas las instrucciones y consejos que le dan Ruiz Manuel y César López, El César, profesor del grupo incorporado este año a la segunda edición del curso.

Desde el primer día ha sabido ganarse el cariño y apoyo de todos sus compañeros, para quienes representa un gran ejemplo de entrega, afición y superación. Le gustaría afrontar el reto de ponerse delante de una vaquilla y llenarse de sensaciones como las que está viviendo en esta nueva etapa. Sufre al pensar que tendría que dejar la escuela por falta de medios económicos y conserva como agua bendita un poquito de albero recogido en la primera visita guiada a la Plaza de Toros de Almería.

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