Almería

A vuelo de pájaro la pena y la miseria se recrudecen

  • Centenares de personas intentan sacar provecho de los restos de la inundación

A la altura en que vuelan las gaviotas, más o menos, se distinguen perturbadores matices de los efectos devastadores de la reciente inundación del Levante almeriense difícilmente perceptibles a ras de tierra. Unas de naturaleza humana, otras de temperamento medioambiental, sí. Los ecosistemas tienen personalidad, caracteres propios resignados a la cirugía estética del doctor ladrillo. Más o menos a la altura en que vuelan las gaviotas no se asimila bien cómo no han habido más desgracias personales, también materiales.

La brutal corriente de agua recuperó lo suyo. Poco a poco, al bajar las aguas, al menguar el sentimiento de la adversidad, las consecuencias de la inundación dejan al descubierto estragos superiores a lo imaginable. Unos remediables, caso del tratamiento preventivo contra la proliferación de mosquitos efectuado ayer por la empresa Lokímica, solicitado por los Ayuntamientos de Vera y Mojácar debido a las precipitaciones registradas en las últimas semanas, así como el aumento brusco de las temperaturas y aguas embalsadas. Para la realización de este tratamiento aéreo en concreto, se empleó un helicóptero adaptado para este fin y el producto utilizado en la fumigación fue un larvicida biológico específico para las fases larvarias de mosquitos, sin causar ningún daño a otros insectos ni fauna vertebrada beneficiosa.

Sin embargo, unas de las vergüenzas dejadas al aire por el diluvio es la constatación de que en la comarca del Levante, en Almería, en España, hay miseria dicho sea sin ánimo de polémica tipo NYT. En tierra no es fácil verla, desde el aire es evidente. Allí adonde se arrojan los escombros, los enseres destrozados, los deshechos de la ruina, allí mismo, hombre y mujeres rebuscan por ver de encontrar algo a lo que sacarle rendimiento o utilidad. Es pura miseria la que obliga a hurgar entre los despojos, a cargar los coches con las rebañaduras de lo ya arruinado por las aguas. Seguramente habrá, porque de todo hay, profesionales del metal, o sea, del cobre, del hierro, sí, seguramente hay buscadores del latón, pero sin género de duda, allí, al barranquillo adonde se arrojan los restos, acuden los que viven en la miseria.

Entre los descosidos del violento torrencial, puentes partidos por la mitad, caminos y carreteras intransitables, y, sobre todo, viviendas anegadas, destrozadas, construidas en propiedad de las aguas. Su Majestad la Reina manifestó anteayer en Vera su deseo de no volver a esta zona por estas causas, las inundaciones, que en 40 años ya van dos. Es de suponer que lo habrán leído o escuchado también promotores, constructores y demás Ayuntamientos.

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