'Día de lluvia en Nueva York' | Crítica

Tras ser censurado llega el último Allen, un clásico vivo

Elle Fanning, en 'Día de lluvia en Nueva York'.

Elle Fanning, en 'Día de lluvia en Nueva York'.

La extensísima obra de Woody Allen se puede dividir en cinco niveles. El primero tiene límites de género, porque es el de las películas cómicas, y cronológicos, porque va de Toma el dinero y corre en 1969 hasta La última noche de Boris Grushenko en 1975. En 1977 Annie Hall descubrió que el divertido Woody era también el gran director Allen y a partir de ella su obra se divide en obras maestras, obras notables (encantadoras o amargas), obras menores encantadoras y obras fallidas. Empezando por el final las fallidas son aquellas en las que intentó ser Bergman (Interiores, Otra mujer), Lang (Sombras y niebla) o Fellini (Recuerdos), debiendo sumárseles Vicky Cristina Barcelona o Irrational Man.

Las obras menores encantadoras son las más numerosas dada su costumbre de rodar una película al año; por referirme solo a las del siglo XXI abarca títulos como Medianoche en París, Scoop o Magia a la luz de la luna. Las obras notables (encantadoras o amargas) son también muy numerosas presentando en su vertiente amable logros como Zelig, Broadway Danny Rose, La rosa púrpura de El Cairo, Días de radio, Poderosa Afrodita, Todos dicen I Love You o Si la cosa funciona y en la amarga Maridos y mujeres, Match Point o Blue Jasmine. Y ahí lo dejo porque son muchísimas. Llamo la atención sobre el crecimiento en el tiempo de algunas obras notables como Broadway Danny Rose. Y por fin está el cuarteto de obras maestras: Annie Hall, Manhattan, Hannah y sus hermanas y Delitos y faltas. Siendo la última de 1989 resultaría que hace 30 años que Allen no rueda una obra maestra. Lo que no obsta para que, a lo largo de su extensa carrera como director iniciada hace justo 50 años, haya sido capaz de crear un mundo propio y mantenerlo con un tono medio alto a lo largo de 50 títulos. Muy pocos directores, quizás ninguno, han logrado este récord tras la caída de los grandes estudios que permitían largas y sólidas filmografías trufadas de obras maestras.

La película tiene el encanto de Allen, su alternancia entre el humor y la melancolía

¿Dónde situar Día de lluvia en Nueva York? Entre el tercer y cuarto nivel, los de las obras menores y las notables. Tiene el encanto, la sabia alternancia de humor y melancolía, la fidelidad a un estilo y un mundo propios y solo suyos que hacen el atractivo de su cine. Y proporciona la alegría de asistir al estreno de un nuevo Allen, lo que no es poco. He citado otras veces la famosa anécdota de Wilder y Wyler en el entierro de Lubitsch. "Se acabó Lubitsch" dijo Wilder. "Peor aún, se acabaron las películas de Lubitsch" replicó Wyler. Vemos las películas de los directores muy longevos en activo con la sensación de que pueden ser la última: pasó con Lumet, que dirigió hasta los 83 años, y pasa con Eastwood, que ha dirigido la última con 88, y con Allen, que rodó esta con 84 el año pasado (ha tardado más de un año en llegarnos y no se estrenará en muchos países porque ha sido censurada por el puritanismo con ribetes de linchamiento, porque fue absuelto) y está rodando otra. Esto no significa que deba verse Día de lluvia en Nueva York –por decirlo con el título de la autobiografía de Buñuel– como el último suspiro de Allen. Pero sí que, al tratarse de una encantadora, personal y melancólicamente amable obra estimable la veamos agradecidos por poder disfrutar de una nueva película suya.

Selena Gomez y Timothée Chalamet. Selena Gomez y Timothée Chalamet.

Selena Gomez y Timothée Chalamet.

Todo sucede en un fin de semana en Nueva York. Una joven pareja (Timothée Chalamet y Elle Fanning) que se comporta y expresa como las del Allen pijo neoyorquino de los 70 (afortunadamente: a veces se agradecen los anacronismos) intenta encontrar allí sus sueños, tan distintos que su cumplimiento amenaza con separarlos. En su entorno glamuroso, porque el Nueva York de Allen es siempre alto burgués, se mueven un director de cine (Liev Schreiber), un actor seductor (Diego Luna), la hermana de una exnovia (Selena Gomez) y su madre (Cherry Jones). Este niño judío de Brooklyn nunca ha ocultado su fascinación por Manhattan y Park Avenue. Todos están espléndidos, pero sobresale la veterana Cherry Jones, estrella de Broadway y maravillosa secundaria a las órdenes de Schrader, Robbins, Soderbergh, Shyamalan, Foster o Malick.

Gloriosamente anacrónica, esta película es a la vez joven, fresca, ilusionante, agridulce y rebosante de amor a la vida… a pesar de todo. Y es que Allen es fiel a su propia juventud y capaz de reinventarse tal como fue, que es su forma de ser en cine. El estilo es el de siempre. Ni más, ni menos; es decir: mucho buen cine que el oficio ha ido simplificando. Y la música de jazz, fascinante. Es aquí donde se plantea la pregunta: ¿Errol Garner, Irving Berlin o Frederick Loewe están anticuados o son clásicos? Plantéense lo mismo con Allen.

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