Soltando Grillos

Los peligros de jugar al Risk con el mapa de Andalucía

  • Lo último en el mercadeo de sillones son los pactos de gobierno dónde nadie sabe quiénes son los que gobiernan y qué parcela tiene cada uno en ese gobierno

Los peligros de jugar al Risk con el mapa de Andalucía

Los peligros de jugar al Risk con el mapa de Andalucía / Rosell

QUE la política hace extraños compañeros de viaje, ya lo sabíamos. La novedad de ahora es que una vez llegado al acuerdo para viajar juntos, todos dicen desconocer cuántos harán la excursión, cómo se reparten las maletas y qué cometido tiene cada uno en la aventura. Lo último en el mercadeo de sillones son los pactos de Gobierno dónde nadie sabe quiénes son los que gobiernan o qué parcela tiene cada uno en ese gobierno. Es lo que tiene que unos tipos de reúnan en Madrid con el mapa de los ayuntamientos de España y se pongan a jugar al Risk, ese pasatiempo de estrategias que inventó un francés y donde gana el que más territorios consigue quitarle al contrario.

Salvando las distancias, ya que allí todo fue sinvergonzonerío y corrupción, no habíamos visto nada igual desde el tamayazo, aquel verano de 2003 en Madrid donde dos impresentables provocaron con su abstención una de las historias de transfuguismo más vergonzantes de la democracia española. No digo yo que estemos ante episodios similares, ni mucho menos, pero los resultados, en algunos casos, son idénticos: unos apaños que suponen una auténtica tomadura de pelo para los votantes.

En el juego del Risk se tira un dado y quien obtiene el número más alto, toma un ejército de su pila y lo coloca en un territorio en el tablero, reclamándolo así como suyo. En la política, es idéntico, pero se empieza por el que tiene más concejales. La estrategia consiste luego en ir colocando cuantos más ejércitos mejor en cada territorio para impedir que te lo quite el contrario. A veces, tienes que desabastecer una zona para poder controlar otra. De ahí que cuando a Ciudadanos le tocó tirar los dados sobre el mapa de Andalucía, se pidió Granada, donde el PP estaba dispuesto a retirar a sus soldados para facilitar la conquista. Como nunca nada es gratis, Ciudadanos le abría el camino al PP para consolidar otros territorios.

El problema de la partida de Risk entre Cs y PP es que mientras en el PP echaban una partida a la OCA con Vox

El problema de la partida de Risk entre Ciudadanos y PP es que mientras ambos se repartían las alcaldías y las diputaciones en una mesa; en el PP echaban una partida a la OCA con Vox. Y de vez en cuando, Vox tiraba porque le tocaba. Y así, de oca en oca, y de puente en puente, Vox seguía adelante porque el PP le llevaba la corriente. El caso es que cuando terminaron ambas partidas, aquello concluyó en un lío total. Esto, que ocurrió en un montón de ciudades, se convirtió en un esperpento en Granada. Los que se reunieron en Madrid mandaron el acuerdo la noche antes del día de la investidura del alcalde y aquello fue un desbarajuste: nadie sabía con seguridad cómo habían acabado ambas partidas.

El resultado ya lo conocen, fue elegido un alcalde de Ciudadanos y al día siguiente nadie sabía si era un primer edil para dos años, o para los cuatro; si hay que hacer un Gobierno de tres, o seguimos con tres equipos jugando dos partidas distintas en una misma mesa. Y en ello están. En descubrir qué pactaron sus líderes y cuáles son los sapos que se tienen que tragar cada uno. Mientras tanto, hay pocas cosas más estrambóticas que escuchar a Juan Marín, máximo responsable de Ciudadanos en Andalucía, reiterar que el alcalde de Granada será durante los próximos cuatro años; a la vez que Loles López, secretaria general del PP andaluz, insiste en que en esta localidad gobernará dos años un candidato de Ciudadanos y otros dos uno del PP. Si a ello se suma a los ediles de Vox reclamando su parte del pastel y amenazando con posibilitar una moción de censura apenas dos días después de la sesión de investidura, la situación resulta todavía más increíble.

El problema en Granada es que, desde hace una semana, hay tres partidos haciéndose trampas al solitario, lo que está resultando un bochorno para cualquiera que esté siguiendo día a día a los protagonistas de este historia. Resulta frustrante que a estas alturas de la democracia se amenace con hacer público pactos secretos, como si fuese asumible un acuerdo donde los partidos políticos tienen que esconder lo comprometido. Y esto no sólo está ocurriendo en la capital granadina, sino también en ayuntamientos como el de Madrid.

Al final habrá acuerdo. Todo lo que estamos escuchando no es más que el ruido de fondo de una época donde la verborrea y la falta de transparencia nos retrotraen a épocas que creíamos ya pasadas. No es que es que la política haga extraños compañeros de viaje, es que se nos está llenando de amistades inconfesables, pactos secretos, juego de trileros y, sobre todo, engaño. Demasiados engaños.

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