Crítica 'Hello, my name is Doris'

Sally es Lina

Hello, my name is Doris. Comedia dramática, EEUU, 2015, 92 min. Dirección: Michael Showalter. Guión: M. Showalter y Laura Terruso. Fotografía: Brian Burgoyne. Música: Brian H. Kim. Intérpretes: Sally Field, Max Greenfield, Beth Behrs, Wendi McLendon-Covey, Stephen Root, Elizabeth Reaser, Isabella Acres, Kyle Mooney, Natasha Lyonne. 

No se prodiga mucho Sally Field en los últimos años, en los que apenas la hemos visto en papeles secundarios como abuela de Spiderman o esposa de Lincoln en el biopic de Spielberg. La que fuera una de la actrices más populares del cine norteamericano de los 70 y 80, dos veces ganadora del Oscar en por Norma Rae (1979) y Un lugar del corazón (1984), ha ido espaciando poco a poco sus apariciones o tal vez no ha conseguido los papeles que, probablemente, sí han ido a parar a otras actrices de su generación y prestaciones como Meryl Streep o Helen Mirren.

Con hechuras planas y televisivas de película indie para agradar al público maduro más entregado, Hello, my name is Doris nos la devuelve en un papel protagonista, pero mucho me temo que todo el prestigio y la experiencia acumuladas sirven de poco (o de sobra) a su personaje, una excéntrica empleada de una empresa neoyorquina que fantasea con cambiar su anodina vida tras la muerte de su madre anciana.

Nuestra Doris siempre en el límite acude a sesiones de autoayuda, se confiesa con sus amigas, regaña con su hermano, exhibe su vestuario estrafalario y se gana el cariño de sus compañeros de trabajo siempre y cuando sea capaz de mantener su personaje, entre lo ridículo y lo compasivo. El problema llegará cuando, de hecho, se acabe enamorando de su joven compañero de oficina, para lo que la cinta de Michael Showalter, basada en un corto de Laura Terruso, no duda en ponerla en todo tipo de situaciones patéticas.

Como no podía ser de otra manera, la película pasa de puntillas por el verdadero problema (psiquiátrico) de su protagonista, no en vano se trata de ver a la Field haciendo el ridículo, imaginando y viviendo aventurillas románticas entre hipsters y paseando por el Nueva York vintage con su vestuario de loca. Inevitable no recordar a nuestra Lina Morgan a cada instante.

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