Muere Chicho Ibáñez Serrador

¿Quién puede olvidar a Chicho? Ibáñez Serrador también reinó en el cine

  • 'La residencia' y '¿Quién puede matar a un niño?' dan al realizador un sitio de honor en la historia del séptimo arte

Narciso Ibáñez Serrador, un cineasta que creó escuela.

Narciso Ibáñez Serrador, un cineasta que creó escuela. / Prointel / Archivo Premios Goya

Él fue el padre -entre otras muchas cosas que tienen que ver con la televisión y el cine- de los Balagueró, Plaza, Bayona, Fresnadillo, Sergio G. Sánchez, Álex de la Iglesia, Amenábar o Rodrigo Cortés. Hasta Ibáñez Serrador el cine español de terror prácticamente no existía. Era un subgénero pobretón con más gracia que otra cosa. Gracia de tullido o ciego de novela picaresca porque lo que con crueldad lo hacía gracioso -convirtiéndolo para algunos incluso en objeto de culto- eran sus evidentes limitaciones. He pasado muy buenos ratos de cine de barrio o de verano viendo Malenka, La noche del terror ciego y El ataque de los muertos sin ojos de Amando de Ossorio, La noche de Walpurgis, Dr. Jeckyll y el hombre lobo y La rebelión de las muertas de León Klimovsky, La venganza de la momia, El retorno de Walpurgis y El espanto surge de la tumba de Carlos Aured, Una vela para el Diablo y Pánico en el Transiberiano de Eugenio Martín o Necromicón, El conde Drácula y Vampyros Lesbos de Jesús Franco. Estaba el precedente de El cebo de Vajda y no mucho más. Quizás algún intento aislado, interesante y fallido de Eloy de la Iglesia o Jorge Grau. Por eso la actual edad de oro del cine español de terror empezó con La residencia de Chicho Ibáñez Serrador en 1969 y culminó con esa obra maestra, no del cine de terror español sino del mundial, que es ¿Quién puede matar a un niño? (1975).

Llegaba al cine bien armado por la serie Mañana puede ser verdad, que empezó a grabar en Argentina y siguió escribiendo y dirigiendo cuando se trasladó a España siendo emitida por TVE entre 1964 y 1965; y por sus inolvidables Historias para no dormir emitidas entre 1967 y 1969, a las que siguió en 1974 la miniserie Los bulbos. Chicho se presentaba a la vez como la versión española de Rod Serling o Leslie Stevens -los geniales creadores televisivos de Dimensión desconocida y Rumbo a lo desconocido- y del Hitchcock de Alfred Hitchcock presenta, de quien tomó las presentaciones cargadas de humor negro de sus Historias para no dormir. Formado como realizador en Argentina, bajo la influencia de la televisión americana, y adiestrado por sus padres, el actor y director teatral Narciso Ibáñez Menta y la actriz Pepita Serrador, lector insaciable de novelas de terror y fantasía, Chicho tenía una base de la que casi todo el mundo carecía en la España de los años 60. Sobre todo en lo que al terror se refiere, género despreciado por los "autores" y la crítica que entonces mandaban en nuestro cine.

Una imagen de '¿Quién puede matar a un niño?'. Una imagen de '¿Quién puede matar a un niño?'.

Una imagen de '¿Quién puede matar a un niño?'.

El argumento de La residencia fue obra del escritor, guionista y director Juan Tébar y su guion lo escribió Chicho bajo el seudónimo Luis Peñafiel que utilizaba para escribir. Fue producida por Arturo González (uno de los coproductores de La muerte tenía un precio y éxitos de Manolo Escobar) y José M. Maldonado con unos medios insólitos para el cine español de la época, sobre todo para una película de terror. La excelente banda sonora fue compuesta por Waldo de los Ríos, magnífico compositor y orquestador argentino establecido en España, suficientemente conocido por sus arreglos para los Pekenikes, Los Ángeles, Jeanette y sobre todo Miguel Ríos o por sus versiones pop de clásicos, pero también muy buen compositor de bandas sonoras y cómplice en cine y televisión de Chicho. El reparto estaba encabezado por la gran Lili Palmer y contaba con la emergente estrella joven John Mulder Brown, que se había hecho un nombre en Un lugar en la cumbre y Becket, y con las españolas Cristina Galbó y la maravillosa veterana Cándida Losada. Su atmósfera gótica, su gusto a relato anglosajón de terror clásico y su buena factura técnica justificaron su éxito y su carácter pionero en el cine de terror español de calidad.

Cartel de 'La residencia'. Cartel de 'La residencia'.

Cartel de 'La residencia'.

Pero fue ¿Quién puede matar a un niño? la película que lo inscribió en la historia del cine de terror no solo español. Esta vez se basó en la novela de Juan José Plans (1943-2014), uno de los maestros de la literatura de terror española, para escribir el guion bajo el habitual seudónimo de Luis Peñafiel. La produjo Manuel Salvador con un buen presupuesto que permitió sobre todo lujos técnicos y artísticos al margen del reparto, encabezado por artistas desconocidos (Chicho no pudo lograr a Anthony Perkins, su elección primera). Sobre todo la extraordinaria fotografía de José Luis Alcaine que logra el imposible de darle una luminosidad siniestra a la que Waldo de Ríos puso una banda sonora infantilmente perversa muy próxima a la de Komeda para "La semilla del diablo". Porque aquí Chicho se alejó de las oscuridades góticas para rodar esta obra maestra del terror -que puede recordar a El pueblo de los malditos, a la que supera- a plena luz mediterránea, todo azul y blanco. El tema de los niños asesinos que como una plaga acaban con los habitantes de una isla -incluso los no nacidos, en el crimen tal vez más original y escalofriante de la historia del cine- fue rodado con tal sabia contundencia por Chicho que fue censurada en varios países europeos e incluso prohibida en algunos.

Esta película da un sitio de honor en el cine a quien reina en el trono de la televisión.

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