Sevilla

En su instituto, en su universidad, en su casa

No tuve la fortuna de convivir con el profesor Clavero Arévalo en aquella Facultad de Derecho de la Fábrica de Tabacos. Él había llegado a la Universidad de Sevilla en 1954 para ocupar la cátedra de Derecho Administrativo precisamente el año en el que se estableció allí la Facultad de Derecho. En ese mismo año, con tan sólo veintiocho años, promovió la creación del primer Instituto Universitario de investigación de la Universidad de Sevilla y uno de los más antiguos de España, al que se denominó con el nombre de su maestro, el profesor García Oviedo, que se jubilaba ese mismo año. Desde esa lejana fecha, la llama que él inició y avivó ha sido mantenida por los miembros del Instituto, muchos de ellos discípulos suyos en primera, segunda y tercera generación. Su actividad ha consistido y sigue haciéndolo en la organización y desarrollo de actividades de investigación, formación y difusión en el ámbito del Derecho Público, con particular atención al Derecho administrativo. La iniciativa ha pervivido durante nada menos que sesenta y siete años -en los que la sociedad y la universidad tanto han cambiado- hasta el presente.

En 1992 don Manuel se vio obligado -y creo que la palabra es la justa- a jubilarse, por mor de un adelanto en la edad de jubilación forzosa de los profesores de universidad, que pasó de los setenta a los sesenta y cinco para poco después volver al lugar de salida. En ese mismo año, 1992, yo era un estudiante de cuarto de carrera, que me incorporaba como becario de colaboración al que había sido su Departamento (lo que antes se denominaba, su Cátedra). Por tanto, no pude gozar, siquiera por unos años, de su presencia física. Sin embargo, siempre que tuve la suerte de encontrarme con él en actos académicos, en los nada más nada menos que treinta años posteriores, me demostró la consideración y el aprecio que siempre proyectaba en sus relaciones con los demás. Cuando alcancé el doctorado, me incorporé formalmente al Instituto que él había creado y más tarde, en 2019, tuve el honor de ser elegido su Director. La primera medida que impulsé fue la propuesta de cambio de denominación del Instituto, para que pasase a denominarse con el nombre de su fundador, Instituto Manuel Clavero Arévalo, propuesta que fue apoyada unánimemente por sus miembros. Fue para mí, un biznieto académico, un honor y una alegría poder impulsarlo, pero, ante todo, un acto de justicia, porque con ello quisimos homenajear a nuestro común maestro, que tantas distinciones y reconocimientos políticos, sociales y universitarios había recibido en los diversos campos en los que se prodigó. Este lo era en su casa y en su condición de ser una de las referencias del Derecho Administrativo de su generación, con obras que sentaron bases de pensamiento que permanecen. Y, lo que parecía importante, era un homenaje en vida, en un país tan dado a los laureles post mortem, tal y como lo hiciera el propio Don Manuel sesenta y cinco años antes, cuando impulsó la creación del propio Instituto un año antes de que falleciera su maestro. Recordaré siempre con emoción el día que, en las navidades de 2019, acompañado de mis colegas, los profesores Pérez Moreno y López Menudo, acudimos a su domicilio para trasladarle la propuesta. La entrevista se desarrolló en un clima absolutamente fraternal y, a la vez, de respeto y admiración. Le trasladamos dos ideas, extraídas del sentir del Consejo: que el homenaje lo hacíamos en su faceta de Catedrático de Derecho Administrativo, maestro de generaciones y que allí mismo estábamos un hijo, un nieto y un biznieto académicos suyos -lo que le hizo reír- y que el honor no se lo hacía el Instituto a él, sino al contrario, de tal modo que sería un estímulo a quienes integramos el Instituto, a los venideros y a todos los estudiosos del Derecho Público. Demostró una vez más su caballerosidad y bonhomía, recibiendo con gran ilusión la propuesta y, a la vez, mostrando una modestia no afectada y una enorme gratitud. Y nos expresó con profunda emoción que él, antes y por encima de cualquier otra cosa, se había sentido en la vida profesor de Derecho Administrativo. A partir de ahí siguieron los trámites administrativos de aprobación por la Universidad de Sevilla y por el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía para culminar el cambio de denominación, pero, en todo caso, pudimos asegurarnos de que recibía en vida y en pleno uso de sus facultades ese homenaje que, como profesor, le debíamos en su propia casa.

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