Por dignidad, votadme

Como intuyó Freud, la civilización comenzó con el primero que descalificó a otro en vez de apedrearlo

Susana Díaz tiene un leitmotiv de campaña, sólo uno, al menos hasta ahora: defender Andalucía de los insultos. Es su mensaje a tiempo completo: "Nos han insultado y nos han ofendido", clama como un personaje de Homero o de Calderón, y señala a "los que vienen de fuera a insultar", sí, "como si fuéramos inferiores". Y añade: "La mejor manera de contestar a quien nos ofende, nos insulta, nos desprecia… es en las urnas". Susana Díaz busca el icono de La Libertad guiando al pueblo de Delacroix, en versión La Dignidad guiando al pueblo andaluz con la bandera blanca y verde. ¡Por vuestra dignidad, votadme a mí!

Lo dramático no es que este argumento resulte ridículo. Lo dramático es que resulte eficaz. Susana Díaz ni siquiera transmite la idea, al modo de Bulgakov, de que los insultos son el premio a un trabajo bien hecho. No se apoya en datos de empleo, éxito escolar, listas de espera, industrialización o I+D para sostener esa indignación. Su discurso es, sin más, la indignación. Y aunque pueda funcionar, el mensaje resulta muy desalentador: ya que no tenemos prosperidad, aferrémonos a la dignidad.

Las campañas, ya se sabe, son a cara de perro. Adultas. En definitiva, como intuyó Freud, la civilización comenzó con el primer hombre que descalificó a otro en vez de tirarle una piedra. Las cortesías se reservan para el día después del 2-D, tras felicitar al ganador y cambiar la retórica por la aritmética. Ahora toca la lógica del conflicto. Claro que Susana Díaz hace bien en plantar cara a quienes, con demasiada frecuencia, y con demasiada torpeza, recurren a tópicos supremacistas. Pero construir toda la campaña sobre eso puede ser un éxito triste. Si tu único mensaje es hablar de insultos, seguramente es que no tienes un mensaje.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios