Crítica 'El rey de La Habana'

Tremendismo con perlita

el rey de la habana. Drama, España, 2015, 124 min. Dirección y guión: Agustí Villaronga. Fotografía: Josep Maria Civil. Música: Joan Valent. Intérpretes: Maykol David, Yordanka Ariosa, Héctor Medina, Ileana Wilson, Chanel Terrero, Jazz Vila. 

De Agustí Villaronga se suele subrayar el apego a una estética de la crueldad, el descenso a los abismos del mal, lo siniestro y lo pasional funcionando en una lógica implacable, en ocasiones bajo el molde o la iconografía del género. De Tras el cristal a Pa negre, su cine deja el sólido rastro de una mirada y un universo personales, los de un autor de culto dentro del uniformado panorama del cine español, capaz de sobrevivir entre los vericuetos y límites de la industria.

El rey de La Habana descoloca por su desplazamiento a un territorio (Cuba, mediados de los años 90) y una estética, la del realismo miserabilista, que no terminan de encajar con el trazo más sombrío, alusivo y estilizado de sus anteriores propuestas.

El pretexto es literario, una cruda novela lumpen de Pedro Juan Gutiérrez bajo cuya superficie de picaresca habanera de los parias, esconde un triángulo pasional protagonizado por un adolescente marginal y callejero, una prostituta y un travesti en el que el sexo y las pasiones desatadas activan un recorrido de ida y vuelta entre la vida y la muerte, entre la fatalidad y la tragedia.

El problema de El rey de La Habana es que esa superficie mugrienta, sórdida y explícita aplasta demasiado los subtextos, como si Villaronga no hubiese podido hacer salir la pus de su historia de personajes huérfanos y heridos, autoengañados, desesperados y suicidas. Una literalidad costumbrista, exhibicionista en el peor de los sentidos, que no deja aflorar hasta muy tarde, demasiado tarde, ese fogonazo lírico próximo al fantástico que dote de una dimensión mítica y redima a unas criaturas hechas de prosa sucia, histriónica, procaz y tibiamente provocadora.

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