'El mediador' | Crítica

Liam Neeson en piloto automático

Liam Neeson, en un fotograma de la película.

Liam Neeson, en un fotograma de la película.

Como Charles Bronson en su ciclo del justiciero de la noche, Liam Neeson se ha convertido en un género en sí mismo. Desde que en 2008 Venganza le descubrió esta senda -¡y ya son años: 14 nada menos!- la ha transitado con tanta frecuencia y tan estable éxito que no es fácil, a estas alturas, recordarlo como el buen actor que fue allá por sus años con Jordan, Spielberg, Nolan o Scorsese. Aunque alguna película de cierto interés ha entremetido en estos 14 años, se ha convertido en el padre rescatador o vengativo, el hombre normal metido en una situación tan rara como extrema, el ex policía torturado o el ex agente atormentado de Sin identidad, Venganza: conexión Estambul, Sin escalas, Caminando entre las tumbas, Una noche para sobrevivir, Venganza 3, El pasajero, Venganza bajo cero, Ice Road, El protector, Un ladrón honesto y, ahora, El mediador. Todas tan parecidas que debió pasar de unas a otras como si fueran la misma película.  

No les sorprenderá saber que interpreta a un maduro agente (en versión zurcidor de descosidos hechos por otros colegas) que, como todos en este tipo de películas, solo desea dejarlo para disfrutar de su familia (sobre todo de los nietos, que el bueno de Neeson ha cumplido ya los 70), pero se enfrenta a una peligrosa conspiración nacida en las entrañas del sistema que le obliga a seguir en la brecha.

El guión fue escrito en modo piloto automático. La película ha sido dirigida en modo piloto automático por el mismo Mark Williams que ya dirigió a Neeson en Un ladrón honesto. Y el actor la interpreta también en modo piloto automático, como sí mientras rodaba estuviera pensado en otra cosa. 

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