Andalucía
  • De extravagancia de las vestimentas de Sánchez Gordillo a las polémicas sobre los tránsfugas en la época del GIL y protestas en la crisis económica

Camisetas, grupos mixtos y otras coplas

Juan Manuel Sánchez Gordillo, en el Parlamento con Diego Valderas. Juan Manuel Sánchez Gordillo, en el Parlamento con Diego Valderas.

Juan Manuel Sánchez Gordillo, en el Parlamento con Diego Valderas.

Escrito por

· Carlos Rocha

Cuando los veteranos del Parlamento pensaban que ya nada podía sorprenderlos, llegó el Pleno de las banderas. Por resumirlo al máximo, los diez diputados no adscritos que pueblan la Cámara desde hace unas semanas han sido recolocados en unos despachos donde los seguidores de Trotski colgaron la bandera arcoiris del orgullo LGTB y la afiliada al partido de José Antonio Primo de Rivera colocó la enseña de Falange, con su yugo y sus flechas. Tras varios días de debate, os servicios del legislativo las quitaron todas, ya que esos despachos son espacios comunes que no pueden lucir ningún tipo de símbolo. Es el último capítulo de una historia que empieza casi con la creación del Parlamento como una de los elementos centrales del autogobierno que se conmemora cada 28 de febrero.

La polémica por los símbolos es casi una constante en una Cámara que, como es habitual en estas instituciones, no permite la expresión fuera de los lugares habilitados para ello, como las dependencias de los grupos parlamentarios. Pero quien hace la ley, hace la trampa y los diputados de IU llevan décadas dejando claro que su vestimenta sirve para dar su opinión. El maestro de esta práctica es Juan Manuel Sánchez Gordillo, ex diputado y alcalde de Marinaleda. A sus camisetas con mensaje –costumbre que heredó y mejoró su compañero José Antonio Castro– hay que añadir su icónico pañuelo palestino.

Una activista cantando en una protesta de 2014. Una activista cantando en una protesta de 2014.

Una activista cantando en una protesta de 2014. / EFE

El histórico dirigente de la CUT fue un destacado verso suelto de la izquierda de la Cámara. Protagonizó el caso más sonado de ruptura de la disciplina de voto de la historia autonómica, ya que emitió un sufragio nulo en el debate de investidura de José Antonio Griñán, que fue presidente de la Junta con el apoyo de IU, su partido, entre 2012 y 2013. Al poco tiempo prometió que no volvería a hacerlo y cumplió su promesa hasta que dejó el Parlamento por culpa de aquella norma que hizo imposible compaginar el puesto de alcalde con el escaño en las Cinco Llagas.

Si Sánchez Gordillo hubiera seguido el camino de la disidencia, habría provocado con casi toda seguridad un conflicto como el que ha hecho saltar por los aires el grupo de Adelante Andalucía. Podemos –con el aval de IU– logró que la Cámara expulsara a Teresa Rodríguez y sus afines por considerarlos “tránsfugas”. Ahora el Parlamento está inmerso en la reforma de su reglamento para incluir las novedades del pacto antitransfuguismo. Este acuerdo nacional no es nuevo y ya fue motivo de debate en el legislativo cuando, en 2001, el PP se saltó esta entente para arrebatarle al PSOE la Alcaldía de Estepona junto con varios concejales del GIL, partido que en torno al cual había un cordón sanitario que los populares se saltaron.

El diputado tránsfuga Ricardo Chamorro. El diputado tránsfuga Ricardo Chamorro.

El diputado tránsfuga Ricardo Chamorro. / Juan Carlos Muñoz

Aquello llegó a la Cámara y, después de un duro intercambio entre el socialista José Caballos y el popular José Luis Rodríguez le llegó al turno al diputado Ricardo Chamorro: “señor presidente, señoreas diputadas, señores diputados, les habla un tránsfuga”. La cita quedó recogida en el libro Política de Cámara, de las periodistas Lourdes Lucio e Isabel Pedrote, que recuerdan las carcajadas que llenaron el salón de plenos antes de que el ex parlamentario del PA se enredase en explicar su situación política con una frase propia de Mariano Rajoy o Íñigo Errejón. “Yo soy un tránsfuga disidente, pero no un tránsfuga traficante y que, además, precisamente por negarme a practicar el transfuguismo programático e ideológico me veo en la condición de tránsfuga disidente”, zanjó. El debate lo cerró José Calvo, portavoz de un grupo andalucista mermado hasta quedarse con solo tres escaños tras la huída de Chamorro y Pedro Pacheco, que centró su intervención en recordar al primer tránsfuga, Antíoco de Egea, un sofista del siglo II que acompañó al emperador Septimio Severo a una campaña contra los partos para cambiarse de bando, desertar de sus nuevos correligionarios y volver con los romanos, que le pusieron el epíteto de El Tránsfuga.

Después de aquel episodio, el Parlamento modificó su reglamento para acabar con el grupo Mixto y dar alas y medios económicos a futuros tránsfugas –de aquellos polvos, los lodos de los no adscritos–. Por eso Rodríguez y los suyos no han podido formar un grupo, como tampoco pudo poco antes la falangista Luz Belinda Rodríguez y, en la pasada legislatura, Carmen Prieto. Elegida en las listas por Ciudadanos, salió magullada del grupo naranja y dio un par de momentos de gloria cuando se poso a trabajar en el banco de un pasillo. Prieto tuvo escarceos con UPyD, partido que nunca llegó a tener representación en la Cámara. Su último candidato andaluz fue Martín de la Herrán, que dio un mitin en un tranvía con Toni Cantó, estrenó en 2014 una iniciativa de participación ciudadana denominada “el escaño 110” en el mismo Pleno que aprobó la Ley Trans sin polémica. Durante su intervención, un colectivo de activistas se arrancó por fandangos para protestar por el rescate bancario. El escaño 110 no ha vuelto a usarse, Toni Cantó ahora es de Ciudadanos y la Ley Trans está a punto de hacer naufragar el primer Gobierno estatal de coalición desde la II República. Todo ha pasado antes en el Parlamento andaluz.

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