En tres palabras

Política andaluza: el tiempo entre imposturas

  • La encuesta del PSOE busca afianzar la posibilidad de que Díaz siga al frente del partido, mientras que en el Gobierno se esfuerzan en las celebraciones del 28-F

Susana Díaz, ante Juan Marín y Juanma Moreno en el Parlamento.

Susana Díaz, ante Juan Marín y Juanma Moreno en el Parlamento. / Efe

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La hija recién nacida de Susana Díaz no ha traído un pan sino una encuesta debajo del brazo; y es una encuesta en la que el PSOE recupera el poder con una mayoría absolutísima de 57, pactando con Podemos una vez liberado de los talibanes anticapis, y la ex presidenta es la líder más valorada, de hecho con el único aprobado. Todo es alegría en esa casa esta semana. La encuesta, eso sí, es un regalo del partido a la jefa, y eso descarta su credibilidad. Pero esto no va de credibilidad, sino de regalarse una alegría.

Lo importante no son las encuestas sino sus consecuencias, decía el viejo Kissinger. Esta encuesta no es solo un regalo del baby shower sino parte de una estrategia de comunicación para restablecer el susanismo. En ese plan Susana Díaz almorzó en La Moncloa con Pedro Sánchez para sellar una alianza; se pactó simbólicamente una delegada del Gobierno consensuada; Ábalos se ha paseado después por Sevilla bendiciendo el statu quo... Susana tiene una hoja de ruta para repetir como candidata, y la encuesta es un modo de jalear a los suyos con su particular yesgüicán: el PSOE sube a 40, y pacta con Podemos, que conserva 17, para alcanzar la mayoría absoluta.

Nadie se cree la encuesta, por supuesto, ni siquiera Verónica Pérez. Los 40 del PSOE quedan lejos pero los 17 de Podemos en pleno proceso de descomposición parecen ilusorios. Claro que la encuesta sólo es una pieza en la estrategia. Susana Díaz no se rinde… y ahora necesita que el sanchismo andaluz empiece a claudicar, cosa que hará en función de las órdenes de Ferraz, y que el susanismo recupere el ánimo. Ninguna de las dos cosas resultará sencilla, pero están en ello. No en vano Warren Buffett ha advertido alguna vez sobre el uso político de las encuestas para sustituir el pensamiento.

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Este fin de semana el ambiente en las casas de algunos altos cargos de los partidos de la coalición del Gobierno es de encierro y estudio concienzudo…

–A ver, voy allá: “La bandeeeeera blancaaaaa y veeeeerde, vuelve traaaas siglos de…” nada, que no me sale.–Tranquilo, cariño, ya verás como lo aprendes. Es “siglos de guerra, a decir paz y esperanza…”.–Es que a mi edad cuesta memorizar estas cosas. Bueno, sigo: “a deciiiir paz y esperanza, bajo el sol de Andalucía…”.–No, no, no, cielo, ahí es “bajo el sol de nueeeeestra tierra” que rima con guerra.

En el Gobierno hay andalucistas convencidos con trienios, como Juanma Moreno, pero hay otros que van a tener que completar el reciclaje más allá de una pulserita con la bandera blanca y verde y el pin en la solapa.

–“Los andaaaaaluces quereeeemos volver a ser…”, nada, me rindo, ¿volver a ser qué, demonios?–Venga, que tú puedes, “Volver a ser lo que fuimos, hombres de luz…”.–Hombres de luz, hombres de luz… si es que encima me acabará dando allí la risa. A mí eso me suena a Raticulín y el loco aquel de Dos Hermanas, cómo se llamaba, ¡Carlos Jesús! ¿No me dirás que no suena a eso lo de Hombres de Luz?

Enfatizar el andalucismo no es sólo un efecto de la institucionalidad –es absurda la idea de gobernar Andalucía sin andalucismo– sino también una posición estratégica: la convicción en San Telmo de tener consolidada su ventaja en los entornos urbanos pero sin penetrar en espacios rurales menos permeables. La izquierda aprovechó el histórico error conservador del 28-F para identificar andalucismo e izquierda y fomentar el imaginario de derecha=antiandalucismo. Cuarenta años después, la realidad ha cambiado mucho pero el tópico ha resistido, al menos en entornos menos críticos. Y hay que percutir ahí, incluso con sobreactuaciones.

