LA posible aparición de diputados de Vox entre los 109 que se eligen el domingo acapara la atención. No sería la primera vez que los electores andaluces cambian el rumbo de la derecha española. La UCD convocó el referéndum del 28 de febrero de 1980 obligada por el cumplimiento de los requisitos del artículo 151 de la Constitución: solicitado por todas las diputaciones y reclamado por más de las tres cuartas partes de los municipios de cada provincia. Pero cometió el error de pedir la abstención y de hacer una campaña lamentable. Llegaron a retransmitir por TVE en blanco y negro un partido de la Selección de fútbol contra la RDA, que se celebró en Málaga en plena campaña, para confundir las banderas andaluzas y españolas.

Allí empezó el suicidio del partido de Suárez. En las dos primeras elecciones generales PSOE y UCD quedaron igualados en la región y Alianza Popular no sacó ningún escaño. Pero tras la fallida jugada contra el referéndum, en las primeras autonómicas de mayo del 82, el PSOE sacó 66 parlamentarios, AP 17 y UCD quedó en tercer lugar con 15. Caída precursora de la debacle en las generales de octubre del 82, en las que UCD no sacó diputados al Congreso en ninguna de las ocho provincias. Después, Andalucía le negó el gobierno a PP en las dos coyunturas más favorables: 2000 y 2012.

Y ahora el electorado liberal, conservador y ultraconservador votará distintas opciones con posibilidades: Ciudadanos, PP y Vox. Se empezará a dibujar aquí un nuevo mapa de la derecha española, que de momento no sólo está dividida, sino también desorientada. Hace un mes, en el congreso de la Empresa Familiar celebrado en Valencia, Pablo Casado calificó a Cs como un partido de centro izquierda. Y el pasado fin de semana, en La Sexta, Albert Rivera ha definido a Vox como un partido conservador. Será complicado el encaje de esas fantasías con la realidad. El 2-D puede provocar algún aterrizaje forzoso, como en 1982.

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