La campaña de Susana Díaz

De huir del “fango” a acordarse de Vox

  • La campaña de Susana Díaz ha crecido en intensidad para jalear a los votantes socialistas tras comenzar con un perfil bajo y más institucional

Susana Díaz, en el mitin de cierre de campaña.

Susana Díaz, en el mitin de cierre de campaña. / Juan Carlos Muñoz

Susana Díaz inauguró la campaña en Granada hace quince días con varias consignas: no entrar en el “fango” de PP, Ciudadanos y, en menor medida, Adelante Andalucía. Su campaña iba a ser propositiva y comenzó según el guión.

Más dinero para las cuidadoras de la dependencia y libros gratis para los niños de tres a seis años. Su proyecto es “sólido y solvente”, asegura. Lo demuestran, explica, sus cinco años de gobierno. Se ha esforzado la candidata del PSOE en mantener su estrategia, pero en la última semana tuvo que claudicar.

Las razones son variadas. Primero, el tono de la campaña ascendió tras una primera semana adormecida, con el debate de Canal Sur como síntoma. La visita casi permanente de Pablo Casado y Albert Rivera propició la nacionalización de estas elecciones andaluzas. Y ante esa pelea en el centro derecha fue la propia Díaz la primera que se atrevió a mencionar Vox el dragón que Juanma Moreno y Juan Marín no querían ni nombrar.

Fue en el segundo debate, el lunes pasado cuando la candidata socialista preguntó –en cuatro ocasiones– a los líderes de PP y Ciudadanos si tienen pensado pactar con el partido de ultraderecha si finalmente logra representación en los comicios del 2 de diciembre. No contestaron, pero la presidenta de la Junta –que entra en funciones el mismo domingo– se ha encargado de recordárselo en el resto de mítines que ha protagonizado.

Los sondeos dan la victoria al PSOE

Todos los sondeos otorgan la victoria a Díaz con un margen que ronda los diez puntos, pero la dirigente socialista y sus asesores apostaron por dividir el voto del centroderecha y jalear a sus propios votantes con el miedo a una ultraderecha que nunca ha logrado en España más que votos residuales y ahora parece que podría entrar en las instituciones.

Es habitual que los partidos de izquierda sean los que llamen a la participación, pero esta novedosa disputa en la derecha ha generado en los votantes socialistas una menor movilización de la esperada.

Sin embargo, se puede afirmar que el PSOE es quien ha movilizado a más gente en sus actos electorales. Puede que el mitin central de la confluencia, el pasado sábado en Sevilla, fuera el acto más multitudinario, pero Díaz y los suyos han llenado, día tras día, auditorios que rondaban el millar de personas ondeando más banderas blanquiverdes que rojas.

El polideportivo de Pino Montano es un escenario habitual para el PSOE y hasta allí se fueron para cerrar esta campaña. La última vez que lo utilizaron fue poco antes de las generales del 20 de diciembre de 2015. Pedro Sánchez y Susana Díaz se abrazaban antes de la hecatombe socialista, tanto en las urnas como a nivel interno.

El PSOE logró un raquítico 22% de los apoyos en aquellas elecciones y su suelo histórico en número de escaños, con sólo 90. El problema es que los comicios se repitieron y, aunque Sánchez logró más votos se quedó con los 85 escaños que ahora soportan el Gobierno.

Evitar esa situación es el principal objetivo de Susana Díaz. Los 47 escaños se antojan difíciles ante un voto más competido. El PSOE puede permitirse bajar un escalón más en su suelo electoral, siempre que no sea muy grande y, sobre todo, le permita gobernar con acuerdos puntuales, toda vez que los acuerdos de legislatura parecen una quimera. Para lograrlo, Díaz necesita superar a sus tres perseguidores con una brecha de 10 puntos.

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