Crítica de cine 'La primera purga: La noche de las bestias'

Purga a 'trumpazos'

Una imagen de 'La primera purga: La noche de las bestias'.

Una imagen de 'La primera purga: La noche de las bestias'. / D. S.

Esta película es una purga en la segunda, tercera y cuarta acepciones que la palabra tiene: sufrir con una pena o castigo lo que alguien merece por su culpa o delito (en este sentido la culpa es comprar la entrada); padecer las penas del purgatorio (y se padecen, se lo aseguro, durante todo el metraje sin que indulgencia alguna nos libre); y dar al enfermo la medicina conveniente para exonerar el vientre (con los poco gratos resultados de todos conocidos y podrían servir para definir esta película). En cambio la primera acepción –limpiar, purificar algo quitándole lo innecesario, inconveniente o superfluo– no la representa. Porque si así se hiciera nada quedaría de esta truculenta basurilla.

Esta serie la inició hace cinco años La Purga: la noche de las bestias, producida por Michael Bay y escrita y dirigida por James DeMonaco con tan buen resultado en taquilla (así están las cosas) que en 2014 le siguió Anarchy: la noche de las bestias, en 2016 Elección: la noche de las bestias –todas escritas y dirigidas por DeMonaco– y ahora –a la vez que se convierte en serie de televisión– esta monada de La primera purga: la noche de las bestias, escrita por DeMonaco y dirigida por el desconocido Gerard McMurray, elegido por DeMonaco por tratarse de un realizador afroamericano dados los matices que supuestamente esta nueva entrega aporta.

Esta serie distópica presenta, como ustedes saben, unos Estados Unidos que viven felices bajo una dictadura que garantiza el pleno empleo y el bienestar para casi todos. Una noche al año los pocos que no son ni ricos ni felices, y de paso quien tenga mala suerte, pueden ser perseguidos y asesinados impunemente porque durante unas horas los ciudadanos pueden hacer las barbaridades que deseen sin que las fuerzas del orden se lo impidan. Más que distopía esto es fábula histórica: Hitler, Stalin y Mao lo hicieron con mayor generosidad: las monstruosidades para eliminar a los no deseables se hacían todos los días del año.

Esta nueva entrega cuenta cómo empezó todo y, al igual que las anteriores o tal vez con mayor énfasis, intenta dar a la tontería un barniz de crítica política engordada en esta ocasión con brochazos anti Trump que pretenden ser sociales (matar pobres es divertido además de útil) y antisupremacistas (matar a los diferentes fomenta la unidad entre los iguales). Cine de denuncia basta además de falsa para tiempos de palomitas.

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