El asesinato de Marta

El más retorcido de los giros

  • Los huesos hallados en la escombrera de Camas pueden tener más de 80 años y pertenecer a varias personas. El juez y el fiscal ya estuvieron la noche del lunes realizando una primera inspección ocular.

"Surrealista...". Este era el mensaje publicado a mediodía de este martes en la red social Twitter por Javier Casanueva, tío de Marta del Castillo. No le hacían falta completar los 140 caracteres máximos permitidos para expresar el estado de ánimo de una familia golpeada una y otra vez por el cruel destino. Esta vez con un cierto componente macabro. Como si lo ocurrido este martes en una escombrera de Camas lo hubiera firmado el más retorcido de los guionistas, como si alguien quisiera jugar con el dolor de unos padres que a lo único que aspiran ya es a tener un sitio donde venerar los restos de su hija, asesinada hace más de cinco años. 

El nuevo episodio de este lustro negro arrancó la tarde del lunes, ya casi de noche, en la escombrera de Camas donde desde hace más de tres semanas un grupo de policías buscan el cuerpo de la adolescente. Cuando estaban a punto de finalizar la jornada, la primera tras una semana de parón por la lluvia, los investigadores encontraron unos huesos mezclados entre los escombros. Eran varios fragmentos de distinto tamaño, estaban rotos y parecían humanos. Quedaba alguna duda porque no había ningún cráneo ni nada que pareciese un hueso de la cabeza. No había ropa alrededor de los restos, ni mantas ni lonas con los que el asesino los hubiera podido cubrir. 

La misma noche del lunes, la Policía avisó al juez del caso, el titular de Instrucción 4 de Sevilla, Francisco de Asís Molina, y al fiscal, Luis Martín. Ambos se presentaron en el escenario de la búsqueda y decidieron regresar a la mañana siguiente. Caía ya la noche y difícilmente podrían trabajar sin luz los forenses y los expertos de la Policía Científica. Interior envió un equipo de especialistas de Madrid para darle la máxima prioridad a la investigación de los restos. Había que conocer si eran huesos humanos o de animal y, si eran humanos, de quién eran. 

Se quedaron dos patrulleros custodiando una fosa abierta en la escombrera, con la luz de la excavadora iluminando el lugar y dos policías espantando con linternas a los perros que se acercaban a curiosear en mitad de la noche. Poco antes de las doce saltó el rumor, corrieron miles de mensajes de telefonía móvil, alguien publicó en las redes sociales que había aparecido algo en Camas. A las inmediaciones de la escombrera empezaron a llegar periodistas. El padre de la víctima confirmó el hallazgo y el abuelo, al que los medios de comunicación despertaron y que no era capaz de localizar a su yerno, se plantó allí. Llegó a las dos de la madrugada. Los policías que custodiaban el acceso le tranquilizaron y le pidieron que se marchara a casa, que hasta por la mañana no habría novedad. "Tere, no sé nada, no sé nada, está aquí la prensa, está Desirée (Hernández, de Antena 3), está Rocío (Romero, de Tele 5) y otros muchos que hemos conocido estos años, pero dentro no hay nadie", le decía a su mujer por teléfono. 

Quería ser cauto. Eran ya demasiados golpes en casi cinco años y medio, pero decía tener un pálpito. José Antonio Casanueva se fue a dormir, a intentarlo al menos. Antes de las nueve de la mañana estaba otra vez en la escombrera. Para entonces aquello era ya todo un teatro de operaciones. A las ocho y media llegó la comisión judicial para levantar los restos. La formaban el juez Molina, el secretario del juzgado y la forense, la directora del Instituto de Medicina Legal, Rocío Marín. 

Varios agentes de la Policía Científica, vestidos con sus monos blancos, analizaban los huesos. A escasos metros de la fosa, un camión laboratorio para limpiar, catalogar y clasificar lo encontrado. Aparcado a su lado, el todoterreno Dodge negro con los cristales tintados que utilizan habitualmente el responsable de la investigación, el comisario jefe de la Policía Judicial de Sevilla, José Martínez de Mandojana, y los agentes del Grupo de Menores. En ese mismo coche ha sido trasladado en varias ocasiones desde la cárcel el asesino, Miguel Carcaño, llevado discretamente hasta la escombrera en los días que ha habido búsqueda. 

Al abuelo de Marta del Castillo se le permitió acercarse hasta los investigadores. Desde el cordón policial, ubicado casi a medio kilómetro de distancia, casi en la entrada ya de Camas, pudo verse desde los teleobjetivos de los fotógrafos cómo le daba un abrazo a la jefa del Grume. Cuentan que ésta le dijo que no se hiciera demasiadas esperanzas. Casanueva regresó hacia el lugar donde aguardaba la prensa, atendió a varias cadenas de televisión y se marchó a casa. Fue él el primero que apuntó, con todas las cautelas y reservas del mundo, que los huesos podrían ser humanos. Si hubo algún momento de esperanza, fue en el lado de la prensa, donde los profesionales de los medios de comunicación permanecían ajenos a los análisis de los restos. Lo máximo que se decía hasta ese instante era que eran de apariencia humana. 

 

 

Imágenes: Antonio Pizarro

Así pasaron las horas y se fue sabiendo que los huesos encontrados la tarde anterior eran, efectivamente, de personas. Pueden incluso pertenecer a varios cuerpos, pero tienen varias decenas de años. Más de 80, llegaron a calcular los peritos. Los restos fueron guardados en cajas y trasladados al Instituto de Medicina Legal, mientras la excavadora volvía a remover la tierra en busca de más piezas. Los análisis que se practicarán en los próximos días determinarán con mayor exactitud la fecha y el origen de los restos. 

Las primeras teorías sobre cómo llegaron a la escombrera de Camas que se barajan apuntan a que alguien hiciera una obra en su propiedad, los encontrara al excavar y los arrojara allí, o bien que se mezclaran con escombros procedentes de algunos trabajos de ampliación de algún cementerio de la provincia. A última hora de la mañana, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) confirmaba en una nota que nada tenían que ver con Marta del Castillo. Así terminaba la última desilusión de la familia.

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