Síndromes expresivos | Infinitivos mal utilizados

La Faraona: ni iros, ni veniros ni callaros

Mi hija no se puede casar. Así que si me queréis a mí, marcharse. Si me queréis algo, irsen (...) Yo tengo más fuerza que Chernóbil. ¿Tú te acuerdas de Chernóbil, este que ha dao la energía esa que se fue? 

La segunda mitad del siglo XX estuvo marcada por la icónica figura de la bailaora jerezana Lola Flores. Genio y esencia de las tradiciones españolas. Arte por los cuatro costados y una manera de hablar, que ha encontrado múltiples seguidores en las aulas españolas. Algún lector atento dudará de la veracidad de esta afirmación, ya que las generaciones actuales no conocieron el éxito de la polifacética artista. Por lo tanto, es necesario aclarar que este síndrome expresivo se transmite de padres a hijos y la sintomatología puede ser advertida por cualquier hablante: el uso de construcciones imperativas con el verbo en infinitivo, así como discursos dislocados desde el punto de vista sintáctico.

Todos los docentes hemos corregido cientos de veces expresiones de nuestros queridos alumnos como “Por favor, cerrar la puerta” o “Bueno, yo… a mis padres le gustaría tener una tutoría”. Tal es la repetición de estas estructuras disparatadas en las producciones orales y escritas que, por qué no reconocerlo, hasta nosotros mismos las imitamos inconscientemente. ¿A quién no se le ha escapado alguna vez un “Bueno, muchachos, callarse ya” o “Para mañana, traer las actividades de la página 38”? Supongo que muchos de los que acaban de leer esta pregunta han asentido con un poco de rubor ante tamaña tropelía expresiva. Si te sirve de consuelo, querido lector, todos cometemos errores en la vida.

Lo curioso de este síndrome es que algunos aviesos alumnos no aceptan bajo ningún concepto la incorrección de estas construcciones y se rebelan en público en los siguientes términos:

Profesor, el otro día estaba viendo con mi madre El Precio Justo y, tras proponer tres posibles cifras a los concursantes, el presentador gritaba “¡A jugar!”. Entonces, ¿me va a decir ahora usted que eso está mal dicho?

Como podrán imaginar, las miradas del resto de alumnos se clavarán en la figura del profesor, a la espera de una rendición honrosa y la petición de un armisticio beneficioso para ambas partes en litigio. En estos momentos de tensión, solo unos segundos de duda por parte del enemigo desarmado serán suficientes para escuchar, al fondo de la clase, comentarios del tipo: “¡Vaya la que te ha dao! ¡Callarse, a ver si contesta!”.

Las únicas armas con las que cuenta el profesor son las indicaciones y normas establecidas por la RAE. Por lo tanto, lo ideal sería responder con tres afirmaciones que reduzcan la beligerancia del adversario:

  • El uso del infinitivo con valor imperativo está totalmente desaconsejado en la lengua española.

La RAE ha aceptado la forma iros como imperativo del verbo irse, debido a la difusión de su uso en la lengua oral. Sin embargo, especifica que esta norma no puede hacerse extensiva a otros verbos como *veniros o *callaros.

Como siempre, existen excepciones y matices a la norma, como por ejemplo:

  • Construcciones imperativas, donde el infinitivo va precedido de la preposición a. Por ejemplo, “¡A jugar!”.
  • Órdenes o indicaciones dirigidas a un público amplio: “No fumar en las instalaciones”.

¿Se puede superar?

Por supuesto, solo es necesario el estudio y reflexión sobre las estructuras de los tres modos verbales en español (indicativo, subjuntivo e imperativo) y su correspondencia con las formas no personales de los verbos (infinitivo, gerundio y participio).

Consejo final: Lola Flores era Lola de España. ¿Qué implica eso? Pues, que existen personas que se han ganado el derecho a hablar como les dé la gana. Cuando seas padre, comerás huevos, chaval. Vale.

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