Urbanismo

La sinrazón en la Plaza Vieja

  • La lista de desastres y pérdidas urbanísticas en Almería es tan larga que produce pereza recordarla

  • Pero una vez más, no queda otra que seguir alzando la voz

Plaza Vieja de Almería

Plaza Vieja de Almería / Rafael González (Almería)

En 1996 se produce un hecho que marca un punto de inflexión en la idea de urbanismo y reciclaje urbano. El inicio llamativo y bastante arriesgado de una carrera arquitectónica, el “no hacer nada” de Anne Lacaton y Jean Philipe Vassal (Premio Mies van der Rohe de Arquitectura Europea 2019, entre otros reconocimientos). En 1996 dichos arquitectos reciben el encargo de embellecer una plaza de la ciudad francesa de Burdeos. Tras la visita al lugar y el encuentro con los habitantes próximos, la conclusión de los arquitectos surge de manera clara: la plaza ya era bella en su estado.

Su autenticidad y la actividad que en ella se realiza definen esta belleza. Según los arquitectos: "La plaza es un triángulo, rodeado de árboles, con bancos y un espacio para jugar a la petanca, como una plaza de pueblo. Alrededor, las casas de fachadas sobrias pero bien diseñadas forman un bello ejemplo de arquitectura urbana de viviendas colectivas sociales. Desde la primera visita, sentimos que la plaza ya era bella porque era auténtica, sin sofisticación.

Tenía la belleza de lo evidente, necesario, suficiente. Su sentido se mostraba con claridad. Las personas parecían encontrarse como en su casa, en una atmósfera de armonía y de tranquilidad adquirida a través de los años. Pasamos largos momentos observando lo que allí sucedía. Hablamos con algunos de sus vecinos. Después nos planteamos la cuestión sobre el proyecto de remodelación de esta plaza con el fin de embellecerla.

No contar con los vecinos responde a un evidente propósito de gentrificación

¿A qué respondía la noción de embellecimiento? ¿Se trataba de cambiar un material de pavimento por otro, un banco de madera por un banco de piedra o de diseño más actual, o una farola por otra más de moda? Nada suponía cambios demasiado importantes. Aquí el embellecimiento no tenía lugar. La calidad, el encanto, la vida existente: la plaza ya era bella. Como proyecto, hemos propuesto no hacer otra cosa que trabajos de mantenimiento, simples e inmediatos: reponer la gravilla del suelo, limpiar más a menudo, tratar los tilos, modificar ligeramente la circulación..., mejorar de forma natural el uso de la plaza para satisfacer a sus habitantes".

El Pingurucho preside la plaza El Pingurucho preside la plaza

El Pingurucho preside la plaza / Rafael González (Almería)

Este primer momento de reflexión desvela la pregunta fundamental de un nuevo urbanismo: ¿hay siempre que hacer algo? En este sentido, ¿construir o destruir algo es la respuesta correcta?El ejemplo de Anne Lacaton y Jean Philippe Vassal es rotundo: los arquitectos, sin necesidad de afianzar su creatividad con un nuevo diseño, decidieron emplear el presupuesto destinado a "embellecer" la plaza en realizar actividades vecinales, necesarias e infinitamente beneficiosas para construir un lugar. Entendieron la belleza real, la de la gente que vive allí, la de su memoria colectiva, la de las preexistencias, la de la sombra de sus árboles, como el leitmotiv del proyecto.

En 2020, en Almería, una corporación municipal propone la eliminación de los árboles, el traslado de un icónico monumento y la repavimentación de la Plaza Vieja. Una plaza central y bastante olvidada de la ciudad de Almería. Dejando a un lado la barbarie que, conceptualmente, supone eliminar árboles sanos y consolidados especialmente en un lugar donde la sombra natural es tan preciada como Almería (el colegio de ingenieros agrícolas justifica con un informe técnico la permanencia del arbolado, advirtiendo que un pavimento continuo de piedra natural en una plaza diáfana aumenta drásticamente la temperatura ambiente de la zona); dejando a un lado la idoneidad o no del monumento o su conexión con la memoria histórica de la ciudad; dejando a un lado la valoración del nuevo proyecto (una plaza dura de las que se hacían hace tres décadas, tomada por terrazas de bares)… Dejando todo esto a un lado, ¿A quien beneficia esta gestión política? ¿A los vecinos de la Almedina? ¿A los turistas? ¿A nadie, acaso?

El problema es que un proyecto de esta envergadura excluya árboles en pleno 2020

Dinamizar esta plaza sin contar con los afectados (los vecinos del barrio) responde a un evidente propósito de gentrificación. Algo que en el resto de Europa se está ya combatiendo aquí se promueve. El problema de los árboles en sí no es salvar los ficus a toda costa sino que un proyecto urbanístico de esta envergadura pueda excluir algo tan importante como los árboles en pleno 2020.

La lista de desastres y pérdidas urbanísticas en Almería es tan larga que produce pereza recordarla. Y una cierta anestesia del alma reivindicativa. Pero una vez más, no queda otra que seguir alzando la voz para que, por fin, la ciudad se convierta en ese anhelado espacio de intercambio. Y no en aquello que ya en 1996 denunciaba José Ángel Valente: “Ciertamente, entiendo que Almería está en la actualidad conformada como un agregado de zonas adyacentes, pero netamente separadas por fronteras acaso no visibles y, acaso por eso mismo, más reales. […] Los nuevos almerienses viven en barrios mostrencos que podrían estar construidos en cualquier parte del mundo, barrios que no tienen memoria, que acaso no lleguen a tenerla nunca.

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