Debate con Susana Díaz

Doberman Marín no muerde

  • El debate entre la presidenta de la Junta y su anterior aliado parlamentario no llega a crudeza del resto de la oposición

Juan Marín, durante su intervención en el Parlamento andaluz.

Juan Marín, durante su intervención en el Parlamento andaluz. / EFE

No le sale, es que a Juan Marín, criado y crecido en la bondad natural de Sanlúcar, no le despunta el colmillo. No muerde, es así, su bonhomía marismeña no le deja. Un par de reproches y unas dolorosas alusiones a los ex presidentes Manuel Chaves y José Antonio Griñán. Ha sido la única vez que la presidenta andaluza, Susana Díaz, se ha sentido incómoda durante el debate que ha mantenido con el líder de Ciudadanos este jueves en el Parlamento andaluz.

Desde que este pleno comenzó el miércoles pasado, los distintos parlamentarios de Ciudadanos han venido criticando a los consejeros en sus intervenciones, de modo que había cierta expectación por escuchar a Marín en sus preguntas a Susana Díaz, pero como le ha dicho la presidenta, “el papel de doberman de la derecha no le va, aunque lo intenten disfrazar”. Juan Marín le ha afeado a Susana Díaz que no haya cumplido todo lo que pactó cuando Ciudadanos le dio su apoyo de investidura, pero no se ha producido ni estridencia ni ha arrojado cargas de profundidad. Ciudadanos y PSOE, probablemente, tendrán que gobernar juntos si las próximas elecciones andaluzas le van bien, y no hay que derribar los puentes que han quedado. No es casual.

Ni Juan Cornejo, número dos del PSOE andaluz, ni Manuel Jiménez Barrios, segundo en el Gobierno andaluz, critican a Marín cuando atacan a Ciudadanos. Se centran en Albert Rivera, pero a su antiguo aliado, como mucho, lo tildan de mandado de Madrid. Y cuando Marín responde, contesta, pero no muerde. Es que no le sale, no termina de abandonar esta pátina jabonosa con la que rodea sus intervenciones.

Sólo una: “Señora Díaz, usted y yo echamos a los señores Chaves y Griñán”. A Susana Díaz no le ha gustado que el de Ciudadanos le haya hecho partícipe de las dimisiones de los ex presidentes como diputado y senador. Esa fue una condición que pusieron los naranjas antes de comenzar a negociar con el PSOE la investidura de Susana Díaz. “Yo no soy presidenta porque alguien haya abandonado el cargo”, indicó, “lo soy porque me votaron los andaluces”. Y terminó: “Usted no se encuentra cómodo, porque la decisión la han tomado por usted, porque usted es quien tiene que pedir permiso en Madrid”.

Todo lo naranja, al menos en este Parlamento, alejado del tono de Antonio Maíllo, de IU, o Juanma Moreno, del PP, con quien la presidenta sí ha tenido sonoras agarradas.

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