La hija | Crítica

Animales sueltos

La debutante Irene Virgüez, en una imagen del filme de Martín Cuenca.

La debutante Irene Virgüez, en una imagen del filme de Martín Cuenca.

Los hermosos, agrestes e impresionantes paisajes naturales al cambio de las estaciones de la provincia de Jaén son los testigos y también protagonistas de este nuevo drama de Manuel Martín Cuenca (La mitad de Óscar, Caníbal, El autor) que sigue poniendo un pie en el cine de género como ancla para su revisión de ciertas enfermedades y patologías contemporáneas a la luz de una estilización a la que, en esta ocasión, le falta tal vez mayor arrojo febril a la hora de materializar ese fuerte deseo de paternidad que atraviesa su historia.

La pareja aislada en la montaña que encarnan Javier Gutiérrez y Patricia López Arnaiz (en un personaje bastante desdibujado) proyecta su enfermizo deseo de ser padres en la joven que se ha fugado con su ayuda del centro de menores donde trabaja el primero, una adolescente embarazada (Irene Virgüez) de otro pequeño delincuente que, mientras tanto, pasa sus días en la cárcel. Sin demasiadas explicaciones, el guion de Martín Cuenca y Hernández avanza en la tensión creciente de una situación poco probable que desemboca en secuestro, sin que a cambio veamos y palpemos también el proceso de paulatina enajenación de esa pareja que quiere tener ese bebé a cualquier precio.

La hija se instala así en un territorio donde la reclusión y las rutinas son puntualmente interrumpidas por las visitas incómodas y la sospecha, y ahí es donde Martín Cuenca agarra con fuerza su habitual buen manejo de la puesta en escena en los espacios recurrentes. El problema reside, insisto, en que a su historia y a su película tal vez le falten algo más de turbiedad o vuelo metafórico, un verdadero tono de fábula o cuento cruel que la distancie de lo real para acercarla a lo siniestro. No basta con ese último (y no menos esperado) quiebro violento, de nuevo explícito en su apunte hacia los instintos de protección animal. La hija se había adentrado en el terreno de lo posible sin los filtros para elevarse hacia el territorio de lo simbólico.