–Venga, cariño, ya verás que puedes: “Pedid tierra y libertad…”.–“Pedid tieeeera y liiiibertad, seeeea por Andalucía libre, España y la Humaaaaaanidad”.–¿Ves? Claro que puedes.

De momento, más allá de la parodia (y que conste que el arriba firmante no se sabe la letra del himno), desde San Telmo confían en que les pueda favorecer la gestión endemoniada para Moncloa de la crisis del campo, que el martes tendrá la gran tractorada de Sevilla, y los recortes de la PAC… Y si además Pedro Sánchez se reúne con Torra en víspera del 28-F cuando tiene sin responder las tres cartas enviadas por el presidente andaluz, tal vez puedan tocar la fibra del orgullo, algo que el PSOE utilizó a destajo en el pasado.

En definitiva en el PP, no así en Cs, van ganando en confianza tras la carambola que les llevó al poder, aunque les inquiete la creciente hostilidad sindical con el recurso de la huelga política y también lo sucedido con el PP vasco al que se ha ninguneado desde Génova. Aquí también interesa que no se pierda el electorado en barrena de Cs, pero defendiendo la autonomía. Por eso lo ocurrido con Alonso preocupa tanto como en Galicia, aunque no sea equiparable: Juanma Moreno es presidente, como Feijóo, y por tanto un barón con poder. Y parece tener claro que el error de la tutela desde Madrid no se puede volver a cometer. La miopía histórica de la derecha castellana con Andalucía ya ha sido para el PP, por mucho tiempo, un pesadísimo lastre.

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Vox ha reclamado que Chaves y Griñán renuncien a sus prebendas por la condena de los ERE. El pequeño matiz de la noticia es que ya renunciaron hace años. Pero esto es ya una seña de identidad de Vox: pelear por cosas que no existen. Da igual que sea la violencia de los MENA, que el consejero de la Presidencia rebajó a un cero coma poco por ciento, o el pin parental, esa demanda por lo visto muy acuciante sin casuística en ninguna comunidad. Pero la extrema derecha no actúa en el plano de la realidad, sino de los prejuicios. Se trata de apelar a emociones, a veces telúricas como en su plan de proselitismo de la caza en los colegios.

Carlos Rocha –con ese titular certero de “Vox solicita que Chaves y Griñán renuncien a unas ‘prebendas’ que no existen desde 2011”– lo ha contado: “Hernández [el portavox] ha llegado a sugerir que los ex jefes del Ejecutivo andaluz renuncien a un complemento a sus pagas de jubilación para que alcance una cantidad equivalente “al 60% del sueldo del actual presidente” de la Junta (…) Griñán eliminó, con motivo de la crisis económica, estos privilegios. Tampoco cobran las cesantías que si cobran, por ejemplo, quienes dejan de ser diputados en la Cámara autonómica (…)Ninguno de los dos forma parte del Consejo Consultivo de Andalucía, puesto al que tendrían derecho por su condición de ex presidentes y a través del cual podrían cobrar una importante remuneración (…)una oficina para atender a las labores propias de un ex jefe del Ejecutivo andaluz, pero Griñán acabó con la iniciativa en 2011”.

A la extrema derecha le sucede como a la extrema izquierda: en lo que tienen de partidos radicales que surgen desde la impugnación del sistema, y por tanto más o menos antisistema, necesitan establecer un imaginario muy negativo que les dé sentido. Para Vox, el demonio es el Estado de las autonomías, contra el que esta semana ha percutido duro, como para Podemos era el Régimen del 78. Todo eso se cura con el tiempo y con la institucionalidad, aunque no siempre se cura.

En todo caso, como Vox necesita ese tipo de campañas, desde aquí amablemente le sugerimos algunas posibilidades para este curso político: que se le dé a cada familia un cheque-bebé para comprar una escopeta de caza cuando nazca su hijo o hija (con carácter retroactivo desde el 28-F de 1981); que se haga una ley para prohibir los matrimonios mixtos con musulmanes que degraden la sangre andaluza ya demasiado mestiza, y subvencionar a las parejas que se casen con castellanos viejos de ocho apellidos; que la Consejería de Cultura invierta en la recuperación del vocabulario políticamente incorrecto para descalificar a los LGTBI, familias uniparentales y otras razas como parte del acervo… Hay mucho recorrido para Vox, que aún nos tiene que dar muchos días de gloria.

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