ELECCIONES EN ANDALUCÍA

La añoranza de Felipe González por Doñana

  • El expresidente regresó al lugar en el que dice que se siente “como un lugareño más” y habló sobre su vida política horas antes de la apertura de la campaña

Todo estaba preparado ayer al milímetro en El Rocío para el homenaje al expresidente Felipe González. Nada se dejó al azar, desde las vistas y el marco incuestionable, pasando por la música en los altavoces con los acordes al piano del himno socialista, hasta el protagonismo del homenajeado. Un protagonismo llevado a los extremos, ya que aparte de las palabras sabias que González pronunció, solo habló para presentar el acto la anfitriona, la socialista Rocío Espinosa.

Sobre la marisma y con la imagen de fondo de lagunas de agua salpicadas de hierba que precedían al Santuario de la Virgen del Rocío, se dispusieron 12 mesas engalanadas para dar de comer a militantes y simpatizantes del partido socialista de la comarca. El restaurante ‘Aires de Doñana’ acogía así un acto homenaje al presidente –designación preferida por encima de cualquier otra nomenclatura- que también estuvo arropado por la presidenta de la Junta, Susana Díaz, aunque su presencia pasó casi desapercibida, a pesar de que faltaban horas para que la campaña comenzara.

Además, la familia socialista onubense también se dio cita en el idílico enclave, con el presidente de la Diputación y secretario general del PSOE de Huelva, Ignacio Caraballo, el cabeza de lista al parlamento andaluz por Huelva, Mario Jiménez, y el también candidato número tres, José Fiscal, acompañados del delegado del gobierno andaluz, Francisco José Romero. Alcaldes y concejales socialistas de toda la provincia tomaron, igualmente, buena fe de un almuerzo en el que todos se sintieron cómodos, al disfrutar de la presencia de un referente para el partido, pero también para la historia reciente de España.

Esa historia fue el centro de sus sarcasmos y anécdotas, en la que salió el mejor González, aquellos en los que exhibir su capacidad de oratoria, la misma que utilizó ayer para decir que todo aquel que lo desee podrá contar con su opinión, pero él no se va a meter a disponer porque ya hace 22 años y medio que ocupó el cargo de presidente del Gobierno. Su edad, 76 años, le hizo afirmar que mira al horizonte y no a sus pies, como le pasa a la sociedad actual, cuestión sobre la que dice que le preocupa “que las sociedades envejecidas tengan miedo porque miran todo el tiempo al suelo y pierden el horizonte”, expresó, por lo que hay que mirar al horizonte del “mundo en que vivimos” para así afrontar los desafíos.

González comenzó su discurso con Doñana, para decir que lo único que echa de menos de su época en la Moncloa es el parque, las charlas con los guardas –presentes algunos de ellos–, y acercarse al cerro de los ánsares para verlos llegar y deglutir su alimento. No se dejó por detrás la cita del cocido del 15 de agosto en las Marismillas, única jornada que pasaba en este palacio, ya que él prefería el de Doñana, aunque fuera de estilo más sobrio y sencillo, y donde convivía con guardas e investigadores. “Echo de menos al paisaje y al paisanaje”, dijo González, con la seguridad y el aplomo que lo caracterizan y provocando que el público se emocionara, al ser muchos de los presentes oriundos de la tierra.

El presidente dijo que se sentía uno más de Doñana, participando de las actividades y tradiciones que forman parte del patrimonio humano del entorno, ya que del valor natural no parecía falta hablar mucho más, debido al lugar del homenaje. Con varias anécdotas explicó su vida cuando acudía al parque, y consciente de ello, González señaló que ser presidente en Doñana fue lo más parecido posible a un lugareño más.

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