Respons(H)abilidades

Contra el coronavirus, habilidad para responder e inteligencia emocional

  • La regulación adecuada de las emociones básicas, y muy especialmente del miedo, toma cada vez más importancia en la gestión de esta alerta sanitaria que ha puesto en jaque al mundo

Contra el coronavirus, habilidad para responder e inteligencia emocional

Contra el coronavirus, habilidad para responder e inteligencia emocional

La inteligencia emocional es una de las claves más importantes a manejar por los expertos que están liderando la gestión de la pandemia por Covid-19, tanto la inteligencia emocional propia, a la hora de tomar medidas y comunicarlas, como la de toda la población para evitar el pánico generalizado. Y el pánico no es otra cosa que la gestión inadecuada del miedo, una emoción básica que, lejos de ser negativa, es la que ha garantizado la supervivencia de la humanidad hasta los oscuros días que estamos viviendo. Así que no quiero que perdamos el miedo, pero por favor, gestionémonos bien, con mucho sentido común, para no entrar en pánico.

Otra clave muy importante estos días es, sin duda, la gestión de la información, tanto de quienes la emiten como de quienes la reciben. Porque es imprescindible garantizar la confianza y veracidad de los mensajes y de las fuentes. Tenemos que ser conscientes de que todos producimos mensajes y somos fuentes de información, así que nadie está exento de esta responsabilidad.

Por tanto, la corresponsabilidad nunca ha sido más necesaria que ahora. Es decir, todos y todas debemos sentirnos y ser hábiles para responder, o lo que es lo mismo, responsables de adoptar las conductas necesarias para el beneficio global. Esto ya era muy importante antes de que el coronavirus iniciara su gira mundial, pero ahora, y por eso mismo, es fundamental. Y lo seguirá siendo cuando esta tormenta mundial pase, que pasará…

Así que, contra el coronavirus, despleguemos mucha responsabilidad con la información que escuchamos, pero sobre todo con la que compartimos o emitimos, y de paso, aprovechemos el escenario para crecer en inteligencia emocional. Que siempre hay algo positivo que sacar de las desgracias.

El miedo es una emoción básica, y es positivo

Todas las emociones básicas funcionan como avisos naturales que nos dan un mensaje valiosísimo para reaccionar en cada momento. La inteligencia emocional empieza precisamente ahí, en saber escuchar esos mensajes y tenerlos en cuenta para influir en nuestras conductas.

La emoción básica más efímera es la sorpresa, que me informa de que se ha roto el equilibrio que esperaba, después llega rápido otra emoción a darle signo agradable o desagradable al sentimiento que estoy construyendo. La tristeza por su parte me dice que he perdido algo preciado: una oportunidad, una cosa, una persona… La alegría me cuenta que he logrado algo que quería. El asco o rechazo, que algo o alguien está atacando mis valores. El enfado viene a decirme que se están saltando mis límites. Y el miedo lo que viene es a ponerme en guardia, porque me dice que yo creo que no tengo recursos suficientes para afrontar lo que estoy viviendo. Ahora piénsenlo. ¿Qué están sintiendo estos días? ¿Cómo estamos reaccionando ante el Covid-19?

El pánico es una mala gestión del miedo

El miedo es uno de los procesamientos emocionales más rápidos en activar las respuestas corporales o fisiológicas que facilitan la preparación del organismo y de la conducta. Lo hace más rápido cuanto mayor percibimos la amenaza, y tan rápido que adelanta al córtex cerebral, donde se alojan los procesos más cognitivos y conscientes. Esto quiere decir que el córtex también procesa el estímulo amenazante, pero que reaccionamos antes de pensar.

Pero no miren mal al miedo. Es muy necesario. Es el encargado de ponernos en guardia y de focalizar toda nuestra atención en la amenaza, para ayudarnos a encontrar la reacción más útil y movilizar conductas adecuadas y coherentes que garanticen una respuesta efectiva.

Pero como todas las emociones básicas, también tiene su parte negativa. Si no gestionamos el enfado entramos en la ira; si no gestionamos el asco, caemos en la intolerancia; si no gestionamos la tristeza, en depresión; y si no gestionamos el miedo, caemos en el pánico que desabastece de mascarillas y equipos de protección a los que sí los necesitan, que vacía sin sentido los supermercados o que estresa, aún más, los servicios sanitarios.

Sentido común, sentido común, sentido común

¿Han visto la película Bitelchus de Tim Burton? Yo personalmente la recuerdo con mucho cariño. Cuenta la historia de un irreverente espíritu del mundo de los difuntos que tiene el poder de aparecerse entre los vivos cuando se nombra su nombre tres veces en voz alta. Le pido un favor: ¿puede leer ahora en voz alta el título en negrita que antecede a este párrafo?

El sentido común reconocerá la seriedad de la situación, pero no alarmará de forma innecesaria ni propagará mensajes poco fiables o datos no confirmados.

El sentido común no desoirá las recomendaciones oficiales y tomará todas las medidas de precaución y prevención, tanto para sí mismo como para todos los que le rodean, sin pretender aislarse del mundo o meterse en una burbuja.

El sentido común mirará a los ojos a las personas, sustituyendo por un tiempo los apretones de manos o los besos por apretones de alma, que hay muchas formas de estar cerca de los demás. Porque suscribo cien por cien lo que me escribía en el WhatsApp mi querida amiga Leandra hace un par de días sobre la psicosis que nos rodea: “está bien seguir todas las medidas contra el Coronavirus, pero sigamos mirándonos, sonriéndonos, sintiendo el contacto del que tenemos en frente. Y también, ¡ojo con cómo consumimos!”

El coronavirus está poniendo a prueba la responsHabilidad o habilidad para responder de todas las personas, el sentido común y la inteligencia emocional. Ganarle la partida no será sólo cuestión de evitar el contagio. Lean conmigo en alto: humanidad, humanidad, humanidad.

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