¡Andalucía soy yo!

Hay algo que tengo claro -ha dicho Susana Díaz- y es que hasta el que no nos vota sabe que el partido de Andalucía es el PSOE de Andalucía". Sin duda una de las claves del éxito socialista ha sido la identificación Andalucía=PSOE desde la Transición, cuando arrebató la bandera al andalucismo histórico. Pero más allá de la frase al gusto de su clientela, hay algo mezquino… en la idea de que los demás partidos no son de Andalucía. Esto conecta con el mantra de gente de fuera, como si los otros fuesen cuerpos extraños. Es verdad que los desdenes supremacistas desde la derecha castellana han ayudado; pero ese discurso tiene mucho de buenos andaluces (nosotros) y malos andaluces (ellos). Una lógica, sí, perfectamente nacionalista, propia de Arzalluz o Pujol. Por eso, cuando se ataca su gestión, replican, como ellos, que se insulta a Andalucía. Pólvora electoral de primera aún en 2018.

Y sin embargo en esta campaña, por primera vez, le disputan al PSOE el patrimonio de la bandera blanca y verde. Desde el vídeo oficial a los eslóganes, Adelante Andalucía tira bien de andalucismo sentimental. Y Teresa Rodríguez, otra mujer de bandera, en el debate del lunes acertó a arrebatársela a Su Susanísima. Probablemente su discurso no cale en los mayores de 65 y flaquee en los mayores de 45, pero con la gente joven sí. Recuperan la idea de andalucismo identificado con rebeldía, como grito contra la sumisión, pero lejos de la retórica amarilleada de los marinaledos. Eso tiene pegada. Sí, detrás de Podemos hay mucho lastre ideológico, con tendencia al nacionalpopulismo como en Cataluña, pero aquí puede cuajar con acento andaluz. Y más, tras desafiar a Iglesias con la marca AA, si ganan la batalla de grupo propio en el Congreso. Al PSOE le han empezado a disputar la bandera.

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