Crítica de Cine

La alargada sombra de Malick

Martin Sheen interpreta al cura de un pueblo costero puertorriqueño.

Martin Sheen interpreta al cura de un pueblo costero puertorriqueño. / D. S.

La sombra del último Terrence Malick se extiende demasiado alargada sobre cierto cine contemporáneo con más o menos aspiraciones de trascendencia. El reconocible (y fácilmente imitable) estilo audiovisual y narrativo pergeñado por el director de Malas tierras y el director de fotografía Emmanuel Lubezki se propaga como una plaga de supuesto prestigio entre los aspirantes a autor-serio a golpe de voz en off susurrante, objetivos gran angular, steady-cams en constante movimiento, puntos de vista bajos, cortinas blancas mecidas por el viento y músicas sacras o minimalistas, un cliché como cualquier otro para hablar de las-cosas-verdaderamente-importantes de la vida y el espíritu.

Con su nombre como aval en los créditos, The vessel nos lleva a un pequeño pueblo costero puertorriqueño devastado por un tsumani para inyectar una sobredosis de misticismo a los avatares de unas gentes desencantadas con Dios, habitantes tristes y enlutados de una parábola de símbolos en mayúsculas y referencias bíblicas elementales en el que el cura que interpreta Martin Sheen intenta esparcir la esperanza para un nuevo renacer de la comunidad.

Imitador de su maestro y mentor hasta el descaro, Julio Quintana aplica todos esos molestos estilemas malickianos a unas criaturas sufrientes y afectadas hasta el límite de lo paródico, cuerpos milagrosos en un ambiente en el que la densidad trascendental corre el serio riesgo de ser confundida con la estética de un anuncio de colonia fresca.

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