La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

La agenda que más engorda

Las citas y convocatorias sociales se han disparado, hay ansiedad por celebrar lo nuevo y todo lo que se quedó pendiente

Un cóctel

Un cóctel / M. G. (Sevilla)

Ahora que están de moda las agendas políticas con fecha de ejecución, pines de propaganda en las solapas incluidos, echamos en falta que se oficialice una gran agenda que represente la ristra de actos, encuentros, desayunos, comidas y cenas con las que se nos está castigando tras meses de inactividad social. Dicho sea sin olvidar las citas familiares de bodas, bautizos, comuniones y funerales pendientes. Pareciera que tenemos que acudir a todo lo que toca en el nuevo curso más a todas las citas que no se pudieron celebrar por las restricciones. Nos va a dar un sopitipando con una agenda que ha engordado más que muchos españoles a cuenta de los encierros y toques de queda. Algunas criaturas muestran los efectos de una verdadera voracidad social en cuanto ha llegado el otoño y se ha recuperado esa Andalucía de las ocho de la tarde donde hay oferta variada de presentaciones, inauguraciones y conferencias con derecho a vino español. Los monstruos croqueteros han vuelto con fuerza.

Todo el mundo quiere organizar ahora el tinglado que se quedó pendiente en 2020 y parte de 2021. El cumpleaños de cifra redonda, la reunión de los amigos de la caseta, de la romería, del coro de carnavales o de la parroquia, de la carroza de la cabalgata o de los antiguos alumnos del colegio, la presentación del libro, la fiesta para enseñar la nueva casa, la inauguración del hotel de turno, la entrega de los premios de 2020, la bendición del despacho profesional y, por supuesto, las tropecientas mil comidas y cenas que “hay que celebrar” porque hace tiempo que no nos vemos. Obsérvese el término verbal empleado que indica una exhortación en toda regla. A este paso no hay bolsillo ni estómago que aguanten la nueva normalidad, la recuperación de la vieja o como ustedes quieran llamarle a este tiempo de reencuentros de alto coste para las economías y las básculas. La resiliencia de las narices se demuestra luchando contra esas invitaciones imperativas, recortando la agenda con unas tijeras más grandes que las de Rajoy en 2014.

En el fondo habría que decir aquello que se nos decía en tiempos cuando abusábamos de las charlas telefónicas con las amistades los viernes y sábados por la tarde: “¡Cuelga ya que no vais a tener nada de lo que hablar esta noche!”. ¿Pero no nos hemos hartado de hacer videollamadas y de quemar los grupos con mensajes superfluos? Se trata, una vez más, de consumir. Ocurre en las sociedades que en el fondo viven en el cuerno de la abundancia. Estalla una pandemia y tenemos una vacuna a los diez meses. No se nos puede exigir más.

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