Madeleine Collins | Crítica

Doble vida en el alambre

Quim Gutiérrez y Virginie Effira en una imagen de 'Madeleine Collins'.

Quim Gutiérrez y Virginie Effira en una imagen de 'Madeleine Collins'.

Transitando siempre por la cuerda floja de la verosimilitud y la ambigüedad, mitad thriller-mitad drama familiar e identitario, Madeleine Collins nos trae la historia de una mujer (una Virginie Efira en estupenda racha) que alterna dos vidas paralelas una a espaldas de la otra: la que mantiene en Suiza con los que parecen su amante (el español Quim Gutiérrez) y su hija con éste, y esa otra parisina y acomodada que mantiene con su esposo y sus dos hijos.

La vemos ir y venir de un ámbito a otro, de su trabajo como intérprete que le permite la tapadera perfecta, a sus encuentros con sus padres y hermana en las reuniones de sociedad. Barraud sabe controlar la ambigüedad y esconder bien las cartas de este misterio que se sostiene sobre puntos ciegos, el primero de ellos en un prólogo que parece ajeno al resto del relato. Hasta ese momento, la película nos arrastra a su juego velado y nos invita a seguir a esa mujer y su paulatina angustia, a hacernos las preguntas de rigor sobre cómo es posible mantener esas dos identidades y vidas sin que nada colisione.

Empero, el filme está destinado a la explicación, y lo hace jugando con las formas del suspense, la tensión policial y el definitivo descubrimiento de las razones, tan nobles y comprensibles como reveladoras de un posible trastorno que ha convertido ya a nuestra protagonista en una mujer contra las cuerdas. Fría, magnética y hasta cierto punto elegantona, Madeleine Collins confronta entonces el drama descarnado, los reproches y el inevitable cara a cara ante la mentira, cambio de registro que no termina ya de sentarle tan bien a un filme que se movía mejor en los terrenos de la incertidumbre.

Y en mitad del enésimo viaje de ida y vuelta, un personaje, el del falsificador de documentos de identidad que interpreta nuestro querido Nadav Lapid, irrumpe como nuevo nudo e incógnita que desplaza una vez más la película hacia su enésimo punto de fuga. Quién sabe si esta nueva Madeleine Collins no tendrá que volver una vez más a sus brazos cuando caduque ese pasaporte hacia otra vida posible.