70 Binladens | Crítica

Tarde de ladridos

El sonado y épico batacazo de Gernika no parece haber sido obstáculo para que Koldo Serra, perfectamente integrado desde su debut (Bosque de sombras, 2003) en la industria audiovisual vasca, siga encargándose de proyectos con claros visos comerciales desde su concepción de género y su nostalgia por aquellos maravillosos años 70.

70 Binladens mira de cerca a Tarde de perros de Lumet al menos en sus dos primeros tercios, a saber, adapta al feo y gris paisaje urbano bilbaíno la dinámica del robo bancario con encierro y secuestro, previsible molde para el tour de force estilístico, las dinámicas de montaje paralelo dentro/fuera-ladrones/policía y mucha barra libre para un elenco en el que, si bien Emma Suárez mantiene el tipo con cierta ambigüedad, Nathalie Poza y Hugo Silva exceden todos los límites del estereotipo para instalarse plenamente en la caricatura quinqui.

Serra y sus guionistas tampoco tienen demasiado claro el trazado y el tono de su propuesta, que oscila de la tensión gritona (y, por tanto, inerte) y cierta socarronería policial, en lo que se nos antoja otra estrategia más de distensión que pretende disimular en vano las carencias de la progresión del robo y el encierro.

Más aún, el tercer acto nos reserva más ases en la manga con salidas, revelaciones, triles y giros que, ya fuera del banco, llevan la película a la auto-explicación con tan malas artes dramáticas como escaso sentido del tiempo.

70 Binladens parece querer sumarse así con cierta prisa a los modelos de consumo garantizado del cine español industrial (avala Álex de la Iglesia) sin demasiado respeto por el espectador y muchas ganas de jugar con juguetes caros sin terminar de montar.