La boda de Rosa | Crítica

Feminismo mediterráneo

Candela Peña es Rosa en el nuevo filme de Icíar Bollaín.

Candela Peña es Rosa en el nuevo filme de Icíar Bollaín.

En los 25 años que van de Hola, ¿estás sola? a esta Boda de Rosa, Icíar Bollaín y Candela Peña han atravesado el cine español para fraguar sendas carreras sólidas al tiempo en que iban madurando aquel desparpajo inicial en formas y personajes cada vez más asimilables a los modelos industriales

Ahora se reencuentran de nuevo para reivindicar y hablar de esas mujeres maduras que se han echado a la espalda el peso de sus vidas, pero también el de sus hijas, hermanos, padres y vecinos, mujeres generosas y abnegadas, carne de viejo patriarcado, que se han terminado de dar cuenta de que el tiempo para ellas mismas se agota en la frontera de los cincuenta.

Nuestra Rosa trabaja en un estudio de cine como costurera, tiene a su hija y a sus dos nietos en Inglaterra, ha de cuidar a su padre viudo (Ramón Barea) y de paso también de los hijos de su hermano mayor (Sergi López), un personaje encajador que el guion de Bollaín y Luna, decide convertir en prototipo autoconsciente en su súbito cambio de rumbo para hacerse con las riendas de su futuro, unas riendas que pasan por un simbólico y emancipador matrimonio con ella misma y un regreso a la tienda de su madre en el pueblo de la infancia.

Los mimbres de esta comedia feminista desprenden un aroma amable, ligero y luminoso, tal es el pacto para aceptar a unos personajes que se mueven entre el estereotipo y la caricatura familiar, por más que Bollaín intente llevarse el asunto hacia el terreno del realismo. Con todo, el principal problema de la película reside precisamente en su (innecesaria) dispersión narrativa, en la paulatina pérdida de foco de Rosa hacia sus hermanos, su hija o su padre en tramas que desvían el interés en su personaje para buscar un cierto aire fallero y coral que no termina de funcionar del todo.

Tal vez hubiera bastado con estar más cerca de ella, de sus dudas, decisiones y contradicciones, sin necesidad de confrontarla tanto con la incomprensión ajena, para que esta comedia de buen rollo y tibio mensaje liberador calara algo más de lo que lo hace.