Crítica 'El caso Fischer'

La Guerra Fría sobre un tablero de ajedrez: apasionante

el caso fischer. Drama-biográfico, EEUU, 2014, 114 min. Dirección: Edward Zwick. Guión: Steven Knight. Fotografía: Bradford Young. Música: James Newton Howard. Intérpretes: Tobey Maguire, Michael Stuhlbarg, Peter Sarsgaard, Liev Schreiber.

Los antecedentes son aún más importantes en las cuestiones cinematográficas que en las penales. Siempre cabe la posibilidad de la rehabilitación, claro. Pero normalmente quien mal empieza, mal acaba. Tras una larga carrera televisiva Edward Zwick ha rodado películas con grandes repartos y presupuestos que, no careciendo de cierto oficio y obteniendo buenos resultados en taquilla, nunca han llegado a cuajar: Tiempos de gloria, Leyendas de pasión, En honor a la verdad, Estado de sitio, El último samurái, Diamantes de sangre o Resistencia. No están ni mal ni bien. Comida rápida servida en platos de alta cocina.

Pese a estos antecedentes, con El caso Fischer se ha rehabilitado logrando una película brillante e inteligente por rebajar el tono retórico y centrarse con eficaz sobriedad en los hechos vividos por dos personajes de extraordinaria talla, los ajedrecistas Bobby Fischer y Boris Spaski, que convirtieron sus duelos en un símbolo del enfrentamiento entre los Estados Unidos y la URSS en plena Guerra Fría. Un gran tema que tiene como cimientos un muy buen guión del excelente Steven Knight (Negocios ocultos, Amazing Grace, Redención, Locke) y que Zwick trata con una maestría que no se le podía sospechar, privilegiando los retratos de los contendientes a través de las grandes interpretaciones de Liev Schreiber (Spaski) y un Tobey McGuire (Fischer) en el mejor papel de su carrera, flanqueado por un excelente Michael Stuhlbarg y un extraordinario Peter Sarsgaard.

Con estos materiales Zwick ha logrado su mejor película. El desequilibrado genio del ajedrez da buen material, desde su infancia en una familia desestructurada de la que se refugió aprendiendo a jugar al ajedrez de forma sorprendentemente autodidacta, hasta su final en Islandia, exiliado de Estados Unidos, tras sumirse en una demencia conspiranoica, ultraderechista, antiamericana y antisemita -pese a ser él judío- provocada por sus cada vez más graves problemas mentales. Aunque la película se centra en el mítico duelo con Spaski de 1972, tras el que sólo con 29 años Fischer abandonó el ajedrez profesional, sus orígenes y su final son aludidos en la película; especialmente los primeros a través de un largo y muy bien ambientado flashback que ocupa gran parte del metraje sintetizando con eficacia tanto su deslumbrante carrera como la evolución de su difícil personalidad. Un uso creativo del sonido resulta esencial para reconstruir la inestable e hipersensible naturaleza de Fischer. La partida del 72 está construida con la parsimoniosa maestría y la tensión de un duelo de Sergio Leone.

Uno de los mayores aciertos del guión es presentar la lucha solitaria del campeón americano contra la poderosa organización soviética que, además de contar con un potente apoyo del estado que utiliza los triunfos de los ajedrecistas como propaganda para demostrar la supremacía de la inteligencia comunista sobre las decadentes mentes capitalistas, desarrolla en los grandes encuentros mundiales una estrategia de grupo que hacía imposible el triunfo de ningún ajedrecista estadounidense... Hasta que llegó Fischer.

Fundir el retrato personal con la Guerra Fría librada sobre un tablero de ajedrez hace apasionante esta gran película con la que Zwick ha limpiado sus antecedentes de rutinarios mamotretos. Queda esperar que no reincida y prosiga en esta contenida, seria y eficaz senda. Junto a Regreso a casa de Zhang Yimou, El caso Fischer es, hasta ahora, la mejor película de este verano.

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