La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Todos picando en las comidas de Navidad

Otra vez a meter el cubierto usado en el plato común y en la mesa sin mantel, pero pagando con el precio bien elevado Restaurantes de un tenedor... usado

Comidas de Navidad

Comidas de Navidad / Juan Carlos Vázquez (Sevilla)

Qué horror, qué suplicio, qué tortura. Las comidas de Navidad han retornado con fuerza. Otra vez a coger la cuña de queso de la bandeja de chachinas donde el comensal de al lado ha depositado antes la corteza mordida del Manchenieto. Otra vez a comer el segundo plato con el cubierto usado de haber tomado el primero. Mucho gastrobar, mucho maridaje, mucha neoestuliticia y mucha fusión, pero la verdadera fusión es usar el cubierto del ceviche con salsa de aguacate para el lomo bajo de vaca con brizna de mostaza. ¡Toma ya! Y todos picando. Otra vez las mesas sin manteles con la coartada de la modernidad cuando en realidad es para ahorrarse la lavandería. Algunos sitios no colocan ni el amortiguador de un mantelito de mimbre. Y todos picando. Otra vez el restaurante que te ha cobrado 60 euros por cubierto (¡nada menos que diez mil pesetas!) te pone reparos para servirte una copa y te manda a hacer cola en un bar con gorila con cara de hacerte el favor de colocarte en una segunda cola para pedir los combinados de los quince que vienen contigo. Y todos picando.

Otra vez todos a meter el cubierto chupado en la ensalada mixta. Otra vez te toca tener conversación con un tipo que te quita el pan y lo pellizca, que se sirve de la botella de vino cogiéndola por el cuello, que llena las copas a la mitad o, lo que es peor, el catavino de manzanilla hasta arriba. Otra vez a brindar con el carbónico que el tío del bar te vende como cortesía de la casa, que la verdadera cortesía está en no probarlo porque las botellas son de las sobrantes de la cena del alumbrao de la caseta de la que se hizo cargo del bar en 2019. Otra vez a chupar esas cucharas de porcelana gorda del cóctel que obligan a abrir la boca como en el dentista para zamparte una combinación de salmón y corvina (precongelado de Findus) y dejar la cuchara con sus babas en la misma bandeja en la que vino y donde quedan otras cucharas pendientes de succión. Y todos picando.

Otra vez los dados de tortilla de esquinas oxidadas, las gordales resecas, el camarero que se cruza por enésima vez por delante, el pesado de la izquierda que sale poco de su casa y tiene que aprovechar la noche como en la canción de Raphael, el tío de enfrente mirando el móvil todo el tiempo como un adolescente, el inmaduro que te muestra los vídeos de tiktoker como sustitutivos del álbum del viaje de novios... Y de postre, los bizum para organizar el pago. Y todos picando. No asistir a comidas de Navidad es un ejercicio de libertad y rebeldía. Mejor abstenerse y alegar una alergia. Están de moda. Qué tiempos cuando había manteles y de postre servían contessa. Anunciada en televisión.

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